Edipo Rey, Medea y Antígona se están representando en La Abadía de Madrid en días alternos. Tres producciones con tres elencos distintos y dirigidas por tres directores de éxito, los componentes del Teatro de la Ciudad. Como era de esperar, el resultado es desigual, pero funciona por la humildad con que  los tres equipos han trabajado para hacer comprensibles estos títulos, en adaptaciones cortas, de una duración media de poco más de una hora. Encuentro de lo más estimulante este ejercicio de inmersión en lo que debía significar el mito trágico para los griegos y la necesidad que tenían de dar imagen a todas las cosas terribles y malvadas que hay en el fondo de nuestra existencia.

Teatro de la Ciudad  nació hace un año como un laboratorio de investigación teatral en torno a los directores Miguel del Arco, Andrés Lima y Alfredo Sanzol. Tras varios meses realizando talleres sobre la tragedia griega, cada director formó su elenco para llevar a escena los títulos elegidos, partiendo más o menos de un mismo espacio escénico, prácticamente una cortina, que cada uno ha variado con escasos elementos. Las producciones, tras estrenarse en La Abadía de Madrid, por cierto con gran éxito, girarán por el país y  volverán  la próxima temporada al teatro madrileño.

Como es sabido, en la tragedia, los dioses dejan poco margen de acción a los hombres, y por eso, las historias que relatan resultan, en su mayoría, arcaicas; eso sí, permanecen las leyes morales que las rigen, que no han variado mucho de las nuestras. Medea asesina a sus hijos porque su marido la abandona; hoy diríamos que esa mujer ha perdido el juicio. Edipo mantiene sin saberlo una relación incestuosa con su madre, con la que engendra una desgraciada progenie; hoy también repudiamos estas relaciones. Y Antígona se rebela contra su rey porque quiere enterrar a su hermano, en contra del decreto dictado por el monarca; creo que por el momento seguimos defendiendo lo indigno de no enterrar a los muertos, incluso si son nuestros enemigos.

 

Antígona

Mientras los dioses o el destino escriben el curso vital de Edipo y Medea,  Antígona interviene más en su futuro con su rebelde comportamiento. Antígona es, de las tres obras, la más realista desde el punto de vista argumental y con una construcción dramática más elaborada. Y Miguel del Arco ha conseguido darle un fantástico aroma shakesperiano, con un relieve de drama moderno que recuerda a Julio César, Medida por medida, a Macbeth. ¡Qué olfato y qué talento tiene este hombre para el drama!

De las tres obras, Antígona es la de mayor duración (casi dos horas) y la que emplea un elenco más numeroso. Del Arco se ha rodeado de sus actores cómplices, troupe compacta y muy entrenada. Para esta ocasión, ha elegido a dos actrices sobre las que pivota el espectáculo. Manuela Paso es una Antígona valiente, de voz serena y clara, trasluce una fragilidad y vulnerabilidad que hace más verosímil su personaje y su mensaje: amor por el hermano y por el hombre, defensa de una ley justa y clemencia con el enemigo. Encontré en Manuela Paso un aire a Nuria Espert. Protagoniza la escena más hermosa de la obra, introducida en un globo que sugiere la cárcel en donde será recluida y que se eleva sobre el escenario para ofrecer un bello monólogo momentos previos a su muerte. El globo es otro de los aciertos del espectáculo, un artefacto sencillo y eficacísimo para crear imágenes poéticas.

El otro pilar es Carmen Machi. Creo que nunca había disfrutado tanto con ella como en esta encarnación que hace de Creonte. Calza como un guante el personaje, a pesar de ser masculino:  defiende con todo su arsenal, que es muy rico, un Creonte perfecto en la dicción,  que larga prolongados discursos con una maestría apabullante, como bien le reconoce el público con sus aplausos en el primero que da. Hace un tirano virtuoso, infalible, autoritario, comprometido con la restauración de la paz a toda costa, muy convincente, y al que le asisten razones poderosas: se debate entre aplicar la ley de manera inflexible o actuar con la magnanimidad que se exige al buen gobernante. Es la primera vez que veo la acción de este personaje defendida con razones tan probadas como las que esgrime Antígona, lo que genera una relación dialéctica entre ellas interesantísima. Y también convincentes me resultaron los actores que hacen personajes con menor protagonismo: Ismene (Ángela Cremonte), Hemón (Raúl Prieto, impresionante su suicidio), Cristóbal Suárez (Tiresias) y José Luis Martínez (en el papel de un guardia con aire bufonesco). Aplauso merecido.

