La Compañía Nacional de Teatro Clásico despide el año con un estupendo artefacto cómico-musical: Los bufos madrileños. Ocho cómicos-líricos sin par en gracia y descaro integran un elenco donde no hay personajes principales, sino que todos tienen su personalidad destacada y sus grandes momentos. Corran a verlo al teatro de La Comedia, lo pasarán en grande con esta fiesta del humor dirigida por Rafa Castejón.

El espectáculo se inspira en Francisco Arderius, una figura de cuando era posible ser al mismo tiempo actor, periodista, empresario y productor de zarzuelas, que “importó” a Madrid el género bufo que por entonces triunfaba en París de la mano de Offenbach.



La trupe de Arderius, con sus descaradas suripantas o coristas ligeras de ropa, su humor satírico y sus sainetes paródicos se convirtieron en el gran reclamo de la cartelera lírica entre 1866 y 1872, coincidiendo con el triunfo revolucionario de La Gloriosa. Comenzaron actuando en el teatro Variedades de la calle Magdalena, luego se fueron al del Circo de la plaza del Rey en busca de mayor aforo.



Esto nos lo cuenta hábilmente Rafa Castejón nada más comenzar la función, ahora como actor, surgiendo de la platea para ilustrarnos desde ahí, y con ayuda del virtuoso Antonio Comas (actor y director musical de la obra), del significado de “bufo” y poniéndonos en situación de lo que vendrá a continuación. Prólogo hilvanado con ingenio y chispa y que sirve para presentar el reparto de cantantes-actores.

['Los bufos madrileños', el Teatro de la Comedia a ritmo de cancán y vodevil]



Los bufos de Madrid es un divertimento, pero también una lección de teatro sobre un género que tuvo una gran aceptación en nuestra zarzuela. Al prólogo ya descrito, le sigue la demostración empírica de lo que el género da de sí con la escenificación de una de las obras producidas por Arderius: Los órganos de Móstoles, con música de Jose Rogel y libreto del Luis Mariano de Larra (hijo del Pobrecito Hablador y prolífico autor de libretos de zarzuela, como el de El barberillo de Lavapiés).



La pieza es un vodevil en torno a la delirante anécdota de un padre viudo con tres hijas casaderas que decide subastarlas a través de un anuncio en el periódico. A partir de ahí surge una variada y entretenida tipología de personajes en los que identificamos los propios del sainete.



Paco Déniz, Antonio Comas y David Soto Giganto se caracterizan en los tres pretendientes, cada uno con una personalidad y maneras. Una sorpresa Soto Giganto, joven actor que en su papel de tipo significado por la indiferencia y la apatía ofrece una encantadora y divertida composición.

Las chicas casaderas también son el día y la noche. Natalia Hernández y su delgada figura para la hija de más edad, asunto que ella prefiere eludir con precisos pequeños gestos y con su brío característico; la robusta Eva Diago, actriz lírica para la hermana mediana; y Clara Altarriba, estupenda cantante que encarna a una hermana pequeña romántica y quizá un poco lela.



Nos queda Chema del Barco haciendo de padre vejete, irónico y con un punto de causticidad, y Castejón, que se reserva un papel descacharrante: el vecino descendiente de Don Juan Tenorio, que se introduce en el hogar de las hermanas mientras va soltando versos del Tenorio trastocados y protagonizando unos números paródicos divertidísimos. Al elenco se suma la pianista Beatriz Miralles.

Puede parecer que el término bufo remite al pasado, pero está más presente de lo que nos creemos

Y este magnífico reparto apoyado en una puesta en escena sencilla y ordenada, sabiendo lo que se quiere contar. Castejón cuenta con Gabriela Salaverri para el vestuario y la caracterización de los personajes, la otra gran pata de esta producción. La figurinista firma el vestuario alegre, colorista y desmadrado (me encanta el traje de tapicería que le han plantado a Chema del Barco) y hace un efectivo uso de las pelucas demostrando cuánto viste el hábito al actor y cuánto informa al público. Incluso se permite guiños deliciosos, como ese cocodrilo Lacoste a gran tamaño del jersey de tenis, no sé si anacrónico, que le planta a Castejón-Tenorio.

Y por último subrayar como otro elemento de la buena coordinación de este equipo la discreta y neutra escenografía de Alessio Meloni, al servicio de los actores y del vestuario. Meloni ha diseñado una escalera de revista, con dos escenarios. Por ella descienden los intérpretes en sus números musicales y cabriolas.



Puede parecer que el término bufo remite al pasado, pero está más presente de lo que nos creemos. Un exponente de este género en nuestros días es el teatro de Cheek by Jowl, la compañía de Declan Donnellan. Y en nuestro país el género tiene una larga tradición que hunde sus raíces en Lope de Rueda, continúa en el siglo XVIII con los sainetes de Ramón de la Cruz, y eclosiona en la zarzuela cómica del XIX con su “encanto fácil de ritmos y bufonadas”, en palabras de Valle.



En esta época surge Arderius, que confiaba en que el temperamento español tendente a la risa recibiría con furor sus producciones líricas siguiendo el modelo francés, como así sucedió.

Ficha técnica

Teatro de La Comedia (Madrid). Compañía Nacional de Teatro Clásico

Dirección y versión: Rafael Castejón. Dirección musical: Antonio Comas. Dirección adjunta y coreografía: Nuria Castejón. Escenografía: Alessio Meloni (AAPEE). Iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI). Vestuario: Gabriela Salaverri. Sonido: Benigno Moreno