El pasado 9 de julio la revista norteamericana Harper’s publicó una carta suscrita por 153 escritores, artistas y periodistas anglosajones en la que critican la intolerancia y la vocación censora a los discursos contrarios a la corrección que impera en universidades, revistas y editoriales; igualmente critica la instauración de una “cultura de la cancelación” (Cancel Culture) que promueve escraches y acoso online a personas públicas cuando no destrucción del patrimonio histórico. El texto —que puede leerse aquí— subraya la condena al ostracismo y a perder su trabajo a la que están expuesto los que combaten los discursos dominantes, especialmente al pronunciarse sobre temas identitarios de raza o género. Firmas como Salman Rusdhie, Martin Amis, Margaret Atwood, J.K Rowling, Steve Pinker, Bill T. Jones, Wynton Marsalys o Noam Chomsky apoyan el texto.
Según informa el New York Times, la carta, encabezada por Thomas Chatterton Williams, escritor y columnista del citado diario y de Harper's, se gestó en el círculo de estas publicaciones neoyorquinas, con un grupo de escritores y periodistas (Robert Worth, George Packer, el historiador David Greenberg, el politólogo Mark Lilla). No fue una reacción a un caso concreto de censura, pero hacía pocos días que se había hecho pública la renuncia de más de la mitad de la junta del Círculo Nacional de Críticos del Libro (National Book Critics Circle) por su declaración de apoyo a Black Lives Matter.
Los promotores de la carta invitaron a firmas que representaran un amplio espectro político: “pensadores negros, musulmanes, judíos, personas trans y homosexuales, viejos y jóvenes, de derecha e izquierda", explica Chatterton Williams. Desde Chomsky a Francis Fukuyama. Pero la redacción de la carta se identifica con la ideología progresista, la que un día representó el Partido Demócrata al que la mayoría de los firmantes probablemente vota, pero cuya actual deriva radical y extremista es precisamente la ideología que el texto critica.
Contexto y reacciones
Este carta ha sido extensamente difundida, pero en unas circunstancias que vale la pena señalar, así como las inmediatas y feroces reacciones que ha suscitado:
1.- Aparece justamente dos días después de que Donald Trump diera su discurso en el Monte Rushmore con motivo del Dia de la Independencia, el 4 de julio, y en el que toma la avanzadilla sobre este asunto y anuncia que luchará contra este movimiento intolerante que amenaza los fundamentos de la nación: “Una de sus armas políticas (de las turbas radicales) es la cultura de la cancelación, expulsando a la gente de sus trabajos, acallando a los disidentes y exigiendo sumisión total al que está en desacuerdo. Esto es la definición del totalitarismo y es completamente ajeno a nuestra cultura y nuestros valores y no tiene ningún lugar en los Estados Unidos”. Aunque carta y discurso coinciden en condenar los mismos hechos, la carta, para que no haya equívocos, se distancia de Trump al considerarlo “una amenaza real a la democracia”.
2.- El mismo 9 de julio la demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso, a las preguntas de periodistas sobre el derribo de la estatua de Colón en Baltimore, su ciudad natal, dijo: “Las personas harán lo que hacen… creo que desde el punto de vista de la seguridad sería una buena idea que se elimine (la estatua) si la comunidad no la quiere… Creo que corresponde a las comunidades decidir qué estatuas quieren ver. Es muy importante que derribemos cualquiera de las estatuas de personas que cometieron traición contra los Estados Unidos…”.
3.- La diputada demócrata Alexia Ocasio-Cortez contesta al día siguiente de la publicación de la carta de los intelectuales, el 10 de julio, desde su Twitter, sosteniendo que la cultura de la cancelación es un derecho: “Las personas que en realidad sufren la cancelación (la censura) no publican ni amplifican sus ideas en los principales medios”; “Es como si la persona que se queja tuviera el derecho a tener una amplia y cautiva audiencia cuando uno es víctima de que la gente pueda elegir cuándo desconectarse (de lo que dices)”; “Lo probable es que no te cancelen, sino que estás siendo desafiado, interpelado o no te gusta lo que dicen de ti”; “Muchas de las personas realmente canceladas son aquellas a las que se les negó una audiencia justa a sus ideas: defensores de los derechos humanos palestinos, abolicionistas, anticapitalista y antiimperialista. Y no esos oponentes picajosos que defienden a los demonios en el New York Times”.
