Borja Ortiz de Gondra escribió en 2011 La copla quebrada para conmemorar el centenario del artista Miguel de Molina, obra que protagonizó entonces Angel Ruiz, uno de los actores de teatro musical más versátiles de nuestra escena: gran vocalista, cómico infalible, bailarín,... La fascinación que el actor sintió entonces por el mítico cantante creció y Ruiz ofreció el pasado lunes, en un pase extraordinario, Miguel de Molina frente al espejo, suerte de cabaret musical y monólogo en el que interpreta magníficamente diez temas del artista mientras va desmenuzando su ajetreada vida. Al piano le acompaña Mariano Marín, “el músico de los actores”, con quién no actuaba desde hacía una década.
Ruiz clava la figura de Miguel de Molina: por físico y porque el género de la copla se le da fantásticamente y eso, que según me confesó, nunca antes la había cantado profesionalmente. Aquí interpreta diez temas, los más célebres del artista, entre los que figuran La bien pagá, con el que comienza el espectáculo, Compuesto y sin novio, Ojos verdes, Te lo juro yo o Triniá. Canciones que va intercalando en la especie de rueda de prensa que Molina/Ruiz improvisa. Al hilo de las supuestas preguntas de los periodistas, el artista va introduciendo el discurrir de su vida, con momentos dramáticos como el de su célebre detención, pero en los que abunda la anécdota graciosa. El escenario está desnudo, tan sólo un piano de cola, una luces y el actor ataviado, eso sí, con un elegante y precioso traje.
“No quería hacer un monólogo distanciado del público, sino que quería vincularlo al presente y se me ocurrió la idea de la rueda de prensa. Molina me parece un personaje fascinante, protagonista de una gran tragedia personal, pero con unas ansias y una capacidad de seguir adelante tremendas, un superviviente. Por otro lado, pertenece al grupo de todos aquellos que se vieron obligados a emigrar tras las Guerra Civil y a los que el conflicto truncó su carrera ”, dice el actor.
Ha sido el propio Ruiz quien ha escrito el texto, para el que se ha inspirado en la autobiografía del artista, Botín de guerra, pero también en la entrevista que le realizó Carlos Herrera años antes de su muerte. Este material se lo ha proporcionado la Fundación Miguel de Molina: “La Fundación ha colaborado conmigo muy generosamente, poniendo a mi disposición todo el material de la entrevista, no sólo el que se emitió. También me ha facilitado recortes de prensa y fondos documentales”. Pero cuenta que, además, ha trabajado con una bailaora de flamenco, revisando audiovisuales, para estudiar el baile y la forma de moverse de los artistas de aquella época, distinta a la actual.
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Miguel de Molina a través del espejo tiene momentos poéticos, como el que le sirve para introducir la canción de Ojos verdes. En él cuenta el primer amor del artista. “Miguel era un hombre muy reservado, no le gustaba hablar de su vida íntima, recuerdo que Herrera en la entrevista le pregunta si ha estado enamorado alguna vez, y él contesta que no ha tenido grandes pasiones, que el escenario y su arte lo han sido todo para él. Por eso me llamó la atención que en su autobiografía hablara de su primer amor, y no dudé en incluirlo”.
Hay que agradecer también que Ruiz haya explotado moderadamente la vertiente sarasa del artista, porque Molina nunca alardeó de su homosexualidad. “Él era de una inteligencia apabullante”, confiesa Ruíz al respecto, “jugaba a la ambigüedad, pero era muy elegante con ese tema. No quería que ese aspecto marcara su vida”. Para el final, los dos intérpretes, Angel y Mariano, han reservado una versión blues de Rocío que llevan años haciendo juntos .
Tras una hora y media de espectáculo, el público parece haber disfrutado. Los artistas están contentos y, tras los comentarios de los amigos que han ido a verlos, los artistas se convencen de que el espectáculo puede tener recorrido. “Mi idea es poder representarlo un día a la semana, los lunes, por ejemplo, en alguna sala de Madrid. Tengo otros compromisos profesionales y de esta manera me permitiría poder alternarlos”. Y es que Angel Ruiz anda ahora metido en un gran espectáculo que prepara la productora Drive, combinación de artes circenses con cabaret, y en el que hará de maestro de ceremonias. Lo raro es que este actor, que lleva tras de sí una dilatada carrera (La monja alférez, El inspector, Follies, Los productores…), que parece predestinado para la comedia, y que encima tiene una tesitura de voz de tenor, no haya hecho más zarzuela, con la excepción reciente de La corte del Faraón: “Aquí funciona la endogamia. Te encasillan en un tipo de teatro, y ya no sales de él”, explica.