He tenido el privilegio de leer unos meses antes de su estreno en Barcelona el último texto de Jordi Galcerán, El crédito. Desde la primera página la obrita me ha enganchado, en la sexta he sufrido el primer ataque de risa, el más virulento de todos los que han venido a continuación, y durante toda la lectura he experimentado una creciente ansiedad por conocer la deriva de la historia. Total, que me la he leído de un tirón, un síntoma que, según me confesó una vez el difunto Gustavo Pérez Puig, él interpretaba como éxito teatral seguro.
La pieza es de una economía de medios que hará las delicias de cualquier productor. Sólo exige de dos intérpretes masculinos. Sin embargo, deberán componer una de las mas inspiradas parejas de cómicos que se hayan visto en el teatro español. La historia de El crédito es la de un hombre que llega a una sucursal bancaria a pedir un préstamo, sin avales ni nómina que le amparen, e inicia una curiosa relación con el director de la sucursal. Y no cuento más del argumento.
Es fantástica la virtud de este autor para huir de los temas que habitualmente tratan las comedias (parejas infieles, tríos amorosos...) y sacarle punta a asuntos espinosísimos. Ahora se inspira en algo tan familiar en estos días como es la dificultad de obtener dinero en tiempos de crisis para un tipo de la calle. Pero es que su obra anterior, Burundanga, que todavía sigue en cartel en el teatro Lara de Madrid tres años después de su estreno, trata nada menos que del fin de ETA. ¿Puede haber mayor desafío que hacer humor de un tema así?
Está previsto que en Barcelona la obra la estrene antes del verano Jordi Boixaderas y Jordi Bosch, con dirección de Sergi Belbel, todos viejos colaboradores y amigos del dramaturgo. Este reparto me trae el recuerdo de la versión teatral de Primera Plana que Belbel montó en el Teatre Nacional de Cataluña (TNC), mucho más cercana a la película de Billy Wilder que a la de Howard Hawks, con esta misma pareja de actores. Ah! y con versión del mismísimo Galcerán.
Sí, El crédito exige una pareja de actores en la órbita de Jack Lemmon y Walter Matthau. "En realidad, los personajes interpretan a dos augustos, uno mas cómico que el otro", me explica el autor. Pero a mí la obra me ha traído el aroma de El arte de la comedia, de Eduardo de Filippo, y especialmente el de la magnífica producción que hizo La Abadía y que protagonizaban Pablo Casablanc y Enric Benavent.
En El crédito el director de la sucursal puede verse como trasunto del Gobernador de El arte de la comedia, un tipo poderoso y presuntuoso en el inicio, impotente cuando ve como se suceden los acontecimientos y un payaso que acaba llevándose todas las tortas. Y los mismo le sucede al cliente fantasioso y chulo que va a pedir el crédito, al estilo del director de la compañía de teatro de la obra de De Filippo. Pero Galcerán es menos misericordioso con sus personajes que De Filippo, les priva de momentos de cierto lirismo, su estilo es más ácido, más Wilder.
He sabido que la obra también se hará en Madrid la próxima temporada, aunque el equipo todavía no esta cerrado. Él casi siempre suele estrenar primero en catalán, en Barcelona, pero el triunfo lo revalida en Madrid, donde sus obras suelen estar presentes casi todas las temporadas. No sé si tiene que ver que las producciones que le hacen en la capital suelen ser más acertadas, pero lo que está claro es que es un autor con clara vocación por conectar y gustar a un público de clase media.
Hoy puede presumir de ser uno de los dos o tres dramaturgos españoles que viven exclusivamente de sus obras y de sus derechos de autor. Él surgió de los Talleres 6 que creó Belbel en el TNC, allí fue donde estrenó El método Grönholm, uno del grandes taquillazos del teatro español y uno de los títulos más representados fuera de nuestro país. El crédito tiene un origen parecido, se la encargaron al autor para un torneo de teatro que el Festival Temporada Alta de Gerona organizó con Francia y en el que competían obras cortas: “Entonces solo había escrito la primera escena pero ganamos. Y luego volvimos a competir en un torneo parecido en Buenos Aires, y volvimos a ganar. A partir de entonces fue cuando me planteé ampliarla, para que pudiera tener una exhibición comercial. Me ha quedado una obra de de poco más de una hora”, cuenta el autor.
Ahí está la razón de que la primera escena de esta obra tenga un ritmo tan rápido, el tema y la situación se plantea desde el minuto uno, sin pérdida de tiempo, hasta llegar al momento culminante en el que el espectador, después de morirse de risa, se pregunta qué vendrá después. Y continúa...