4.- Cuando la carta se publicó, algunos de sus firmantes pidieron retractarse tras el aluvión de críticas que recibieron en las redes sociales. Uno de los cofundadores del diario digital norteamericano Vox, identificado con la izquierda, Matthew Yglesias, fue criticado por su colega trans Emily Van Der Werff por haber firmado la carta: “Me hace sentir menos segura en Vox”, dijo, para a continuación pedir que no lo despidieran del medio en el que los dos trabajan. Qué decir de los comentarios suscitados entre izquierdistas cuando vieron estampada la firma de Chomsky.
Clima prerrevolucionario
El ambiente que vive Estados Unidos se podría calificar casi de prerrevolucionario, con movilizaciones y campañas lideradas por grupos adscritos a ideologías identitarias como el #MeToo, Black Lives Matters, los grupos antifa, los movimiento LGTBI... que los líderes del Partido Demócrata apoyan en ocasiones de forma nítida, otras en la sombra. Hace mucho tiempo, antes incluso de la elección de Trump, que allí se está librando una guerra cultural (una guerra de ideas) sorprendentemente liderada por las élites culturales, educativas y empresariales y cuyos escenarios son las universidades, los medios de comunicación, las multinacionales tecnológicas, organizaciones supranacionales, Hollywood... y ahora el conflicto se ha trasladado también a la calle con el tema racial. El objetivo es implosionar la cultura occidental, sus normas morales, sus instituciones civiles, sus derechos políticos y un largo etcétera.
El discurso en esta contienda sustituye el razonamiento y la lógica por los sentimientos e impide un debate de ideas confrontadas. Cualquier cosa dicha o sugerida, o interpretable como sugerida, contra los sentimientos de cualquier miembro de cualquier grupo identitario al que se ha atribuido la condición de oprimido (mujeres, negros, gais, trans, ecologistas…) se considera inadmisible. Es lo que le ocurrió recientemente a la escritora J.K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, a la que se boicoteó por un artículo en el que expresaba su disconformidad con que los transexuales compartieran los baños femeninos.
De ahí el temor a expresarse libremente de los signatarios de la carta, temen perder su trabajo, además de ser humillados públicamente en las redes. El popular y polémico actor y presentador Ricky Gervais lo dijo en una entrevista reciente: “La gente quiere conservar su trabajo”, para explicar que hoy sería imposible hacer su programa The Office porque las turbas de indignados sacan de contexto las cosas, y su falso documental se basa en la ironía y el humor.
No hay día en el que no aparezca en los medios de comunicación americanos informaciones sobre acciones talibanes en defensa de valores diferenciales que hay que preservar. En este fin de semana pasado la Escuela de las Artes Cinematográficas de la Universidad de Carolina del Sur prohibió la exhibición de las películas de John Wayne, atendiendo las protestas de los estudiantes que, siguiendo consignas de Black Lives Matters, pedían preservar “valores culturales antirracistas”. También el Partido Demócrata de Orange County (California) decidió eliminar el nombre del actor del aeropuerto local de Santa Ana.
Si bien la mayoría de los firmantes de la carta se identifican con políticas progresistas y liberales, el Partido Demócrata norteamericano al que seguramente votan ha dejado de representar a esa izquierda moderada que en Europa equipararíamos a la socialdemocracia. El Partido Demócrata actual, cuya ala más radical lidera hoy Ocasio Cortez, apenas se parece al de Bill Clinton. Su radicalismo actual ha sido ventajoso a Trump y a los republicanos, que incluso lo han animado.
Este texto de los 153 surge precisamente en un momento en el que su nuevo candidado, Joe Biden, es su cara más moderada, pero la feroz reacción que ha suscitado la carta da una idea de lo “podemizada” que está allí la izquierda política así como los ambientes culturales, y de la brecha ideológica abierta en la sociedad norteamericana.