Escribo con urgencia para informar al lector de un admirable espectáculo de una originalidad tan poderosa y tan decidida como pocas veces se encuentra en los escenarios: Revisor, adaptación al lenguaje de la danza y el teatro de El inspector de Gogol, por Kidd Pivot, la compañía de la coreógrafa canadiense Crystal Pite. Las prisas están motivadas porque esta deslumbrante obra coreográfica solo puede verse hasta mañana, en los Teatros del Canal, dentro de la programación del Madrid en Danza.

Revisor es un espectáculo de una belleza que emboba, como todas las bellezas, pero que en este caso está definida por una forma nueva. Esta forma es el lenguaje coreográfico en el que se expresan los nueve bailarines, donde los movimientos y piruetas imposibles de sus cuerpos y los gestos sintéticos y acentuados siguen una mecánica farsesca parecida a la de los dibujos animados. Sólo una formación técnica muy exigente, de horas y horas de ensayo, permite alcanzar la flexibilidad y expresividad de estos extraordinarios bailarines-actores reclutados en diferentes países.

Forma original y técnica no dan como resultado belleza si no hubiera un genio que las animara, y este es la imaginación y la sensibilidad de Crystal Pite y su equipo, que transforma la narración de Gogol en una comedia atemporal y moderna sobre la corrupción y la impostura política, pero también del individuo. Los diálogos, adaptados por Jonathon Young, los oímos grabados en off, mientras los actores-bailarines hacen con su cuerpo y sus gestos unas caricaturas feroces y cómicas de sus personajes. El texto tiene una inspiración kafkiana, en el sentido de que nos remite a un régimen autoritario, un lugar impreciso donde los hombres se comportan de manera servil al poder.

Kidd Pivot - Revisor Trailer from Kidd Pivot on Vimeo.

La estructura de la pieza tiene dos partes diferenciadas: de una, el relato en clave satírica de Gogol, que abre y cierra el espectáculo, cómico y hermoso como ya se ha dicho. De otra, un acto central sorprendentemente metateatral, en la que el elenco se sale de la caricatura y nos muestra y explica el significado de las composiciones y movimientos coreográficos; tiene algo de pedagógico, pero se acepta porque nos descifra un lenguaje tan abstracto y misterioso como el de la danza. Durante este paréntesis el elenco continúa en un lugar corrompido y déspota, pero desprendidos de su vestuario teatral la sensación es que nos hablan desde una mayor y pavorosa cercanía.

La producción es exquisita, con delicada puesta en escena de Jay Gower Taylor, compleja iluminación muy pictórica en la onda del realismo del XIX (Tom Visser). No hay música, sino un espacio sonoro elaborado al milímetro, como una sutil reverberación de sonidos inquietante y enclaustrado (Owen Belton, Alessandro Juliani y Meg Roe).

Los aficionados a la danza conocen y admiran a Pite, coreógrafa canadiense, que ha trabajado con Forsythe en el prestigioso Ballet de Frankfurt y que hoy, además de ser artista invitada en las formaciones occidentales (Opera de París, Nederlans Theatre…), tiene su propia compañía, Kidd Pivot, con la que ofrece sus trabajos más personales, donde la originalidad del lenguaje es su sello de distinción.

Este espectáculo confirma una tendencia que desde hace tiempo vengo observando, y es el de que la danza es hoy el ámbito de las artes escénicas más innovador y creativo. Creo que algo tiene que ver la entrega y el alto nivel técnico que se exige a sus intérpretes, lo que hace difícil que te den gato por liebre, tan habitual en estos tiempos de relativismo artístico.

Ficha técnica:

Dirección y coreografía: Crystal Pite. Escrita por: Jonathon Young. Bailarines: Renée Sigouin, Doug Letheren, Jermaine Spivey, Rena Narumi, Ella Rothschild, Brandon Alley, Jennifer Florentino, Brandon Alley, Gregory Lau