Daniel Finzi Pasca se ha prodigado en los escenarios madrileños con cuatro espectáculos desde comienzos de este año. Nuda, la última producción de su compañía, es la más reciente que ha presentado, con la que se ha inaugurado el I Festival Internacional de Artes Escénicas del Espacio Ibercaja Delicias. De propina nos ha dado la ocasión de revisitar su monólogo Ícaro y verle a él como clown, en el personaje que viene representando desde hace treinta y cinco años y en diversos idiomas.
El pasado mes de febrero finalizó la deslumbrante Luzía, uno de los dos montajes que ha dirigido para Cirque du Soleil y del que ya di cuenta en este mismo espacio. Y los Teatros del Canal programaron en marzo Azul, teatro de cámara con texto y dirección suya protagonizada por una trupe italiana capitaneada por Stefano Accorsi. Cuatro montajes de distinto formato, que dan cuenta del ritmo y el elevado nivel de producción de este director, dramaturgo y actor, capaz de combinar espectáculos intimistas y artesanales con óperas, ceremonias, eventos mediáticos y producciones circenses de todos los tamaños.
El suizo conoce bien el terreno que pisa, el de llevar el circo a los escenarios teatrales y a la inversa, desde sus distintas vertientes y lenguajes artísticos. Sus espectáculos no son una mera exhibición de disciplinas circenses, sino que con ellas arma una dramaturgia poética, bajo una dirección escénica imaginativa, con sentido dramático y de esmerada estética. La célebre y hermosa trilogía que hizo para los canadienses Cirque Eloise (Nomade, Rain y Nebbia) le sirvió de carta de presentación de su estilo y de trampolín internacional.
Finzi Pasca sostiene que un director tiene que conocer lo que es el miedo del escenario, por eso no deja de representar Ícaro, falso monólogo que anuncia como obra para un solo espectador y que le sirve para estar entrenado como actor. Al comienzo de la representación elige a uno de los asistentes del patio de butacas para contar la fábula de dos personajes encerrados en un sanatorio del que quieren huir. Es un canto a la amistad, a aceptar la diferencia, a la libertad, salpicado de números clásicos (tortazos, tropezones, confusiones…) que provocan la risa del público y enternecen su corazón.
Su aspecto físico tiene una elegancia en blanco y negro que remite a los albores del cine mudo: pelo ensortijado gris natural, zapatones, camisón blanco hasta los pies cuyos faldones son trabajosos de meter en sus anchos pantalones con tirantes estilo Charlot, y un sencillo maquillaje que se hace frente al público con un corcho quemado y que potencia el dramatismo de los ojos. Es un ensoñador de dulce y tierno carácter con fino sentido del humor muy seductor.
['Romeo y Julieta despiertan...', una descabellada visión de la tragedia]
La apuesta de integrar un espectador es arriesgada, pero Daniel Finzi tiene ojo para seleccionar de la platea a su partenaire, y para conducirle con delicadeza por la escena y hacerle perder el miedo. Logra que la "víctima" finalice la función totalmente integrado en su rol, después de protagonizar con él algunos de los sketches más deliciosos y divertidos. La escenografía recurre a un elemento muy presente en sus espectáculos, la cama. Aquí dispone de dos en paralelo, estamos en un sanatorio gobernado por monjas, otro personaje por los que siente simpatía y que le gusta sacar en sus obras.
Nuda, palabra y acrobacia
Respecto a Nuda, es el último espectáculo que ha estrenado con su compañía después de la pandemia, inspirado en la novela de título homónimo que publicó en 2014. Está concebido para cinco actores -tres acróbatas y dos actrices- y cuenta una historia de muerte y amor fraternal en diferentes planos sobre dos hermanas gemelas, distintas y complementarias.
No es el espectáculo más logrado de Finzi Pasca, la versión abusa de la narración oral y ese es su gran inconveniente. Las dos actrices (Melissa Vetore y Beatriz Sayad) son las narradoras (en español, por cierto), pero cuesta identificar a quién pertenece la voz o las voces que cuentan la historia, lo que la vuelve incomprensible, reiterativa y por momentos insulsa. Por otro lado, el plano narrativo no está bien trabado con el plano circense, este último actúa como una ilustración del primero.
Es un espectáculo de mediano formato, de buena factura técnica, con acróbatas sobresalientes en el aro y las cintas aéreas (Jess Gardolin, Micol Veglia y Francesco Lanciotti), pero sin números asombrosos (vuelve a aparecer la cama para un destacado número de trapecio). Las escenas circenses están resueltas con sentido dramático y buen gusto, la firma de Finzi Pasca, como cuando descubrimos a la marioneta arlequino con un fantástico Lanciotti haciendo sus acrobacias clownescas. A esto se añade una cuidada y eficaz banda musical que integra una versión de la popular canción infantil A la claire fontaine para el bonito número final.
Ficha técnica:
Teatro: Espacio Ibercaja Delicias de Madrid
Autor, director y diseñador de iluminación: Daniele Finzi Pasca
Intérpretes: Melissa Vettore, Beatriz Sayad, Jess Gardolin, Micol Veglia, Francesco Lanciotti
Música: María Bonzanigo
Escenografía y accesorios: Hugo Gargiulo
Vestuario: Giovanna Buzzi
Sonido: Alessandro Napoli
Producción: Compañía Finzi Pasca