El hall del teatro Lara de Madrid ha reservado la noche de los lunes para Kiti Manver (sí, digo bien, los lunes, el tradicional día de cierre de los teatros), lo que quiere decir que, a tan sólo medio metro, se puede ver a la actriz en una de las transformaciones más emocionantes de su carrera. La pieza, Las heridas del viento, se la ha brindado Juan Carlos Rubio, “su autor” y con el que ha formado tándem artístico, pues ya lleva interpretadas cuatro de sus comedias y  también la ha dirigido en múltiples ocasiones.

El cartel de la función es bastante elocuente de la faena que aguarda a Manver, pero evitaré  desvelar el argumento pues la obra perdería muchos de sus atractivos para el espectador. Sí diré que en esta ocasión le ha tocado un personaje masculino, Juan, con una historia dramática de soledad y rechazo. Y que en escena le acompaña el joven Dani Muriel, de voz profunda y que tiene que enfrentarse a la difícil tarea de abrir la caja de los truenos y, luego, limitarse a escuchar lo que ocurrió.

Siempre me ha parecido que Manver pertenece a esa estirpe de actrices que trabaja desde las entrañas y que no teme tirarse a la red.  Ella lo cuenta así: “Soy una actriz del Método, de las que llegan a los ensayos con todo aprendido y los deberes hechos, y ya sabe que la actrices así nos ponemos un poco intensas”. Pero añade: “desde que trabajo con Juan Carlos me he vuelto un poco vaga. Ha sido una suerte caer en sus manos, ¡es tal la confianza que tengo en él! Y precisamente con este montaje estoy como una niña chica, con la sensación de cuando comenzaba en este oficio. Está bien que la gente quiera reír, pero también necesita emocionarse y yo gozo con esta función cuando descubro sus ojos brillantes y oigo sus ays”.

Ella hace un trabajo descomunal y es hermoso ver su transformación frente al público. Primero, se ayuda del vestuario. Pero lo interesante es comprobar cómo se apropia de Juan, deslizando pequeños matices gestuales, de entonación, de humor… que le van dando relieve; cómo lo eleva progresivamente situándose en esa sutil línea que separa lo trágico de lo cómico, apelando en ocasiones al público; cómo conduce sus reflexiones sobre asuntos de la condición humana y, finalmente, cómo descarga sus emociones en el triste monólogo final.

[caption id="attachment_247" width="450"] Kiti Manver y Dani Muriel en Las heridas del viento[/caption]

Rubio ha jugado con varios elementos misteriosos, intentando llevar la historia por caminos sinuosos  pero verosímiles. Y hay un evidente esfuerzo por mimar el lenguaje, huyendo de coloquialismos y elevando el nivel literario de la obra. Y claro, vuelvo a Manver, pues se exige talento para encarnar con naturalidad un texto así. (Me viene a la memoria, por lo endiablado del lenguaje, su María Gaila en la última versión de Divinas Palabras que dirigió Tamayo, de esto hace la friolera de quince años).

Desde el punto de vista argumental, la obra aborda el tema de la importancia del azar y la casualidad en el curso de nuestra existencia, y especialmente en lo relativo al amor. No somos dueños del curso de nuestra vida, aunque creamos lo contrario, viene a decirnos el autor. Empezando por la familia en la que nacemos, y que nos vincula a personas de las en muchas ocasiones acabamos ignorando casi todo. De hecho, la pieza que ha dirigido el mismo Rubio, tiene un inicio muy teatral: el autor sale a escena y muy emocionado dedica la obra a su padre, “del que apenas sé nada”. Es fácil identificarse en sus palabras.

Las heridas del viento se estrenó por primera vez en Miami, en 2008, con actores americanos. Ahora es la primera vez que se representa en España y, según cuenta Rubio, la producción ha sido ideada especialmente para el vestíbulo del Lara. Han conseguido prorrogar  hasta febrero. Además, Manver y Rubio tienen otra obra de tono cómico que giran por España: Esta noche no estoy para nadie, obra que el autor ha transformado en un musical.