En la obra Romeo y Julieta despiertan..., que acaba de estrenarse en el Teatro Español, los amantes peinan canas y alguno incluso tiene la memoria floja. La obra resucita a la pareja más famosa de todos los tiempos y deforma su apasionado amor trocando un amor de juventud por otro de senectud. Que ellos sean Ana Belén y José Luis Gómez no evita que el espectáculo haga aguas sin que haya forma de reflotarlo en la hora y media que dura.
En la tragedia de Shakespeare, Julieta tiene trece años y Romeo poco más y ello es un rasgo definitivo que ayuda a comprender su profundo deseo y pasión y acentúa lo dramático del desenlace. Por ello, esta producción resulta bastante incomprensible desde su planteamiento. José Luis Gómez encargó el texto al austríaco E.L. Petschinka y ha contado con el director de escena Rafael Sánchez, que dirige el teatro de Colonia. El tándem ya había trabajado en España en la fabulosa adaptación y puesta en escena de la novela Tiempo de silencio estrenada en La Abadía, por lo que sorprende más este penoso resultado.
En el programa de mano, Sánchez señala el propósito de la obra con estas preguntas retóricas: “Pero ¿por qué el amor apasionado solo está reservado para la juventud? ¿Quién o qué nos prohíbe vivir nuestras emociones más allá de los cincuenta? ¿Uno se puede enamorar con setenta años o solo le queda la opción de cuidar a sus nietos?”. Cuestiones más propias de un consultorio radiofónico que ni siquiera se responden en la obra, con la excepción de unos minutos finales donde Romeo anciano reflexiona sobre el amor en la senectud.
Tampoco asistimos a un nuevo desarrollo argumental, sino que nos vuelve a contar la historia de la tragedia de Shakespeare desde un frágil andamiaje dramático difícil de seguir para el espectador, con fallos de continuidad severos. Mezcla varios planos, pasa de la cripta en la que han despertado los amantes al sueño de Romeo anciano en un ambiente circense, incomprensible para la que esto escribe, y también los actores salen de su personaje en ejercicio metateatral para recordar sus trabajos shakesperianos de Estudio 1. Todo resulta impostado, de baja tensión, no hay manera de creérselo.
También resultaría incomprensible, si no fuera porque todos nos equivocamos, ver a dos actores como Ana Belén y José Luis Gómez, que han dado muestras más que suficientes de su excelencia en la extensa y severa escuela de las obras difíciles. Ana Belén intenta remediar el despropósito, es la verdadera protagonista, se entrega como puede, tiene oficio para aburrir, me resulta adorable especialmente cuando canta unas cortas canciones que ojalá fueran más, pero no hay nada que un actor pueda hacer con un mal texto. Por otro lado, es difícil reconocer aquí al gran José Luis Gómez cuando parece olvidar sus parlamentos en ciertos momentos.
Ellos dos no están solos, les acompaña un trío musical e interpretativo que actúa al rescate. Lo integran el actor José Luis Torrijo (muy divertido como la criada de Julieta), Irene Rouco y David San José, autor este último de la dirección musical y las canciones.