Nunca antes representada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, esta producción de El monstruo de los jardines de Calderón hay que ensalzarla: ¡Qué hermosa fantasía sobre el amor y la guerra!, fiesta sobrenatural escrita en verso que transcurre en una isla imaginaria, con sus dioses, ninfas, héroes, princesas y monstruos. Y cómo nos la cuenta Iñaki Rikarte, su ingeniosa puesta en escena es una segunda obra al servicio de la de Calderón. ¡Qué lección de dirección teatral!
Rikarte ha versionado el texto con frescura y gracia, sin prejuicios; con sus aportaciones dramatúrgicas el texto gana en comprensión y humor, lo hace crecer y lo actualiza sin abandonar el mundo clásico y mitológico en el que se ambienta.
Su puesta en escena lo dota de una acción intensa que rompe con el estatismo típico del actor clásico recitando versos. Esta producción de El monstruo de los jardines es de Calderón, pero lleva la firma de Rikarte ineludiblemente asociada.
['Jardiel enamorado', un retrato dramático del rey de la comedia]
La primera escena es un ejemplo del tremendo poder de sugestión del teatro, con una soberbia escenificación de un naufragio con dos supervivientes que logran llegar hasta la isla donde transcurre la acción.
Ya estamos en la isla, conocemos a los personajes -gracioso y señor- y aparece un destacamento de legionarios conectados por radiofrecuencia. Es la tropa de Ulises, que anda buscando a Aquiles para alistarlo en su ejército, presto para el combate que aguarda en Troya. Ocurre que Tetis, la madre de Aquiles, temiendo el fatal destino que el oráculo le ha prescrito, lo tiene encerrado en una cueva.
Sí, otra vez Calderón con su obsesión por los hombres encerrados en cuevas por sus progenitores. En este sentido, es simpático el guiño que Rikarte hace a Segismundo cuando nos presenta a Aquiles en su cavidad recitando aquello de “Oh mísero de mí…”.
La novedad en El monstruo de los jardines es que Calderón opta por la comedia mitológica, género que domina con virtuosismo, para volver sobre el tema del libre albedrío a partir del inocente desterrado del mundo que vuelve a él (para hacer el bien o el mal). Aquiles conocerá el amor y entonces ya no volverá al agujero. Y hará frente a su destino, en un viaje cuajado de subtramas como la de Ulises que le busca o la de una princesa de la que se ha enamorado.
Por si no había suficiente con la fauna mitológica de la isla, además de un travestido de mujer que ha surgido, Rikarte añade legionarios, mariachis y bailarinas de su cosecha, ofreciendo descontextualizaciones que parodian situaciones y aclaran su significado.
Hay muchos hallazgos dramatúrgicos, como el momento en el que Aquiles se debate entre el amor y la guerra, cuando el director hace desfilar a unos mariachis entonando un bolero que se alternan con unos altavoces que llaman a filas. O la logradísima escena final, donde somos capaz de ver un helicóptero sobre el escenario.
['La lucha por la vida', la deriva esperpéntica de Baroja]
Loa también para el joven y estupendo elenco que ha reunido, con Pascual Laborda como Aquiles, magnífico en un personaje cómico y apasionado, de muchas aristas y transformaciones. También Ania Hernández como dama enamorada, Xavi Caudevilla como Libio y Marc Servera como Ulises.
Por último, Mónica Boromello es la artífice de una escenografía compleja que es toda una fantasía y que permite a Rikarte darle la agilidad a la narración que persigue; Felipe Ramos firma la iluminación; Ikerne Giménez el vestuario (mención especial para el espectacular traje que viste la dama protagonista) y Luis Miguel Cobos, ocupado en la música -nada fácil combinar tantos estilos- y el sonido.
El monstruo de los jardines
De Calderón de la Barca
Teatro de La Comedia, hasta el 26 de mayo
Dirección y versión: Iñaki Rikarte
Reparto:
Rey: Iñigo Arricibita
Libio: Xavi Caudevilla
Sirene/ninfa/músico: Cristina García
Deidamia: Ania Hernández
Cintia/ninfa/músico: Nora Hernández
Danteo: Antonio Hernández Fimia
Aquiles: Pascual Laborda
Fileo/ninfa/músico: Cristina Marín- Miró
Lidoro: Felipe Muñoz
Tetis: Miriam Queba
Celia/músico/ninfa: María Rasco
Ulises: Marc Servera
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Felipe Ramos
Vestuario: Ikerne Giménez
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Composición musical y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico