El consumo de contenidos digitales se ha disparado con la pandemia. Me cuentan que algunos periódicos se están pensando aprovechar la ocasión para herir de muerte sus ediciones impresas; que las editoriales se animan a la conversión de su fondo a digital si no lo habían hecho ya; los teatros líricos sacan sus repertorios al ciberespacio; las plataformas de series de televisión y películas hacen su agosto; la música por su naturaleza siempre estuvo ahí, pero… ¿qué pasa con el teatro? ¿Ha muerto el teatro?

De todas las disciplinas artísticas, el teatro, también la danza, durante este mes de epidemia ha sido la más afectada con el cierre de los espacios. Para intentar evitar su deceso han surgido placebos que intentan simular que el teatro está tocado, pero no hundido. 

Se trata de contenidos “parateatrales” que los teatros ofrecen a través de la web y de sus redes sociales, con la consecuente guerra de cifras sobre su consumo que ya se atisba en el horizonte y que me deja turulata: La propietaria de los teatros La Latina y Bellas Artes puso en marcha #PantallaPentación y dice que cien mil personas han visualizado las obras de su repertorio que han emitido a través de su web desde el 18 de marzo; por su parte, Cirque du Soleil estrenó CirqueConnect, un especial de 60 minutos que reunía algunos de los momentos más especiales de tres de sus icónicos espectáculos circenses: Kurios-Cabinet of Curiosities, O y Luzia y que el pasado viernes, 27 de marzo, han visionado seis millones de personas. Si estas cifras son las que dicen, no sé si están haciendo un favor al teatro. 

La lista de las iniciativas es larga, nombro algunas de las que me resultan más ambiciosas: El Centro Dramático Nacional ha puesto en marcha #LaVentanaDelCDN, programa online que se parece más bien a un foro, pues casi permite hacerse un training en redes sociales y a la vez un máster en teatro contemporáneo gratis: emite obras ya estrenadas de su repertorio, pero también ha creado un club de lectura, debates con artistas, podcasts de creadores analizando obras, propuestas para estudiantes… Por su parte, La Abadía ha creado el proyecto virtual más cercano a la experiencia teatral, #TeatroConfinado, ya que a través de la aplicación Zoom convoca al público previo pago de la entrada (5 euros) para ver la actuación de un artista en streaming. Cada convocatoria se celebra a las 20:00 horas y solo pueden participar entre 20 y 30 personas, con el fin de preservar un encuentro íntimo que permita al actor ver a los congregados virtualmente e incluso charlar con ellos. Hay que señalar que La Abadía paga a los artistas que participan.

Otras instituciones han tirado de su archivo, como RTVE, que dispone de más de 300 obras, además de entrevistas a artistas ya desaparecidos de gran valor historiográfico. Y la Teatroteca del Centro de Documentación Teatral del INAEM, que desde antes de la pandemia ya ofrecía a investigadores e interesados su catálogo de 1.595 títulos. Y luego hay muchas iniciativas personales, de artistas y estudiosos que han comenzado a divulgar generosamente sus archivos y materiales de estudio o promueven iniciativas de escritura dramática o grabaciones de interpretación.

Es necesario mantener el espíritu teatral vivo entre los profesionales y entre el público, y a eso sirven principalmente todas estas experiencias. Pero todo artista y aficionado sabe que el teatro no es comparable a una experiencia virtual, que ver una obra de teatro en la pantalla del ordenador tiene mucho de aburrida misa televisada. He visto obras de teatro en vídeo, pero solo y únicamente con intención investigadora, nunca de disfrute. Tio Vania en la calle 42, de Louis Malle, es una adaptación de la obra de Chejov magnífica porque es una película. 

De todas las artes, el teatro es la que peor matrimonio hace con lo virtual porque está contra su naturaleza. Es como la comida: un vídeo en YouTube puede enseñarnos a hacer una receta, pero solo sabremos si está buena si la probamos. El teatro es representación, que como dice la RAE, consiste en “hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene”, por eso se conjuga en modo indicativo porque en sí mismo es un hecho real. El teatro lo hacen actores presentes que actúan frente a espectadores presentes; así de sencillo y, en estos tiempos de confinamiento, así de difícil. 

@lizperales1