[caption id="attachment_1558" width="510"] Un momento de Chateaux Margaux / La viejecita[/caption]
Se reponen en Madrid dos deliciosas zarzuelas, Chateaux Margaux y La viejecita, piezas cómico líricas de Fernández Caballero que Lluís Pasqual dirigió y adaptó en 2009 a petición del Teatro Arriaga de Bilbao. La vi por primera vez cuando se exhibió un año después en los Teatros del Canal y me dejaron tan buen recuerdo que he repetido ahora con ocasión de su reestreno en el Teatro de la Zarzuela. La memoria no me ha engañado. No se las pierdan, permanecerán hasta el 8 de abril.
Pasqual (que con esta pieza ya lleva tres espectáculos estrenados en Madrid en esta temporada) ha rescatado casi el mismo elenco de entonces. Las excepciones son el personaje femenino protagonista, -Angelita en Chateau Margaux y Luisa en La viejecita-, que en esta ocasión es interpretado por la soprano Ruth Iniesta (en alternancia con Sara Blanch), y los personajes del teniente Fernández Canedo y Fernando (en la primera y segunda pieza, respectivamente) que recaen ambos en el barítono Antonio Torres. Para el resto de los roles continúan los mismos cantantes: el barítono Borja Quiza en su estelar personaje de La viejecita (en alternancia con Ricardo Velásquez), el tenor Emilio Sánchez, y los también barítonos Miguel Sola y Antonio Torres. Y se mantiene Jesús Castejón, dando vida al locuaz locutor Ricardo Gracián, magníficamente caracterizado y que compone un entregado patriota de las ondas.
Esta producción me trae el aroma de la película Días de radio, de Woody Allen, pues Pasqual hace aquí algo similar a lo que Woody Allen en el film: recordar los días de su infancia, en los que la radio acompañaba la cotidianidad de su familia y contribuía casi en exclusiva a saciar los gustos musicales, amén de otras formas de entretenimiento. Aquella radio “con sus concursos, su propaganda, sus mentiras emocionantes, sus cuadros de actores y sus zarzuelas ambientadas en lujosos palacios y lugares exóticos”, en palabras de Pasqual, es lo que el director recrea y en la que se ambientan y se interpretan notablemente estas dos jocosas piezas, que quedan unidas sin que medie intermedio o interrupción.
Chateau Margaux comienza en un estudio de radio, reproducido por Paco Azorín en colores grises (señal de una época) en los que también se inscribe el precioso vestuario (Isidre Prunés). Castejón en su papel de Ricardo Gracián es el maestro de ceremonias de un concurso radiofónico en el que se va a elegir la canción que servirá para promocionar el vino que da título a la pieza. El director de escena se olvida del libreto original, sin mucho interés, y rescata lo que a su juicio vale la pena: la música y las canciones y las situaciones en las que muchas se cantan. También los personajes están muy bien dibujados, aunque no sé si esta labor corresponde a los cantantes-actores, que hacen un trabajo interpretativo sobresaliente y raro de ver en el teatro lírico.
[caption id="attachment_1560" width="510"] Imagen del montaje de Chateaux Margaux / La viejecita[/caption]
Esta obra de un acto, estrenada en 1887 por Fernández Caballero con libreto del gaditano José Jackson Veyán, cuenta la juerga de Angelita y su criado José a costa de beber el vino que da nombre a la pieza. Pasqual deconstruye toda la historia para adaptarla al concurso radiofónico, de modo que Angelita es una cantante sevillana que compite por el premio con el cantante gallego Fariñas (graciosísimo Emilio Sánchez). Las seis canciones de la obra parodian la copla y el género de corriente regionalista, graciosas letras de tono vodevilesco entre las que destacan el vals de Angelita, la pieza más célebre. En el estudio se multiplican los personajes, pues además de los cantantes aparecen los artífices de los anuncios publicitarios que Pasqual introduce entre canción y canción y que seguro refrescarán la memoria a varias generaciones. De igual modo, dos grupos de soldados vestidos de uniforme, hábilmente dispuestos por el director en la primera fila de butacas, se incorporan al escenario-estudio de radio para participar en números corales.
Una vez resuelto el concurso, el locutor-Castejón invita al público a escuchar la retransmisión del serial de La viejecita, ardid que le permite a Pasqual servir la pieza como si fuera la imaginación del público la que lo hiciera instigada por las ondas de la radio. Esta pieza fue escrita por Miguel Echegaray, hermano del Premio Nobel, y tuvo un gran éxito en su estreno, en 1897, protagonizada en el papel masculino de Carlos por la tiple Lucrecia Arana, con la que Fernández Caballero mantuvo una intensa relación profesional.
En esta segunda parte, Pasqual hace desaparecer el estudio de radio y en su lugar una espectacular escalera romántica con dos accesos y con la ORCAM dirigida por Miguel Ortega en el centro, interpretando una de las partituras más inspiradas de Fernández Caballero. Ahí va a celebrarse la fiesta del marqués Aguilar (Lander Iglesias), que se ha negado a invitar al oficial Carlos (Borja Quiza), quien bebe los vientos por su hijita Luisa. Pero una apuesta llevará a Carlos a la fiesta y le convertirá en centro de todas las miradas. Se trata de una obra de personaje travestido, lo que siempre es garantía de éxito si está bien interpretado. Y Quiza le da una notable gracia, tanto al cantar como al actuar, especialmente cuando entona “Al espejo al salir me miré” o en el célebre dúo que mantiene con la espléndida Ruth Iniesta.