La cartelera madrileña rebosa de estrenos y de títulos, y aquí reseño uno de los más interesantes, el trabajo de cierre y despedida de Helena Pimenta al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC): La vida es sueño. Es su segunda producción de la obra, pues justamente se estrenó como directora de esta institución con un montaje memorable de este título en 2012; ahora nos ofrece una producción más sobria y de menor duración, pero en la que hace un muy buen uso del espacio escénico y le imprime un ritmo ágil que impone la savia joven del entregado elenco de La Joven de la CNTC. Espero que esta producción viaje dentro y fuera de nuestras fronteras, reúne buenos mimbres y sirve nuestro gran clásico con un barniz de modernidad.
Es notable el aprovechamiento que hace Pimenta del espacio de la sala, prácticamente vacío pero dibujado y acotado de forma ejemplar por el iluminador Juan Gómez Cornejo. La directora sube a los jóvenes actores que interpretan a Rosaura (Irene Serrano) y su criado Clarín (Juan de Vera y Mariano Estudillo se alternan) a los andamios y anclajes de las luces para simular que andan entre riscos, y luego los baja a la escena cuando encuentran la gruta donde se oculta Segismundo (Alejandro Pau). Una cortina plástica industrial de lamas en el foro (escenografía de Mónica Tejeiro) permite a los personajes salir y entrar e insinuar con el efecto traslúcido de la cortina figuras y ambientaciones lumínicas muy sugerentes. En la esquina del escenario, un piano.
La historia de Segismundo tiene una acción trepidante en la obra de Calderón, comienza en unas montañas, donde está la gruta del protagonista, se desplaza a una corte polaca, y hay hasta un campo de batalla donde se alzan contra su rey unos vasallos “revolucionarios”. Para trasladar al público a estas distintas situaciones la directora se ayuda de varias disciplinas, y aunque ello viste y alegra el montaje, en ocasiones estos recursos son gratuitos. Por ejemplo, incorpora una eficaz coreografía para sugerirnos la lucha en el campo de batalla, pero la danza que emplea al inicio de la obra, cuando nos presenta al elenco, es un tanto inexplicable. Los apartes musicales, con cancioncillas interpretadas por parte del elenco, pretenden dar color, ligereza e implicar a todos los miembros de La Joven al precio de restarle dramatismo y coherencia estilística.
Juan Mayorga firma la versión. Según me explicó el autor, es la misma que ya hizo para el primer montaje de Pimenta que protagonizó Blanca Portillo, ahora ha eliminado varias escenas para una versión de hora y media que se ajusta a los horarios de programación de las dos salas del Teatro de La Comedia (esta producción comienza a las 18:00 horas en la sala pequeña Tirso de Molina y debe terminar antes de las 20:00 horas para que dé comienzo en la sala principal El gran mercado del mundo). La poda de Mayorga priva a la obra de escenas importantes, como por ejemplo el primer encuentro que tiene Segismundo con su padre Basilio (escena trascendente, ya que no se conocen, no se han visto nunca, y en ella se desencadena el conflicto con su padre); o la escena de insubordinación de su soldado, que Segismundo manda encarcelar.
Esta es la obra teatral más destacada de nuestra cultura barroca, donde se concentra el alma de nuestro teatro clásico, y donde su autor combina belleza, emoción, filosofía y religión en un texto de muchas lecturas. Calderón nos habla de la ambición de poder y de sus perversos efectos, -metáfora de por qué Segismundo está encerrado -pero el autor nos recuerda que somos libres para ejercer el bien o el mal, de acuerdo a la idea cristiana de libertad. También nos habla de las dobleces de la vida, de que aparentamos ser lo que nos conviene, no lo que somos.
Ese juego entre vida y sueño Pimenta lo aborda con gusto, con cambios de luz y distinguiendo a una parte del elenco -que actúa como un coro- con una vestimenta neutra y de color blanco. Destacar la labor entusiasta de estos jóvenes actores, tan bien entrenados en el verso por Vicente Fuentes que no parecen iniciados, y especialmente a Alejandro Pau que nos ofrece un Segismundo apasionado y energético.