Everywoman (Cualquier mujer), producción de la Shaubünne de Berlín que puede verse hasta hoy en el María Guerrero, tiene el interés de abordar desde una mirada actual, occidental y europea —o sea, no religiosa— un asunto eterno que es origen del teatro y del arte en general: la muerte. No teman, no se trata de una obra sobre la eutanasia u otro tema político-moral de actualidad, sino que el espectáculo nos invita a reflexionar sobre la existencia y la huella que quedará de nosotros en este mundo cuando seamos polvo. Y, claro, como ocurre casi siempre con el teatro moderno y descreído al tratar el misterio de la vida, te deja sin respuestas.

La obra tiene su interés por el tema nada frecuente en nuestros escenarios y el tono ameno y nada trascendental con el que se trata. También porque Ursina Lardi es una versátil actriz, a la que le gusta romper la cuarta pared con un tema así y de una simpatía que acentúa con el detalle de ofrecernos el prólogo en un español bastante bueno.

Pero reconozco que en su monólogo principal me perdí con su anhelo por compartir con el público reflexiones de una retórica apocalíptica (con frases del estilo “una época en la que estuviese tan cerca el final, la desaparición de todo lo que nos es querido” o “la historia de la humanidad se acaba”) y de una pedante vacuidad (“¿Ha habido otra época en que el conocimiento y la acción estuvieran tan disociados como ahora?”).

Ursina Lardi, en un momento de 'Everywoman'. Foto: Armin Smailovic

Varios elementos temáticos se cruzan y dotan a la pieza de agilidad evitando que caigamos en el aburrimiento. Por un lado, Lardi nos invita a reflexionar sobre el valor del teatro como rito colectivo en nuestros días, a partir de un acontecimiento que la conmovió. Recibió una carta de una fan a la que le quedaban pocos meses de vida y que ansiaba, como último deseo, actuar en un escenario. La actriz y el director suizo Milo Rau entraron en contacto con ella, la visitaron, la entrevistaron y la grabaron. Y ese material es el que ha hecho posible que Helga Bedau cumpliera su deseo después de muerta.

Lardi nos cuenta la biografía de esta mujer del común —joven maestra de extracción obrera que vivió el idealismo del 68 en Berlín— y a la vez nos habla de que mientras gestaba “su”  obra, ensayaba con Rau Jedermann para el Festival de Salzburgo 2020. Casualidad que este título del repertorio austriaco —que todos los años se representa en Salzburgo desde que en 1920 lo estrenó Max Reinhard—, escrito por Hugo von Hofmannsthal, sea una alegoría sobre la muerte de un rico hombre que no se ha destacado por sus buenas acciones y al que durante un banquete se le presenta Dios para anunciarle la inminencia de emprender el viaje al otro lado.  

El director se inspira en Jedermann para rodar a Helga Bedau presidiendo una larga mesa en la que se celebra un banquete con varios invitados metáfora de la humanidad. Y también toma prestado de esta obra el título, ya que Everyman es uno de los textos medievales que integra el texto de Hofmannsthal.

En el “falso monólogo” de Everywoman, Lardi, presente en el escenario con el suelo mojado y poblado de elementos simbólicos de la vida de Bedau (retratos de su hijo, piedras de sus viajes, Neil Young para ilustrar la música de su época), dialoga con ella a través de la pantalla, en un ejercicio técnico y dramatúrgico pulcro, y culmina con una pieza de Bach que ella misma interpreta al piano. Luego nos confiesa que llega el momento ansiado para el actor del aplauso, el que crea comunidad. El público se lo brinda, aunque ya puestos temí que nos pidiera que rezáramos una oración.

Como ha escrito el dramaturgo Ignacio García May en su ensayo Antes del teatro (Bolchiro), la historia de la cultura no es otra cosa que la suma de las respuestas que cada sociedad y época ha ido dando a esta permanente y angustiosa cuestión de qué es la muerte. Cada sociedad ha hecho su aportación, Everywoman bien podría ser una contribución de la nuestra (caracterizada por su perseverante intento de enterrar a Dios) a ese milenario repertorio de fábulas sobre la muerte que inicia nada menos que el Poema de Gilgamesh.

Everywoman

Texto: Milo Rau y Ursina Lardi

Dirección: Milo Rau

Dramaturgia: Carmen Hornbostel y Christian Tschirner

Reparto: Helga Bedau (vídeo) y Ursina Lardi

Escenografía y vestuario: Anton Lukas

Iluminación: Erich Schneider

Sonido: Jens Baudisch

Vídeo: Moritz von Dungern

Documentanción: Carmen Hornbostel

Ayudante de vestuario: Ottavia Castelotti

Producción: Schaubühne Berlin con Salzburger Festspiele