Noche inolvidable con el Ballet Nacional
[caption id="attachment_2100" width="560"]
Hay tantas piezas hermosas en el repertorio que presenta el Ballet Nacional de España (BNE) en el Teatro de la Zarzuela en su programa del 40.º Aniversario que una sale de allí cayendo en la cuenta de que lo visto es solo la punta del iceberg de lo que esconde esta compañía. El espectáculo reúne una muestra de las distintas vertientes de las que se nutre la danza española, de una riqueza apabullante, reflejo de la asombrosa y variada cultura de nuestro país, pero también de unos creadores que han encontrado una fuente inagotable de inspiración en la cultura popular. Queda pues para el recuerdo esta inolvidable celebración de la compañía en el Teatro de la Zarzuela que termina el domingo.
La celebración del 40.º aniversario coincide también con la salida de su actual director, Antonio Najarro, prevista para agosto de 2019, de manera que esta ocasión supone también una oportunidad para hacer balance de sus ocho años de trabajo y evaluar la forma física de la compañía, que muestra una gran versatilidad y técnica para enfrentarse a este ambioso programa, que además tiene el aliciente de que el Ballet actúa con la la ORCAM en directo y un formidable equipo de músicos de diferentes tendencias, que van desde los cantaores Rafael de Utrera y María Mezcle, al pianista Dorantes, el guitarrista José María Gallardo o el folclorista Eliseo Parra, entre otros.
¿Qué elegir de un repertorio tan extenso, que bebe de tantas fuentes? Supongo que Najarro tenía claro seleccionar algunas piezas de danza bolera. ¡Qué exquisitez y qué rareza! Bailarines en zapatillas de ballet clásico, con ese braceo tan particular y esas cabriolas, a la vez que hacen sonar sus castañuelas y visten ricos y estilizados atuendos inspirados en un cuadro de Goya. Abre el programa Eritaña, con los primeros bailarines Débora Martínez y Sergio Bernal, y luego Puerta de tierra, con Miriam Mendoza y Eduardo Martínez,también primeros bailarines. Ambas piezas son de Antonio Ruiz Soler (Antonio El Bailarín) con música de Albéniz.
No podía faltar una muestra de la labor coreográfica de Antonio Gades, el primer director de la compañía, que sentó las bases sobre las que caminaría: “Recuperar una cultura que se estaba perdiendo, basada en una raíz eminentemente popular… que intentará abarcar todas las danzas españolas, repartidas por las distintas regiones, ya que era un ballet de todos los españoles. Aunque el flamenco es una parte importante de la danza española, no va a ser exclusivo”, llegó a declarar en su momento. De Gades se representa un fragmento de su último trabajo, Fuenteovejuna. La escena de Lavanderas (paso a dos y pelea) es una extraordinaria dramatización dancística, de gran plasticidad reflejada en la paleta de colores del elegante vestuario del cuerpo de baile de las lavanderas (obra de Pedro Moreno), y en la que se pone de manifiesto la confluencia que hace Gades del folclore con el flamenco.
[caption id="attachment_2099" width="560"]
Otra pieza obligada es el Zapateado de Sarasate, también de Antonio Ruiz Soler, que quizá es la que más emociona al público por el virtuosismo en los pies que exige al bailarín. Es un solo masculino, a ritmo de piano y violín, que Francisco Velasco ejecuta maravillosamente.
Muestra del rico folclore español es Romance (Galicia), de Juanjo Linares que es, además de sorpresa, un torbellino de alegría. La introducción de la pieza a cargo del músico e investigador del folclore Eliseo Parra, en medio del escenario usando una sartén para llevar el compás de una pieza es, simplemente, genial. Luego se representa un danza de boda en la que todo el cuerpo de baile arropa a los novios ejecutando briosas danzas gallegas.
Y otra pieza fundamenal, quizá la más equilibrada, hechizante y abstracta, considerada la obra maestra de la danza estilizada: Ritmos. Alberto Lorca la coreografió en 1984 y se la dedicó a La Argenitinita. La música de José Nieto esta concebida como variaciones en torno a una melodía. Es una danza fascinante, con pasos a dos (magníficos Aloña Alonso y Franciso Velasco), pasos a tres y cuerpo de baile.
Por último, Ícaro, el solo que ha coreografiado Najarro para el primer bailarín del Ballet, Sergio Bernal, con música de Dorantes. De ritmos flamencos, la pieza es muy elegante, bebe del ballet, y permite al bailarín lucir su gran formación física y ejecución técnica. Para terminar, Najarro elige un cuadro flamenco que muestre la fuerza arrolladora de este baile, rescatado de su ballet Sorolla, con un vestuario elegantísimo de Nicolás Vaudelet.
El programa incluye muchas más piezas, también muy célebres, y va precedido de un desfile del rico vestuario empleado en algunos ballets del BNE, que es exhibido por los bailarines. También se proyecta un breve documental.