Yo soy el que soy se promociona como el último espectáculo del Teatro Pavón Kamikaze antes de su cierre definitivo el 31 de enero. Para la ocasión nos ofrecen esta función musical de autoficción del violinista Aaron Lee en el que el músico nos habla de la condición heroica de su homosexualidad. Otro nuevo ejemplo de obra propagandística y narcisista; detecto que la moda del auto sacramental gana posiciones en nuestros escenarios, pero ahora sobre todos los tópicos de la cultura progre. Ya nos avisó Peter Brook que este teatro ideológico produce un teatro mortal.

Lo que mantiene a esta función en la línea de flotación artística, capaz de producir una emoción estética, es que también es un concierto. Aaron Lee es un virtuoso del violín y aquí nos da muestra de ello, especialmente cuando interpreta al final del espectáculo la Chacona de Bach, pieza clave y de gran dificultad técnica en el repertorio de este instrumento. 

El programa se desarrolla en torno a la canción I Am What I Am (del musical La jaula de las locas), que oímos varias veces con variaciones, y está trufado con fragmentos de célebres bandas sonoras (La lista de Schindler, El mago de Oz con su célebre Over de rainbow emblemático para la comunidad gay, Cinema Paradiso, La vida es bella), adaptaciones de canciones populares (A quién le importa, I will survive, La vie en rose, Singing in the rain…) y clásicos (La pasión según san Mateo de Bach, Beethoven, Schostakovich, Strauss, Tchaikovsky). Acompaña a Lee el pianista Gaby Oldman, que ha preparado junto con el joven violinista esta selección musical muy adecuada para un público profano.

Cada interpretación musical es precedida de un capítulo biográfico de Aaron Lee, y es la actriz Verónica Ronda quien nos lo cuenta; no le faltan cualidades interpretativas a la narradora, que hunde cuando puede su ironía en este relato dramático en el que Lee y otros personajes hablan por su boca y, además, es una estupenda cantante de potente voz, como demuestra cuando empuña el micrófono para deleitarnos con la versión en español de I Am What I Am y, luego, en un bis. Pero con los mimbres que le han dado poco puede hacer, no hay dramaturgia ni siquiera en la forma de monólogo, es narración.

Aaron Lee ha escrito una novela de título homónimo al del espectáculo sobre el episodio autobiográfico en el que reconoció su homosexualidad a sus padres y del precio que pagó por ello: entonces, cuando tenía 17 años su padre lo llevó a una isla del Pacífico (él es descendiente de surcoreanos) y lo tuvo retenido hasta que reconoció que se había “curado”, después de darle una paliza. Fueron penosos días en los que el violín fue su único consuelo; también la aparición por televisión de Rodríguez Zapatero en el Congreso defendiendo el matrimonio gay. Cuando alcanzó la mayoría de edad, se independizó de su familia, fue músico callejero, hasta convertirse en el violinista más joven de la Orquesta Nacional de España. He leído que fue Miguel del Arco quien animó a Lee a llevar la novela al escenario, para lo que ha colaborado con Zenon Recalde en la dirección de escena.

Antes hacía referencia a que el auto sacramental ha vuelto al teatro, pero si en la contrarreforma los autores-propagandistas se esmeraban por discursear alegóricamente por medio de elaborados artificios, y así estimular la imaginación del espectador, aquí solo hay YO. Ocurre con algunas de las piezas asociadas a corrientes teatrales como la llamada “autoficción” o la del teatro-documento que tanto abundan en estos días y que sin un propósito artístico que las sostenga caen en aburrido ejercicio narcisista si no en otra cosa.

@lizperales1