José Luis Alonso de Santos ha recuperado el teatro cómico renacentista en Fiesta de farsantes, espectáculo en el que hilvana más de media docena de pasos de Lope de Rueda (1510-1565) en torno a una elaborada dramaturgia que ensalza el teatro como espacio de risa y placer. Su labor con estas piezas picarescas protagonizadas por tipos de los bajos fondos de la sociedad urbana del siglo XVI no se ha limitado a versionarlas, algunas han sido escritas completamente por él a partir de los originales. La obra resulta una fiesta, por lo que tiene de gozoso y fresco divertimento dirigido sobre todo a un público joven, pero también de viaje a nuestra mejor tradición cómica y a los orígenes del teatro del Siglo de Oro.
Esta producción impulsada por el Festival Iberoamericano del Siglo de Oro de Alcalá de Henares se asienta en un equipo muy familiar: si Alonso de Santos firma la dramaturgia, la dirección descansa en su hijo Daniel Alonso, que arma una puesta en escena sencilla e inspirada en las representaciones que hacían los cómicos de la legua por las plazas de los pueblos. Vemos entonces a una troupe de comediantes que sobre un tablado hacen y deshacen los pasos. El dispositivo escénico es de una gran sencillez y todo a la vista del público: unos telones que los propios actores quitan y ponen nos van anunciado cada una de los enredos cómicos de tono costumbrista que se van a representar. Los actores que no están en escena andan por las inmediaciones del tablado, al lado de las burras donde cuelgan ropajes mientras unos y otros se ayudan a vestirse. En un extremo, el músico Alberto Torres Ramos ilustra con su guitarra las canciones que ha compuesto para la ocasión y que los actores interpretan a modo de argamasa entre paso y paso.
El director ha reunido un elenco entusiasta y entregado, entrenados muchos de ellos en La Joven, la formación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y en la Resad. El gracejo y la alegría de estos cómicos infunde una energía que facilita la conexión con el público, a lo que ayuda las interpelaciones que hacen los actores al respetable, los saltos a la platea y las canciones y danzas. Los actores se multiplican en tres y cuatro personajes cada uno y dan rienda suelta a tanta burla y enredo satisfactoriamente, repartiendo simpatía y jugando a ser cómicos de una compañía itinerante. En el reparto figuran Jorge Cremades (célebre por sus humorísticos videos en YouTube), Carolina Herrera, Pepe Sevilla, Silvana Navas, Kevin de la Rosa, Eduardo Tovar, Guillermo Calero, Pablo Gallego y Nieves Herranz, todos con gran vis cómica.
Hoy cuando leemos los pasos de Lope de Rueda, conservados gracias al editor Juan de Timoneda que publicó 24 de su autoría, algunos resultan casi ilegibles, y quizá esa sea la razón de que yo nunca los haya visto representados hasta ahora. Alonso de Santos ha hecho un trabajo cuidadoso con la dramaturgia, ya sea como restaurador o como autor se nota que está en su salsa cuando se trata de hacer comedia. No solo nos ofrece un viaje al pasado de nuestra tradición cómica que él conoce muy bien, sino que crea un contexto metateatral que conecta los textos con el presente, lo que es fuente de humor que el público agradece.
La selección de los pasos pretende ofrecer una visión de los distintos argumentos y tipos cómicos empleados por el autor sevillano. De los siete pasos que integran el espectáculo, hay títulos que obedecen a los originales —Las aceitunas, Cornudo y contento—, pero los hay como Escuela de ladrones, que Alonso ha escrito completamente a partir de varios pasos en torno la temática del robo y la picaresca, tema persistente en el teatro del sevillano. La pieza está montada en un estilo próximo a la chirigota y es un cachondeo delicioso. En Los bobos enamorados nos presenta un personaje recurrente como es el del tipo simple y sin muchas entendederas al que aparentemente es fácil engañar; mientras el hambre y la penuria económica es el tema de El mal de ojo.
Estos pasos son los precursores del entremés que triunfará un siglo después, en el XVII, y servían para ilustrar los intermedios de las comedias. Como se sabe, la risa va unida a las clases populares, es efecto de lo feo y lo vulgar, y Lope de Rueda se aplicó esta máxima aristotélica a rajatabla, ya que en sus obras solo aparecen personajes de baja estofa, rufianes y pobres de la sociedad de su época. Su obra, tan divertida, recuerda la comedia romana de Plauto y entronca con el sainete de Ramón de la Cruz que triunfará dos siglos después en el XVIII.
Lope de Rueda era también actor y se le considera uno de los primeros en escribir en prosa y en tener compañía profesional. Como ya he dicho, este espectáculo tiene la impronta de las representaciones que en las plazas de los pueblos imaginamos hacían las compañías de los cómicos de la legua, frente a un público eminentemente popular. Quizá no hubiera estado mal que el Festival hubiera representado este espectáculo siguiendo también esa tradición, y haber trocado el escenario a la italiana del Cervantes por un entarimado en alguna de las hermosas plazas de Alcalá de Henares.