La madre abnegada, la madre buena, la madre cariñosa. La figura de la madre goza, según parece, de gran predicamento -abnegación, bondad, amor- en el imaginario colectivo. ¡Madre no hay más que una! Para los hijos varones sobre todo, se piensa. Con la sensible enmienda de la madre posesiva y castrante. La literatura no ha refrendado la visión positiva de la madre, excepción hecha, quizá, de la poesía. ¿No se prestan los valores positivos de la madre a las necesidades de una narrativa interesante? María, la madre de Jesús, ejemplifica las virtudes de la madre gracias al relato evangélico sobre la maternidad -de una virgen- prescrito para la pintura obligadamente religiosa de tantos siglos. Y en la escultura, La Piedad, de Miguel Ángel, el hijo muerto en los brazos de la madre dolorida y dolorosa.



En el teatro, los grandes retratos de la madre tienen rasgos muy duros: Medea, Bernarda Alba, Madre Coraje..., las esposas y madres de la dramaturgia de Tennessee Williams, en la que se inserta la Violet de Agosto, la pieza de Tracy Letts que ha montado Gerardo Vera en el CDN.



Violet, una anciana empastillada y desquiciada, se hunde con su cáncer de boca, pletórica de rabia y furia, tras enterrar a su marido suicida, entre las cuatro paredes de una mansión horadada por las termitas del desamor familiar. A su alrededor, sus tres hijas. Cuarentonas. Madres e hijas, esa es otra historia. Reproches recíprocos, rivalidad, encontronazos de por vida. Sobre eso hay mucha literatura. ¿Y realidad?



Violet ataca a sus hijas con palabras dirigidas a Mattie Fae, su muy madura cuñada. Dice: Las mujeres son guapas cuando son jóvenes. Luego dejan de serlo. Hay hombres que pueden conservar su atractivo sexual durante muchos años. Desde luego, no me refiero a los hombres que van en pantalón corto y con una riñonera en la cintura. Pero algunos hombres, si se lo proponen..., mantienen su virilidad a pesar de las arrugas y el hastío. Las mujeres, no. Simplemente envejecen, engordan y se arrugan.



La coz, de pasada, a los hombres de pantalón corto y riñonera, es certera y seca. Anecdótica, sobre el vestuario. Pero el veneno escupido hacia las hijas ha sido elegido por Violet con maligna determinación desde su propia angustia de vieja. Violet sabe que lo que emponzoña su alma pudrirá el ánimo de sus hijas. Es brutal. Habla de la belleza, del atractivo sexual. No maneja otras virtudes de las mujeres y de los hombres. De las personas. ¿Las virulentas palabras de Violet -ningún hombre diría o se atrevería a decir hoy algo así- se basan en sus sentimientos y convicciones respecto a sí misma y a las mujeres o en lo que ella cree que es la opinión común? ¿Forjada por los hombres, incluido Tracy Letts?