[caption id="attachment_1468" width="560"] Jacobo Dicenta y Lucia Quintana protagonizan Jardiel, un escritor de ida y vuelta. Foto: MarcosGPunto[/caption]

Creo que si Jardiel Poncela volviera a aparecer, tal y como ocurre en Jardiel, un escritor de ida y vuelta, lo pasaría en grande viendo actuar a los actores de esta producción: se reencontraría con su ideal de mujer representado por la actriz Lucia Quintana, que está divina al frente de un elenco de cómicos en estado de gracia, muy compenetrados, con gran instinto para decir sus frases y réplicas y recrear las cómicas situaciones de la obra; una troupe que ha entendido acertadamente el humor y la poética de Jardiel como pocas veces ocurre. Caigo rendida a los pies de estos cómicos por haberme proporcionado una velada estupenda en el María Guerrero, donde acaban de estrenar la obra.

Pero no me ha gustado la licencia que se ha tomado el director y autor de la versión, Ernesto Caballero, para insertar en medio de la acción de la comedia un juicio político “bien intencionado” a Jardiel. Cuando acaba el segundo acto, Caballero dispone a los actores de la compañía a modo de tribunal, para que lancen preguntas al autor sobre su adhesión política y ello con el tierno objetivo de que el público no piense que el Jardiel con el que se está riendo era tan facha como creía, ya que fue internado en una checa en 1936, escapó  luego del Madrid republicano y tras largas peripecias en el extranjero logró establecerse en la España nacional en 1938 y estrenar el 21 de octubre de 1939 -en un Madrid ya nacional- esta obra que estamos viendo. La citada escena paraliza el ritmo de la comedia, que es un artefacto puramente cómico, y yo me pregunto: ¿por qué y para qué esta morcillita de quince minutos?

Sólo puedo encontrar dos explicaciones posibles. O es un truco para eludir la censura de la izquierda, ya sabemos que domina el mundo del teatro y aledaños; un truco como los que antes se hacían para despistar la censura gubernamental añadiendo un Ave María aquí y un Padrenuestro allá. O, si Jardiel es muy bueno y me hace reír, ¿cómo puede ser también un anticomunista, un antirepublicano total y declarado? Ante lo cual solo cabe una respuesta que cuadre con la ley maniquea de los retrovencedores de la Guerra Civil: no era tan malo,  sino un relativista desencantado. Salí preguntándome que harán si se les pasa por la cabeza representar a Muñoz-Seca, ¿cuál será el trágala?

Aún así recomiendo que vayan a ver este montaje y entren en esta delirante comedia de Un marido de ida y vuelta, que Noël Coward copió bautizándola Un espíritu burlón, según sostiene Jardiel. Y disfruten con los estrafalarios personajes y las absurdas y originales  situaciones. Jardiel es un autor entregado al humor, busca el entretenimiento por encima de todo, pero también está entregado al amor, tiene una veta sensual y poética fantástica.

[caption id="attachment_1470" width="560"] Los personajes estrafalarios y las situaciones absurdas dominan la obra de Caballero. Foto: MarcosGPunto[/caption]

Como ya he dicho, Caballero ha introducido esta comedia dentro de una estructura dramática obra suya en la que resucita a Jardiel. Consiste en lo siguiente: Se levanta el telón y oímos la voz en off de Jacobo Dicenta recitando francamente bien un poema autobiográfico de Jardiel en el que cuenta cómo transcurren sus últimos y penosos días, agobiado por la pobreza y su mala salud, y obligándose a escribir día a día el chiste que le da de comer. Entonces aparece Jacobo-Jardiel en un teatro donde se encuentra con Eloísa, el personaje de Eloísa está debajo de un almendro, y mantienen un divertido diálogo. Seguidamente, aparecen los actores de la compañía del teatro, preocupados porque no llegan los protagonistas de la obra que están representando: Un marido de ida y vuelta. Los dos espectros -autor y personaje/ Jardiel-Jacobo y Eloisa-Quintana- se prestan a sustituirlos al frente de la compañía y representar así la obra.

El elenco es extenso:  Jacobo Dicenta, muy convincente en su doble personaje de Jardiel y como el espectro del señor; su antagonista Paco, interpretado por un genial y gracioso Paco Ochoa. Y qué decir de Paco Déniz, desternillante y originalísimo en su papel de mayordomo; Luis Flores Sigerico y tiene una de las escenas mas tronchantes de la obra, la que mantiene con Leticia/Eloísa en el primer acto; Carmen Gutiérrez, maravillosa en el papel de amiga de Leticia/Eloísa y prototipo también de mujer jardielesca que tiene otra de las escenas más divertidas de la obra con Paloma Paso Jardiel como la extravagante Etelvina; atención a la joven Macarena Sanz como Cristina, Juan Talavera como el gafe Díaz…Y, por supuesto, Lucía Quintana, que borda su papel e irradia un magnetismo en escena como nunca antes le había visto.

La producción no ha escatimado en medios, a fin de darle todo el esplendor que piden las atmósferas aristocráticas de Jardiel. La escenografía de Paco Azorín es espectacular, reproduce los palcos del mismo teatro en el que nos encontramos, siguiendo el juego metateatral que propone la versión de Caballero. Y la iluminación, brillante, de colores saturados, obra de Ion Aníbal. El vestuario, fabuloso, de Juan Sebastián Domínguez, especialmente con el amario que luce la Quintana.

Sergi Belbell, que dirigió un Jardiel memorable en este mismo Centro Dramático Nacional, Madre, el drama padre, pensaba entonces que Jardiel fallaba en los finales de sus obras. Pues bien, ese principio no se cumple en Un marido de ida y vuelta, a mí me parece que tiene un desenlace genial.