La Ola, de Ignacio García May (texto) y Marc Montserrat Drukker (idea y dirección), se fundamenta en el experimento “pedagógico” que se inventó un profesor norteamericano para explicar a sus alumnos  el silencio con el que la población alemana no solo consintió el terror y las atrocidades de los nazis, sino también cómo contribuyó a su llegada al poder. García May y Montserrat Drukker cumplen en esta obra con una de las labores más antiguas del teatro, la pedagógica, pero su interesante lección teatral, de tres horas, acaba siendo fatigosa y, aunque esté justificada la buena doctrina que se imparte, excesivamente didáctica.

El experimento del californiano ya mereció un libro y dos películas, pero en esta ocasión May y Montserrat tuvieron claro, como punto de partida, que su versión teatral rescataría con la mayor fidelidad que pudieran lo que Jones hizo en 1967 con sus alumnos de Secundaria de Palo Alto, una iniciativa que después, según ha confesado el profesor, no volvería a repetir porque puso en peligro a sus estudiantes: “Quería que vivieran por sí mismos lo fácil que resulta caer en un régimen totalitario,  pero al final se me fue de las manos. A mitad de la semana,  me di cuenta de lo que me gustaba el poder y el control y me convertí en una víctima de mi propio experimento”.

En una bonita escenografía de Jon Berrondo que reproduce un aula de instituto, iluminada estupendamente por Albert Faura, el profesor Robert (Xavi Mira) se nos muestra como un profesor simpático y cercano al inicio de la función, para transformarse en un tipo distante y autoritario, sin ningún sentido del humor, cuyas órdenes son cumplidas por sus alumnos a rajatabla. Su transformación obedece a la empresa que se ha propuesto, consistente en modelar la ideología de sus alumnos mediante la enseñanza de tres ideas: el poder de la disciplina, el poder de la comunidad y el poder de la acción.

Es un ideario diseñado para erradicar en los alumnos cualquier atisbo de individualismo (a través de la disciplina) y, en su lugar, infundir la psicología monótona del hombre-masa que le aislará del mundo real (poder de la comunidad). De esta manera, los alumnos tienen prohibido hablar del asunto fuera de clase, ni siquiera a sus padres,  y si lo hacen, serán castigados y expulsados del movimiento. Se organiza un equipo de delatores para mantener al profesor convenientemente informado. El movimiento ha sido bautizado como La Tercera Ola y gana adeptos por días dentro del instituto.

Siete jóvenes actores dan vida a los alumnos, que muestran un abanico amplio de personajes: desde los jóvenes más militaristas y fanáticos, a los que muestran ciertas dudas y son sometidos a la disciplina por miedo. Solo hay un disidente, una chica, judía para más señas, el personaje de Sherry (interpretada por Alba Ribas), que comete el error de informar a sus padres del experimento y acabará siendo expulsada del grupo.

Esta obra se estrenó en Barcelona, con un elenco de jóvenes actores y en catalán. Para su presentación en Madrid el elenco ha cambiado, y solo la actriz Alba Ribas permanece. Las voces de los chavales me parecieron subidas de tono, quizá porque la sala grande del Valle Inclán (teatro construido en 2006) exige el empleo de micrófonos para que puedan oírse. Y hay un momento, el del mítin final, en el que el ruido es tan ensordecedor que hay hasta que taparse los oídos. Respecto a Xavi Mira, consigue dotar a su personaje de credibilidad, pues llega un momento en el que no sabemos si está jugando al experimento que ha creado o realmente se lo cree, como parece que ocurrió en la vida real.

Ya que hablamos del mítin, una cosa más. Compruebo cómo gusta a los directores de escena integrar al público en algún momento de la representación y romper con la cuarta pared. Es una técnica antigua. Aquí, por ejemplo, ocurre en la escena final: mediante un sutil juego de simbologías, el patio de butacas real se convierte en el público figurado del mítin. Creo que hay que tener cuidado con este tipo de asociaciones, el espectador va a ver una obra y no a que le identifiquen con lo que se le ocurra al director (en este caso con los fanáticos de La Tercera Ola). Ya se encargará él de buscar sus propias identificaciones.