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Hace apenas dos semana comentaba aquí la adaptación teatral de la película La strada. Hoy elijo escribir de otra obra que tiene toda la pinta de convertirse en el exitazo de la temporada teatral madrileña y que también tiene su origen en la gran pantalla, Perfectos desconocidos. De siempre las relaciones del cine y el teatro han sido caminos de ida y vuelta; lo curioso es que el triunfo que pueda alcanzar una película conviva poco tiempo de después con el de su versión teatral de manera tan fraternal.
Es sabido que hay varias maneras de medir el éxito de una obra, pero al que yo me refiero no es ni de crítica ni de los profesionales, sino el que refrenda el público haciendo posible con su asistencia que semana tras semana se mantenga en cartel. Estrenada en el Teatro Reina Victoria de Madrid el 27 de septiembre pasado, esta comedia la han visto ya 32.926 personas, con una venta anticipada a día de hoy de 8.800 entradas. Me informa uno de los productores, Jesús Cimarro, que ha programado la obra hasta finales de marzo, pero su voluntad, si las cosas siguen así, es prorrogar hasta el comienzo del verano. Si llega a mantenerse durante 10 meses es, sin duda, clamoroso éxito, pues haciendo una proyección alcanzaría los 120.000 espectadores. Para tener una referencia, el Teatro Español, con dos salas, tuvo una asistencia la temporada pasada de 81.386 espectadores que vieron alguno de sus numerosos espectáculos, según publica en su memoria.
Es difícil saber por qué gustan las cosas, pero de partida Perfectos desconocidos es un texto muy divertido, fresco, que hace humor de una situación muy verosímil que luego se torna tragicómica. Plantea un juego al espectador, un juego peligroso porque terminará desbaratando todo y desenmascarando a los personajes de la comedia: varias parejas de amigos se reúnen a cenar en la casa de uno de ellos; de entrada, la anfitriona plantea romper la rutina habitual de estos encuentros con la ocurrencia de que todos pongan sobre la mesa sus móviles, irán leyendo en público todos los mensajes que les vayan entrando para demostrar a sus parejas y a sus amigos que no guardan turbios secretos.
La comedia casi siempre pisa el terreno de la realidad y es verdad que esta obra es muy actual, habla del tema de la comunicación en una época en la que estos artilugios han modificado completamente la manera de relacionarnos y de actuar. Pero en realidad el argumento que subyace es muy clásico: la infidelidad, la falta de confianza, la amistad traicionada, el silencio que suele abatir a las parejas de larga duración.
Perfectos desconocidos nace como una comedia cinematográfica del italiano Paolo Genovese estrenada en 2016, en la que Álex de la Iglesia encontró suficiente atractivo como para hacer un remake magnífico solo un año después. Con esta película De la Iglesia dio un giro a su estilo para ofrecer una comedia elegante, con un punto de humor negro, ritmo ágil y sorprendente tensión (en la línea de la adaptación de Un dios salvaje, de Polanski). Contó con un elenco capitaneado por Eduard Fernández y Belén Rueda y su película fue una sorpresa de taquilla, ha sido la más vista de toda su filmografía.
La obra de teatro se estrenó en Buenos Aires protagonizada por el gran Alejandro Awada y los mismos productores argentinos son los que han animado la producción madrileña, cuya versión firman David Serrano y Daniel Guzmán (éste último también la dirige). De los siete actores que la protagonizan destacan Alicia Borrachero y Fernando Soto como la pareja anfitriona, y tambien Antonio Pagudo, gracioso y dramático. El resto del elenco reúne figuras populares, Olivia Molina, Elena Ballesteros, Jaime Zarataín e Ismael Fritschi-, que actúan compenetrados y se mueven bien en el registro cómico.
Entré a ver esta comedia con cierto escepticismo, pensé que tras haber visto la película difícilmente me sorprendería. Sin embargo, es muy efectiva. Creo que si el cine alcanza a tocar mejor los resortes emocionales, el teatro está más próximo a la risa. Esta obra está trabada con situaciones y giros imprevistos, ocurrente, bien dialogada. Esta versión transcurre de una forma divertida aunque el primer final que se nos ofrece no puede ser más dramático. Sin embargo, su autor, no se resigna a romper el canon de la comedia y opta por darnos una segunda oportunidad y ofrecernos otro desenlace más acorde con el género.