Stanislavblog por Liz Perales

Un mendo a la altura del texto

16 septiembre, 2016 16:07

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Ángel Ruiz en La venganza de Don Mendo. Foto: Antonio Castro[/caption]

Hay obras que no se pueden llevar a escena hasta encontrar al actor que interprete al protagonista. Y si hay uno que pudiera hacer el de La venganza de don Mendo en nuestros días ese es Ángel Ruiz, un cómico con un gracejo extraordinario y de una calidad interpretativa que yo creo hubiera hecho las delicias del autor de esta adorable obra. Vayan a verlo al Teatro Fernán Gómez, corran a disfrutar también con el resto del elenco, pues su labor trae el aroma de la extraordinaria constelación de cómicos del teatro español de los 60.

Al margen de todo lo que se ha escrito sobre la parodia que hace La venganza… del drama romántico y del teatro del Siglo de Oro, y de la concentración de burlas y equívocos, de ripios y rimas chistosas, de dislocaciones de lenguaje y de otros tantos artificios y recursos humorísticos que han dado fruto al denominado teatro del astracán, este juguete cómico goza también de una estructura dramática muy teatral y tiene una galería fantástica de personajes.

Pero lo que me ha gustado de esta producción que dirige Jesús Castejón es que la calidad del texto crece en el escenario con el trabajo de los actores. Castejón, gran conocedor de la zarzuela y de otros géneros menores, tiene precisamente el acierto de reunir un elenco que caracteriza muy bien a los personajes y los interpreta con el ritmo, tono y ambiente casi de historieta gráfica burlona. Da risa simplemente el hecho de detenerse a observar su apariencia, vestidos a propósito con trajes medievales burdos y falsarios que subrayan su caricatura. Y cuando entran en acción, están deliciosos, gracias también a acertados toques de dirección que sacan partido a los retruécanos, anacronismos, bromas y las rimas del texto.

Ángel Ruiz, como ya he dicho, está graciosísimo, hace un Mendo amanerado, enriquece su personaje con pequeños detalles que le hacen ganar comicidad y refuerzan su actitud de personaje picaresco y burlón (como ponerse a coser cuando está en prisión y escucha cómo Magdalena cuenta su trola, o cuando hace apartes espontáneos al público). Me quedo con la escena del trovador en la que cuenta su historia, a la manera de Hamlet.

Del resto del elenco, me ha sorprendido Marcelo Casas, actor al que no conocía. Hace diversos papeles, muy notable y convenientemente extremado su Abad, le saca bastante punta a sus ripios y a la manera de pronunciar la rima, y su rey es una broma. Me detengo también en Karmele Aranburu, chistosísima haciendo de Doña Berenguela.

Son quince actores los que forman el elenco: Cristina Goyanes (Magdalena), Roberto Quintana (Doña Ramírez), Jesús Cabrero (Moncada), Valery Tellechea (Azofaifa), Jesús Berenguer (Don Nuño), Chema Pizarro (Don Pero) y no me detengo en más pues, como ya digo, todos merecen un gran aplauso. También el simple y eficaz dispositivo escenográfico y, por supuesto, a los artífices de esta producción, por el riesgo de empresa semejante en los tiempos que corren y el producto tan digno que ofrecen.

La venganza de Don Mendo es una de mis obras preferidas, como de gran parte del público aficionado, y creo que solo un tipo muy divertido podía haber escrito una comedia tan estupenda como esta. Cuando pienso en cómo la escribió, me reafirmo en el buen carácter de Muñoz Seca; su nieto Joaquín Solís, tristemente fallecido hace poco más de un año, me contó la anécdota: el escritor sufría úlcera duodenal que le exigía guardar reposo, y en uno de esos momentos críticos que debía estar en cama aprovechó para escribir esta comedia; sus hijos recordaban que estando ellos en el comedor oían risas que venían del cuarto donde su padre estaba entregado a la tarea.

Sí, Muñoz Seca debía ser un tipo muy simpático, hay muchas anécdotas sobre él. Pero lo que ya es un chiste del destino es que cuando fue detenido en Barcelona para volver a Madrid, donde sería luego fusilado en Paracuellos por las milicias comunistas por su declarado desafecto a la República, pagara el viaje de vuelta en tren de su bolsillo, así como el de los Guardias Civiles que le custodiaban. Estos al parecer no tenían dinero.

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