[caption id="attachment_1433" width="560"] Una imagen de Rango, interpretada en el festival Madrid en Danza 2016[/caption]

Son casi únicas las grandes compañías independientes de danza española y flamenco que quedan en España, pues hoy puede considerarse toda una proeza empresarial mantener una formación de este tipo con más de 30 miembros. El próximo domingo, y después de diez años de ausencia de los escenarios madrileños, actúa en los Teatros del Canal una de estas, el Ballet Teatro Español de Rafael Aguilar, que ha conseguido sobrevivir gracias a las giras internacionales. La compañía, de 36 miembros, se ha propuesto recuperar el repertorio de su fundador, Rafael Aguilar, que dejó una importante obra coreográfica bastante ignorada y de la que ofrecerán dos de sus grandes títulos: Rango y Bolero.

Rafael Aguilar (Quito, 1929-Madrid, 1995), ecuatoriano de origen y de familia acaudalada, se dedicó primero a la danza clásica, estudió luego en el Sadler's Wells Royal Ballet de Londres y recaló en La Scala de Milán como solista, donde formó dúo con Mariemma en muchas producciones líricas. Pero cuando conoció el flamenco, conectó inmediatamente con el estilo y sintió la pulsión de que sus creaciones coreográficas transitaran por ese camino. Hoy, 50 años después de ver muchas de sus producciones, estas mantienen una frescura y una sorprendente modernidad, en las que el flamenco se da la mano con la danza española y la danza contemporánea.

El coreógrafo fundó el Ballet en 1962 con su mujer, la bailaora Manolita, y pronto comenzó a dar frutos que fueron muy apreciados por otros colegas, como Antonio Gades. Su compañía ha sido una de las pocas que ha actuado en el teatro Bolshói de Moscú y en ella han bailado figuras como Joaquín Cortés, Antonio Canales, Lola Greco, Aída Gómez, Eva Yerbabuena o Antonio Márquez. Tras su muerte en 1995, su legado se mantuvo al cuidado de Carmen Salinas, estrecha colaboradora, y en 2002 fue un brillante bailaor, Francisco Guerrero, quien tomó las riendas artísticas. Él está hoy empeñado en recuperar un repertorio que califica de “profundo y moderno” y que incluye 14 obras.

Pregunta.– Supongo que Aida Gómez, directora de Madrid en Danza y que conoció y bailó con Aguilar, tiene parte de culpa de que ustedes vuelvan a Madrid después de más de diez años?

Respuesta.– Sí, ella nos propuso hacerle un homanaje al Rafael, con un programa doble que incluye dos de sus obras más célebres: Rango, en que el público tendrá ocasión de ver el lenguaje flamenco tan evolucionado y actual que Rafael ya creaba en los años 60, y Bolero, una versión muy aflamencada de la famosa obra de Ravel con influencias de otro de sus grandes amigos, Maurice Béjart. Aguilar fue un gran coreógrafo y lo demuestra el hecho de que es el único que tiene tres piezas en el repertorio del Ballet Nacional de España. Además de las citadas, figura también Yerma.

P.– Cuando una obra entra en el repertorio del BNE, ¿se cede para toda la vida?

R.– Bueno, en el BNE sí, porque es un honor que la baile una compañía tan importante. Pero con otras compañías se cede temporalmente. La Fundación Antonio Gades nos pidió Rango, que la había bailado Gades cuando la conoció, y se la cedimos por unos años.

P.– ¿Cuántos miembros tiene su compañía? ¿Cómo han conseguido mantenerla?

R.–Gracias a las giras internacionales. Aquí es muy difícil mantener una estructura de 36 personas, la administración pone muchas trabas, y los teatros quieren que vayas a taquilla. Eso solo es posible si inviertes en publicidad entre 20 o 30.000 euros cada vez que actúas.

P.– ¿Es la razón de que no hayan vuelto a Madrid?

R.–Sí, aunque creo que también tenemos cierta responsabilidad. La gente olvida  y hay que estar haciendo el esfuerzo de llamar constantemente a las puertas.

P.– ¿Cuál es la gran aportación a la danza de Rafael Aguilar?

R.–A mí me sorprende lo contemporáneas que resultan hoy sus obras. Muchas fueron creadas hace 50 años, como Rango. Su idea fue la de ofrecer una danza teatralizada, alejada de los volantes y los lunares que se llevaban entonces. Y tampoco tiene que ver con lo que ahora todo el mundo hace: mucho pasito y mucha vuelta. Rafael quería contar cosas con el baile, y lo hizo con profundidad y conocimiento, pues  hizo confluir en sus obras flamencas otros lenguajes contemporáneos que él conoció muy bien, como la danza contemporánea o la española.

P.– En los últimos años la compañia ha trabajado mucho en Extremo Oriente, tanto que tengo entendido que almacenan allí sus escenografías y vestuario. ¿Por qué les interesa tanto nuestra danza a los orientales?

R.–También trabajamos mucho en Europa, en Alemania, Francia, Rusia… De hecho, tenemos tres almacenes. Uno en Alemania, para cuando giramos por Europa, otro en China y otro en España. Es más barato tener triplicado el vestuario que moverlo. En los últimos cinco años hemos actuado mucho en China y Taiwan. El flamenco es una danza muy temperamental, y también la música,  tiene muchísima fuerza y muestra muy bien nuestro carácter y creo que eso atrapa.

P.– ¿Cuál es el repertorio que ha dejado Rafael y cómo se rescata?

R.–En estos momentos nosotros tenemos cuatro piezas en repertorio. Además de Rango y Bolero, bailamos Carmen y Yerma. Pero él dejó unas catorce piezas. Algunas tan particulares como Danzas nacionales de España, estrenada en 1970 y para la que se dedicó a viajar por todas las regiones del país estudiando el folclore. O Llanto, basada en poemas de Vicente Aleixandre que hablan de las mujeres que quedaron solas durante la Guerra Civil cuando los hombres fueron reclutados. Diquela de la Alhambra es una obra de gran complejidad musical que investiga en las raíces del flamenco y que me permitió a  mí conocer a Rafael muy de niño. Algunas podemos recuperarlas porque han quedado grabadas y, sobre todo, porque colabora con nosotros la bailarina que estuvo con él desde sus 18 años, Carmen Salinas. Pero hay otras obras que nos será más difícil, ya que las grabaciones son muy malas.