Hay otro apartado de la obra que me ha enseñado mucho: el uso y partido que Del Arco saca al coro y que me recordó la producción de Medida por medida de Donnellan que ofreció esta temporada el CDN. Del coro salen los personajes (Antígona, Creonte, Ismenes, Hemón…) y a él vuelven cuando pierden protagonismo. El coro con sus gestos, sus bailes, sus discursos... expresa los sentimientos y la emoción que se supone despiertan en la sociedad los acontecimientos que se cuentan en la tragedia.  Es una manera que tienen los actores de conducir al espectador hacia la historia, de mostrarle los efectos que originan sus acciones en la comunidad. Y creo también ayuda al director a fijar el tono de la obra.

 

Medea

Medea  es el personaje trágico por excelencia. Esta temible mujer está encarnada por Aitana Sánchez-Gijón, que con una gran técnica interpretativa hace una labor sentida y notable. En un escenario prácticamente desnudo, apoyada con unas luces maravillosamente tenebristas, en Aitana recae todo el peso de la obra, pues de ella depende que el público comprenda su historia, e incluso, se apiade de ella, lo que ya es difícil.

Andrés Lima firma la adaptación y la dirección. Ha barajado las obras de Eurípides y de Séneca, que ha dejado en poco más de una hora y quince minutos;  su dirección ha subrayado muy acertadamente el carácter primitivo del relato, especialmente cuando organiza el ritual, prolegómeno de la terrible acción que la bruja Medea se propone contra su marido, el traidor Jasón.  Lima también actúa, y hace nada menos que tres personajes: es Jasón, Creonte y el narrador o corifeo. Me pregunto si en los talleres que impartieron previamente  a los ensayos no encontraron un Jasón más activo. La tercera actriz de este elenco es Laura Galán, en el personaje de nodriza/criada de Medea.

La puesta en escena es de una gran sencillez, Aitana cuenta con apenas un camastro en el centro del escenario. Lima ha cargado las tintas en la ambientación sonora, y ha hecho recaer la labor del coro en la cantante y músico Joana Gomila, que tiene una voz maravillosa. Pero me sorprendió oír Tonada de luna llena de Simón Díaz, y que Veloso popularizó, poco antes de asistir al fin trágico de Medea.

 

Edipo

La historia de Edipo es la más mitológica de las tres y, por ello, la más alejada de nuestro imaginario. Reconozco que me resulta difícil creer esta historia de cómo Edipo mata a su padre, gobierna su ciudad y se casa con su madre.  La he visto representada de varias maneras y la que mejor recuerdo me ha dejado es la versión que Passolini filmó en los años 60.  El cineasta italiano buscó escenarios que transmitieran la idea de civilizaciones antiguas, y filmó en Marruecos, en las ciudades-fortaleza de adobe. Allí imaginó la ciudad de Tebas, donde transcurre la acción, y caracterizó a los personajes de manera esplendorosa, pues los atuendos recuerdan los que una imagina que debían llevarse en aquellas sociedades semiprimitivas, donde es plausible que los dictados divinos y las supersticiones tuvieran una gran intervención en el destino de los hombres.

La versión de Sanzol es un gran trabajo de síntesis y despojamiento, sin grandes pretensiones. Traslada Edipo a una historia familiar. Nos presenta a los protagonistas en torno a una mesa, como si se dispusieran a cenar y fuera a saltar por los aires la aparente armonía familiar. Su narración dramática sigue un estilo de recitado frente al público, pocas veces los actores interactúan entre ellos, lo cual acentúa la sensación de distanciamiento.

Capitaneado por Juan Antonio Lumbreras en el personaje de Edipo, el elenco está formado por actores habituales de Sanzol: Natalia Hernández, Paco Déniz, a los que estoy acostumbrada e ver en un registro de comedia, y a los que se han unido Eva Trancón (Yocasta) y Elena González (Tiresias). A subrayar la difícil labor de coro que hacen Hernández y Trancón.