'Las troyanas' como pieza de cámara
La versión de Ángeles González-Sinde del clásico de Séneca, dirigido por Adriana Ozores, permite seguir la tragedia de estas troyanas como un drama social intenso
Sin entrar en el tema de si Las troyanas es obra que corresponde figurar en el repertorio de la CNTC, me ha sorprendido gratamente su representación en la sala Tirso de Molina de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), un escenario próximo al espectador con un aforo limitado. Casi siempre he visto esta tragedia en anfiteatros al aire libre con la carga ritual y distante que imponen, mientras aquí funciona gracias a este contexto como una pequeña pieza teatral de cámara de gran intensidad dramática.
Por otro lado, Ángeles González-Sinde, autora de la versión, ha sintetizado y dialogado con ritmo y criterio la pieza original de Séneca, distribuida en cuatro largos monólogos, y ha ido a lo nuclear de su historia: los griegos han arrasado la ciudad y han acabado con sus representantes, ahora toca someter al sufrimiento y la humillación a lo que queda de la familia real de Troya: sus mujeres, cuya suerte será la esclavitud.
Adriana Ozores, que tantas noches en este teatro debe abrigar su memoria cuando brilló como actriz de la recién fundada Compañía por Marsillach, ha vuelto para estrenarse ahora como directora de escena. Supongo que para un actor o actriz trabajar con una directora que antes lo fue da mucha confianza y soporte, conoce las dudas íntimas que atenazan al actor y detecta por dónde pueden venir las asociaciones emocionales con las acciones físicas. Lo evidente es que las interpretaciones son fabulosas, orgánicas y convincentes, alejadas de la declamación impostada que suele planear en la tragedia grecorromana.
Casi todos los personajes tienen su pequeño momento: magnífica, llena de dolor y venganza está Pepa Pedroche como la matriarca Hécuba, sobre la que pivota la obra; Elsa González compone la dolorosa madre Andrómaca a la que le arrebatan a su pequeño hijo continuador de la estirpe y por lo que es sacrificado y, sobre todo, la que se encomienda a la protección del legado de su marido Héctor, legado que será aniquilado y que opera como metáfora de la ciudad arrasada; Sara Moraleda arrastra el peso de ser Helena, origen de la guerra y objetivo de reproches de todos los bandos; y Alba Enríquez da vida a Políxena de infame destino.
En los personajes masculinos descansan los victoriosos: Javier Lara es un moderado y cerebral Agamenón, Alfredo Noval es Ulises, sagaz y falso militar enviado a cumplir órdenes, y Víctor Saínz encarna a Pirro, que debe sacrificar a Políxena siguiendo los deseos de su padre Aquiles. Alejandro Saá se multiplica en varios personajes: es augur de potente voz y cumple el papel de Corifeo.
Ozores mueve al coro como una coreografía (ha contado con Jon Maya para esta labor), grupo de víctimas que recorren el escenario y al que se unen o del que salen los personajes cuando les toca hablar. Un escenario presidido por una gran cabeza que recuerda las de Jaume Plensa y que aquí cumple la función de ruina y tumba de Héctor. La escenografía es de Alesio Meloni, que también firma un vestuario de harapos estilizados en gris, y todo guarda una sintonía cromática en grises. La iluminación de Gómez Cornejo.
Espacio y versión permiten seguir la tragedia de estas troyanas como un drama social intenso; en realidad, los antiguos nos revelan que nuestras preocupaciones no están tan alejadas de las suyas. Séneca y mucho antes Eurípides, muestran su interés por el trato a los vencidos y la magnanimidad o clemencia que se espera de los victoriosos tras una guerra. Aquí, sin embargo, también se ha querido cargar las tintas en hacer de la obra un estandarte del feminismo, lo que explica que Ozores escriba en el programa de mano sobre Hécuba: “es motor y bandera de gran parte del movimiento feminista hasta nuestros días”. Como los clásicos están muertos no pueden levantarse para responderle. En cualquier caso, directora y autora han querido que la versión remara en ese sentido, y ello explica también la incorporación de dos personajes extra: Noble Troyana (Marta Guerras) y Mujer Troyana (Silvana Navas), representantes de los dos estamentos femeninos que como la familia real también sufre el destino infausto que les aguarda.