La historia de Macbeth es sobradamente conocida para los amantes del teatro, por lo que resulta difícil encontrar aportaciones novedosas que funcionen en cada puesta en escena que se anuncia. Irina Kouberskaya consigue trascender los entresijos de la tragedia de Shakespeare y lo hace con un humilde monólogo de hora y cuarto, La cordura loca de lady Macbeth, que ha escrito a la medida de la sugestiva Beatriz Argüello.
Pudiera parecer que la obra trata de combatir el cliché que tenemos de lady Macbeth, esa malévola mujer a la que Shakespeare encarga despertar la ambición de su marido y animarle al regicidio y a otros asesinatos hasta que, una vez que tiene el campo sembrado de cadáveres, se olvida de ella. Kouberskaya se propone ya desde el título, con el oxímoron que enfrenta locura y cordura, presentarnos un personaje más complejo, al que no solo le empuja la ambición de poder, sino también la sed venganza.
Pero ¿de quién se quiere vengar y por qué? La directora indaga en el pasado de lady Macbeth, que se omite en la obra original, y recurre a la leyenda en la que al parecer Shakespeare se inspiró para este personaje femenino: lady Gruoch. Se trata de una mujer que fue adoptada de niña por el rey Duncan después de que este hubiera pasado a cuchillo a toda la familia del rey Kenneth III, abuelo de la pequeña. De manera que lady Grouch creció en el castillo de Duncan rodeada de los asesinos de su estirpe.
Ni a Kourberskaya ni a Argüello les interesa contarnos una fábula histórica desde el naturalismo ni desde el psicologismo, sino abrir un escotillón en la mente torturada de lady Macbeth. Su opción es sintetizar la historia de la tragedia intentando transmitirnos el estado de conciencia y las sensaciones de lady Macbeth, a través de un discurso retórico y de una dirección escénica impecable con referencias simbólicas y rematada con un gran final por inesperado.
Seguimos a Argüello por el pequeño escenario de la Tribueñe, sembrado con los elementos escenográficos precisos y de valor simbólico: las dos sillas doradas que son el trono de los Macbeth, los atriles musicales que representan a los personajes y caen conforme van siendo asesinados, la carretilla… Argüello tiene la edad perfecta para lady Macbeth, aquí irradia una energía misteriosa y violenta a la vez, y no nos deja perderla de vista.
[William Shakespeare, poeta del caos]
Su personaje se apoya también en una sugestiva dirección de Irina, especialmente audaz en lo que se refiere al empleo de objetos en escena por la actriz y en su movimiento físico. Argüello se sirve de ellos (una túnica que es jergón, marido o bebé; una mano de madera que identificamos con Macbeth…), y ninguno sobra porque sirven para la narración dramática y con ellos la actriz puede construir escenas de gran voltaje poético, demostrando que la huella de lo sugerido es más interesante que lo evidente.
Con este monólogo la sala Tribueñe suma un nuevo título a su repertorio, que reúne tres espectáculos dirigidos por Irina durante este mes (además de otras compañías invitadas). Es la única compañía de repertorio de Madrid y realmente es milagroso que una comunidad de artistas tan pequeña logre multiplicarse como lo hace esta y afianzarse. Pronto celebrarán los veinte años de la inauguración de la sala en el barrio taurino de Las Ventas. Sus espectáculos pueden gustar más o menos, pero no dejan impasible, siempre hay algo que destacar. La Tribueñe hace tiempo que dejó de ser un proyecto, hoy es uno de los espacios teatrales más auténticos de la ciudad.