Una buena cogorza antes de la cena
Los Teatros del Canal acaban de estrenar Principiantes, adaptación escénica de distintas historias de Raymond Carver cuyo mayor atractivo es Javier Gutiérrez, actor extraordinario
Raymond Carver (1939-1988) es el gran narrador americano de la vida cotidiana. En los años noventa se puso de moda en España gracias a la publicación de sus cuentos. Pero creo que Robert Altman contribuyó bastante a difundirlo, llevó al cine varias de sus ficciones en Short Cuts (Vidas cruzadas), un peliculón con un elenco apabullante de grandes actores, que sintetizaba su estilo y las historias que le inspiraban. Carver hacía belleza de lo vulgar.
Nunca hasta ahora se había llevado al teatro en nuestro país, que yo sepa. Ahora los Teatros del Canal acaban de estrenar Principiantes, adaptación escénica de distintas historias del autor cuyo mayor atractivo es Javier Gutiérrez, actor extraordinario al que podemos ver en diálogos picados con sus compañeros de reparto, como inspirado monologuista, en situaciones violentas y también muy contenido.
Hay obras de teatro que van de qué sienten los personajes, si están felices, angustiados, enamorados… no pasan grandes cosas, las situaciones cambian poco y se resienten dramáticamente como en Principiantes. Quizá es que perdí el interés por lo que se dice en los diálogos. La obra se desarrolla en torno a una gran cogorza, la que se pillan dos matrimonios amigos que han quedado para ir a cenar y que, como en Esperando a Godot, se pasan toda la noche diciendo que se toman la última copa antes de salir para el restaurante (por lo que es fácil deducir que allí no acabarán). En escena conviven el matrimonio que forman Javier Gutiérrez y Mónica Regueiro, aburridos ya de verse las caras y que agotó los elixires del amor hace tiempo y anda con su relación haciendo equilibrios; la otra pareja -Daniel Pérez Prada y Vicky Luengo- más joven, lleva poco más de un año y sus corazones todavía palpitan.
Juan Cavestany firma la adaptación teatral sobre algunos cuentos contenidos en la antología del autor De qué hablamos cuando hablamos de amor. La borrachera es una circunstancia que le permite a Cavestany introducir dramáticamente las ficciones de Carver en forma de diálogos o monólogos: del padre de familia alcoholizado saltamos a la mujer enamorada de su primer marido que la maltrataba, hay también un cardiólogo que sabe poco de asuntos del corazón… El más lírico y potente de todo el espectáculo es la historia del matrimonio que lleva compartiendo toda una vida y solo un accidente los separa, da la oportunidad a Gutiérrez de ofrecer un monólogo emocionante y lírico, subrayado por una puesta en escena en la que el director Andrés Lima se ha esmerado.
Lima se asienta en un dispositivo escénico (Beatriz San Juan) que proyecta imágenes de paisajes en el gran ventanal que preside el salón donde están los cuatros personajes. Los cambios de iluminación (Valentín Álvárez) junto con la luz de las imágenes marcan el paso el tiempo y nos sitúan en la América de los desiertos o en la de los húmedos y nevados bosques, según sucedan las cosas. También el dispositivo sonoro y musical está cuidado, el director enmarca el espectáculo en una música misteriosa y enigmática, y recurre también a una playlist (Joe Cocker, Deep Purple, Radiohead…) para subrayar los cambios de escena.
Principiantes es una obra romántica si pensamos que todo gira en torno al amor y en cómo se transforma y nos transforma, pero el esquema de la producción basado en la encarnación de un texto, subrayado por una banda sonora y una escenografía con proyecciones, me trajo a la memoria un antiguo espectáculo de Lima, Desde Berlín, tributo a Lou Reed, de temática sórdida (la trágica relación de una pareja enganchada a la heroína) e inspirada por el célebre disco del cantante neoyorquino.