En la ingente producción de Calderón figura una pieza que sedujo especialmente a los románticos del XIX pero que no fue hasta fechas relativamente recientes que los directores contemporáneos repararon en ella: La hija del aire, tragedia profana de largo relato en torno a un personaje fascinante, la malvada Semíramis. La obra trata de la ambición de poder y del mal ejercicio de la libertad, dos asuntos sobre los que nuestro autor orbitó en otras piezas, pero que en esta ofrece singularidades. La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) acaba de estrenarla en el Teatro de la Comedia, y es una pena que todo el esfuerzo (¡y el dinero!) invertido en esta producción dirigida por Mario Gas no tenga un resultado más esplendoroso.
A esta producción le preceden otras dos de éxito clamoroso en nuestro país: la dirigida por Lluís Pasqual en 1981, con Ana Belén como actriz protagonista, y que no tuve ocasión de ver. Y la de Jorge Lavelli con Blanca Portillo en 2004, que todavía recuerdo como uno de los trabajos más rotundos y espectaculares de la actriz, en una versión de más de tres horas en torno a una escenografía que sugería el zigurat de la Torre de Babilonia.
Ahora tenemos a Marta Poveda dando vida a una mujer confinada en una cueva desde su nacimiento (un tipo de personaje recurrente en el repertorio de este autor) por mandato de Venus para evitar que se cumplan el vaticinio de Diana: que sea origen de caos y maldad en el mundo. Metáfora empleada por Calderón para indicarnos que la ambición de poder, que representa Semíramis, cuando se desata no tiene límites, razón por la que los dioses la han encerrado. Semíramis “forzará” su fortuna, se liberará de sus cadenas y, en contra de lo que le ocurre a Segismundo en La vida es sueño, teñirá de tiranía y muerte su reino. Calderón nos recuerda la idea cristiana de la libertad, de que somos libres para hacer el bien o el mal.
Poveda, actriz de indudable valía especialmente con el teatro barroco, da perfectamente el tipo por físico, actitud y técnica para enfrentarse a un personaje representación de lo demoníaco, capaz de subyugar sus sentimientos a su ambición de poder, que es su motivación principal. El papel le exige experimentar una metamorfosis en su ascenso al poder, pues llega a interpretar varios personajes: Semíramis rescatada de la cueva como una bella salvaje que evoluciona hasta convertirse en cortesana cauta y sagaz, luego en reina ambiciosa y asesina, y termina suplantando a su hijo Ninias.
Pero ella, como el resto del elenco, nada puede hacer frente a un verso actualizado, que ha perdido la belleza y la impronta del original y una dirección que camina confusa, ofreciéndote un relato uniforme. También se echa de menos un trabajo más serio en la dicción del verso y en cómo traducirlo en acción, algo que venía distinguiendo a la CNTC. Para Mario Gas este es el primer trabajo que hace para esta institución.
El autor de la versión, Benjamín Prado, además de eliminar varios personajes del original, dice haber respetado “los metros y las rimas, octosílabos, heptasílabos o endecasílabos donde los había, y rima consonante o asonante donde era así, pero las palabras son, nueve de cada diez veces, otras”. No parece Calderón lo que oímos, desaparece el complejo uso que hace el autor del verso, en el que no solo dicta la acción y la musicalidad (importantísima en esta obra) también otros aspectos como el espacio, el tiempo, y recursos de distracción, sorpresa, apelación.
Si a esto sumamos la traslación a la que Gas ha llevado la obra, el resultado añade más perplejidad. ¿Por qué los oficiales de Nino y sus soldados van vestidos como si estuvieran en la I Guerra Mundial? Ridículos resultan otros ejemplos, como el atuendo ruso oriental que le han puesto a José Luis Alcobendas. Y eso que el vestuario lo firma una veterana como Franca Squarciapino.
Gas se ha rodeado de un equipo artístico capitaneado por Ezio Frigerio, que en colaboración con Riccardo Massironi ha realizado una escenografía bella inspirada en un bajorrelieve de arte mesopotámico que ocupa todo el foro, reproduciendo la cueva y sirviendo también de decorado para el resto de la obra. Es el elemento más destacado de esta producción.