[caption id="attachment_2059" width="560"] Nuria Espert interpretando el Romancero gitano en La Abadía[/caption]

Ayer en el Teatro de la Abadía Nuria Espert volvió a ofrecernos un recital de poesía. De Lorca. Romancero gitano. Ella, que ha dado muchísimos recitales, volvió a su poeta y a su director, Lluís Pasqual, y con su voz de prestancia única nos guió sabiamente por la imaginería del granadino siguiendo las corrientes de unos romances cuajados de gitanos, lunas, pámpanos, estrellas, caballos, navajas, sangre… para culminar con Grito hacia Roma que toma prestado de Poeta en Nueva York y que oírselo a ella, además de un privilegio, te deja temblando.

Disfruté mucho con este pequeño recital, y creo que también lo hará el público aficionado; y si yo fuera actriz o quisiera serlo tampoco me perdería esta máster class de Espert, es una ocasión única para comprobar su magisterio y su gran sentido musical del verso, pues así lo interpreta, como si fuera una partitura; y, desde luego, hay que llevar a los chavales, sobre todo ahora que los niños ya no aprenden romances, tienen que conocer lo que la poesía puede obrar en los corazones, la filigrana que alcanza el lenguaje y la belleza de cómo suena.

Esta pequeña obra de cámara surgió casi por azar. Pasqual iba a colaborar con Nuria en un dramatización de algunos poemas del citado Romancero para que la actriz los recitara en San Pertersburgo el próximo mes de noviembre, cuando vaya a recoger el Premio Europa de Teatro con el que ha sido galardonada.  La inesperada disponibilidad de un escenario como La Abadía, y el triste episodio que llevó a Pasqual a dimitir de la dirección del Lliure, permitieron que ambos se centraran en este poemario y crearan algo más ambicioso.

Pasqual ha transitado prácticamente por toda la obra del autor, y es uno de los que mejor lo ha traducido a la escena. Su vinculación con Lorca es muy grande,  es autor de un libro en el que lo considera su “hermano gemelo” (De la mano de Federico, ed. Arpa). En este recital, además de firmar la puesta en escena, ha cosido para Espert una leve dramaturgia que une estos romances. Son retazos que  ella desliza, recuerdos o apuntes biográficos simpáticos, también hay anécdotas sobre el poeta, y opiniones sobre el significado de los poemas… Nada más comenzar cuenta la actriz que de niña ya recitaba poemas en los llamados “nidos del arte” que se organizaban en las barriadas de Barcelona los domingos por las tardes; un lugar donde la gente sobre un pequeño escenario tocaba el piano, actuaba, cantaba… ella recitaba  y, añade con  picardía, “y ya tenía éxito”.

Como se sabe, Lorca se inspiró en las formas poéticas medievales y muy populares del Romancero español, que narraban episodios épicos o historias de personajes y que se fueron transmitiendo porque la gente los oía cantar y se los aprendía de memoria. Con la publicación en 1929 del Romancero gitano Lorca retoma la métrica del romance (versos octosílabos y rima asonante), y actualiza los argumentos, dando el protagonismo a los gitanos de Andalucía y su marginalidad social, aunque , así lo expresó Espert, es “la pena” la idea central de toda la obra.

Espert está sola en escena, vestida de negro, quizá excesivamente riguroso, y dispone de una hilera de butacas de teatro para sentarse creando la sensación de que está en un ensayo. La luz reproduce las ambientaciones que refieren los poemas: la noche lunar, la noche de sangre… Pasqual ha seleccionado once romances de los 18 que componen el Romancero. La actriz acompaña el recitado con la expresividad de su cara y el movimiento de su cuerpo: en Reyerta es fácil identificar la imágenes expresionistas que nos sugieren las metáforas que oímos (las navajas de Albacete/ bellas de sangre contraria,/ relucen como los peces…); acentúa el dramatismo en el celebérrimo Romance de la pena negraSan Gabriel tiene un tono alegre y encantador, como exige el relato de la Anunciación…; la historia incestuosa de Thamar y Amnón. El Romancero termina con el Romance de la Guardia Civil en el que el poeta carga contra el cuerpo, y sale muy mal parado.

Pasqual ha incluido dos poemas más que no pertenecen al libro de los gitanos y que trazan dos  brochazos más íntimos de la personalidad y las ideas del autor. Uno procede de los Sonetos del amor oscuro, publicados póstumamente y en el que se da cuenta de un profundo e insatisfecho amor del poeta; y el ya citado Grito hacia Roma, que encuentro dificilísimo de recitar por largo y repleto de imágenes surrealistas, y en la que muestra su inconformismo social y político. Oídos en conjunto, la diferencias formales son evidentes, pero el efecto de sus palabras es impactante y emocionante.