[caption id="attachment_1792" width="560"] Carmen Machi en La autora de Las Meninas[/caption]

Gran velada la del pasado viernes, 15 de diciembre, en la que se estrenó La autora de Las meninas, y en la que el teatro -a tenor de los aplausos y los comentarios tras la función- cayó rendido a la grandeza interpretativa de Carmen Machi, protagonista de esta comedia divertidísima, satírica y política, que firma y dirige Ernesto Caballero. Corran a verla y rematen este 2017 con un marbete de buen teatro. En el Valle Inclán de Madrid y hasta finales del próximo enero.

Machi nunca defrauda pero de todos los espectáculos que he visto de ella, creo que nunca me había sorprendido tanto como en este. Aquí es sor Ángela, -una monja con una gran habilidad para plagiar obras maestras-, y su interpretación sublime me hace dudar si Caballero ha escrito el texto pensando en la actriz, o la actriz le ha ido pidiendo retazos a Caballero conforme lo ensayaban. Porque con una intuición y sabiduría extraordinaria pone en juego sus recursos físicos y psicológicos, apura al máximo su vis cómica, se detiene en pequeños detalles y gestos, cambia de un estilo interpretativo a otro… para darle verosimilitud a un personaje que no deja de evolucionar, adaptándose a las situaciones imprevistas y descacharrantes del texto.

Caballero hacía tiempo que no nos presentaba una ficción de su cosecha. Sus últimas piezas están inspiradas en hechos históricos (Reina Juana) o son versiones teatrales sobre textos de otros autores (El laberinto mágico, Jardiel, un escritor de ida y vuelta). Con La autora de Las meninas ofrece una comedia satírica y toca dos asuntos de actualidad: de un lado, la inflación de “creadores” de arte contemporáneo como efecto de la ausencia de un canon en el arte; de otro, el significado y tratamiento que tiene la cultura para el poder político. En relación con el arte contemporáneo, se dirá que a este tema Boadella  le ha sacado bastante punta, también en tono satírico y en varias obras de teatro (Daaalí, El retablo de las maravillas), y hasta en un ensayo (El rapto de Talía). Yasmina Reza aborda igualmente el asunto en Arte. Y recientemente la película The Square, que se llevó la Palma de Oro del último Festival de Cannes, incide en el mismo tema.

Pero Caballero se centra en el sentimiento y la vanidad del artista, en cómo los “creadores” entienden hoy el arte, en su afán de reconocimiento público más que en la obra bien hecha. Y lo hace a  través del genial personaje de Machi, que experimenta una transformación brutal, pues de monja humilde, tierna y piadosa, sin más ambición que la de hacer la copia casi perfecta de una pintura, pasa a monja arrogante y desmadrada, a la que se le despierta el gusanillo de ser reconocida públicamente como artista. Todavía me mondo al recordar algunas escenas.

El autor se ceba a gusto con ese arte contemporáneo que no se vale por sí mismo y exige ser explicado por el propio artista para que podamos entenderlo. Hace una descripción burlona de las tendencias experimentales más recientes y usa muy acertadamente ese lenguaje casi teológico, o más bien tecnócrata, de las teorías estéticas actuales para subrayar su ridiculez. Su crítica, tiene una intención pedagógica pues la fundamenta en la historia de la pintura desde Velázquez hasta el siglo XX, y aunque me gusta la idea, creo que alarga un poco la obra.

El espectáculo se anuncia como una distopía futurista: dentro de 20 años un gobierno de corte populista del partido Puebloenpie está al frente del país y decide vender el patrimonio para cubrir el déficit público. Esta idea es el motor que acciona el engranaje de la obra, y le permite al autor ironizar sobre los políticos y el uso burdo y utilitarista que hacen de la cultura. 

En el elenco junto a Machi está Francisco Reyes, un actor que se ha prodigado poco por España, ya que se ha formado en el teatro de Nueva York. Lo vi trabajar en una pieza de Pablo Renom, 40 años de paz, y también ha hecho varias películas con él; me cautivó tanto como su envergadura, pues es altísimo y el contraste con la muy menor estatura de Machi le da cierta comicidad a la pareja. La otra actriz es Mireia Aixalá, actriz catalana de televisión y teatro, que interpreta a la directora del Museo del Prado con bastante convicción.

El dispositivo escénico es simple pero de una gran eficacia, lo firma Paco Azorín. Son tres pantallas que imitan los muros de la sala donde se exhiben Las meninas en el Prado. En las pantallas se proyectan los cuadros a los que se hace referencia, pero también sirven para recrear las aspiraciones artísticas de la protagonista. La obra está producida por el Centro Dramático Nacional y la empresa catalana Focus.