[caption id="attachment_1034" width="560"] Escena de La crisis de la esperanza en los Teatros Luchana[/caption]

Hace unas semanas una amiga me pidió consejo para que le recomendara una comedia. Venía a visitarla su madre, que estaba un poco alicaída por problemas familiares, y quería alegrarle la estancia en Madrid. Transcribo más o menos nuestra conversación porque me hizo reflexionar sobre los argumentos que imperan en la comedia actual.

-Ahora hay un puñado de buenas comedias, le dije. Una infalible es El crédito, lleva tres años en la cartelera.

-¿De qué va?

-Pues de un hombre que va a pedir un crédito al banco y tiene dificultades para que se lo den. Ya sabes, como la vida misma. Te partes de risa.

-El lío que tiene mi madre con su familia es precisamente que el banco se ha quedado con la casa familiar,  que estaba hipotecada. No quiero que le recuerde el asunto.

-Ya..., entonces Bajo Terapia. Es divertida, pertenece al grupo de obras que trata de terapias de grupo, parejas que cuentan sus problemas de convivencia en el despacho del psicoanalista. Lo pasas bien, aunque el final... no sé..., me dejó pelín desubicada.

-¿Qué pasa?

-No te lo quiero contar por si vas, pero hay un tema de malos tratos de por medio.

-Uff, pues no, vaya historia chunga.

-Otra que me encantó: La crisis de la esperanza, pero también es realista. Si vais, lo pasareis genial, pero te aviso que la historia es sobre un currante que ve frustradas sus expectativas de ascenso en el trabajo y a sus amigos les va por el estilo.

-O  sea, la crisis económica.

-Más o menos. Y está Burundanga. Unas chicas estudiantes que comparten piso conocen a unos chicos, y resulta que son terroristas de ETA.

-¿Terroristas de ETA? ¿No te parece un pelín delicado el tema?

Como se ve, hay pocos temas que escapen al género. Casi todas las comedias están inspiradas en la realidad, precisamente para ridiculizarla y reírse de ella, ya que la vida es difícil para la mayoría de los mortales: un crédito que no nos dan, un trabajo en el que no prosperamos, un matrimonio que es un infierno... Y en la comedia los personajes nos presentan problemas que fácilmente detectamos porque podrían ser los nuestros. La comedia, se dice, es un espejo de nuestras debilidades, se burla de ellas, y nos muestra desde fuera cómo somos.

Por eso, la comedia está tan apegada al aquí y al ahora, a lo local y a lo actual, lo que es un obstáculo para que la mayoría de las que se escriben trasciendan el curso del tiempo y se conviertan en un clásico. La realidad de nuestros días, como argumento dramático, no es mejor ni peor que la de antaño. Lo que cambia, sobre todo, es nuestra mirada, nuestras ideas morales. Es difícil que el público de hoy se crea lo que ocurre en escena si los conflictos que en ella ve no coinciden con su escala de valores. En la actualidad, en una sociedad que aprueba el divorcio, por ejemplo, está totalmente aceptado que una pareja vaya al psicoanalista a contarle sus problemas más íntimos; somos capaces de reírnos de un matrimonio que con el paso del tiempo ha convertido su amor en una aburrida costumbre y quiere arreglarlo con un mediador.

Sin embargo, y es un apreciación muy personal, los mayoría de los episodios que inspiran las comedias que hoy se escriben son de lo más adverso. Si tuviéramos que inferir nuestra época por la realidad testimonial que se ha colado en las comedias de hoy, creo que nuestra sociedad saldría muy pero que muy mal parada. No sé si obedece a una estrategia del autor, es decir, a que una pintura exagerada de los vicios sociales le facilitará su construcción dramática; o es que simplemente piensa que la realidad de hoy es así. O sea, las comedias destilan cierto pesimismo, lo que es paradójico si pensamos en la naturaleza del género.

Mi amiga y su madre fueron finalmente a ver El crédito y les gustó muchísimo. Para nada su madre se acordó de su litigio con el banco. Más bien al contrario, pensó que podría imaginar una estrategia parecida a la que proponen en la obra para vengarse. Pero, como se sabe, las leyes del mundo del teatro no sirven para el mundo real. Y es que como decía Mihura "el humor verdadero no se propone enseñar o corregir, lo único que pretende el humor es que, por un instante, nos salgamos de nosotros mismos y demos una vuelta contemplándonos por un lado y por el otro".