Lo último de Peter Brook, Why?, es un espectáculo síntesis en forma y fondo, de 70 minutos, de su ideario teatral, contenido sobre todo en su célebre libro El espacio vacío. La gran fragilidad del teatro, y del arte en general, es que siendo fuente de belleza y de grandes satisfacciones para el hombre, corre el riesgo de ser reprimido y coartado por su poderoso atractivo para el poder político de los regímenes dogmáticos. El arte, como la libertad, nunca está a salvo, exige un permanente estar en guardia, una permanente defensa.
Brook nos presenta, en el Teatro María Guerrero de Madrid, a tres actores vestidos de negro, con chaquetas que a lo sumo se ponen y quitan: la gran y personalísima Kathryn Hunter, el cofundador de Complicité, Marcello Magni, y la británica Hayley Carmichael. Al trío se añade un pianista, Laurie Blundell, que ilustra musicalmente las escenas. El espacio, apenas habitado por una alfombra, alguna estructura tipo perchero para simular, y tres sillas. En el foro, una pantalla exhibe discretamente alguna imagen al final del espectáculo.
La obra tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera comienza con una fábula humorística, que relaciona el teatro con la religión: Dios ha creado el mundo, pero los hombres se aburren durante el día de descanso, el séptimo, así que le piden que les resuelva el problema. Dios les envía el teatro, lo que les plantea una serie de preguntas que les costará resolver, ya que hoy todavía esperan respuesta: ¿Por qué hacemos teatro?
Los actores se emplean a fondo en dar una respuesta, ofreciendo sus propias anécdotas, divertidas y payasas. El teatro como entretenimiento y placer del público: "El verdadero trabajo de un actor comienza después de la primera actuación", porque actuar "encuentra su verdadera naturaleza solo con una audiencia", dice el viejo Brook. Los actores hacen una demostración de su gran control del gesto y del movimiento, y nos desvelan algunos misterios del arte teatral con cierta hilaridad: Magni representa a un borracho por medio de acciones físicas, sin texto. Toda una declaración del teatro que le gusta y que completa cuando dice: "si en un teatro solo oyes palabras, vete a casa". En realidad, están hablando ya de las teorías de Meyerhold, el discípulo aventajado de Stanislavsky, que intentó liberar el teatro del pasado y al que consagran la segunda parte de la obra.
A partir de entonces, la obra se torna dramática, un triste tributo a Meyerhold, un idealista bolchevique que acaba encarcelado y asesinado por el estalinismo como sospechoso de no ser un buen comunista cuando dejó de interesarle montar a los autores del realismo ruso. El relato de la vida de Meyerhold, al que acabaron arrebatándole el teatro que había erigido en Moscú y asesinando brutalmente a su adorada mujer, adopta casi la forma de teatro documento. Meyerhold culmina su penúltima escena con un acto heroico, desdecirse ante un tribunal soviético de las confesiones que le arrancaron mediante torturas. Su denodada búsqueda de verdad le llevará a la muerte.
De eso se trata, parece decirnos el viejo Brook, de perseguir la verdad tanto en el arte como en la vida.