Compré en la librería Tipos Infames un libro del filósofo húngaro László Földényi, atraído por su título. Me sonaba vagamente -no lo he leído- un libro suyo anterior, Melancolía, editado también por Galaxia Gutenberg. Inciso: Földényi es autor de un ensayo sobre el pintor romántico alemán Caspar David Friedrich, cuyo célebre cuadro El caminante sobre el mar de nubes -un tipo con bastón, en un alto risco, de espaldas, recortado contra, en efecto, un mar de nubes- es citado por Jordi Gracia en El intelectual melancólico (Anagrama) como "el cuadro más patógeno que ha dado Occidente". La melancolía, ah. Gracia está en contra de la melancolía, claro.
El título que me atrajo es Dostoyevski lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar. Dostoyevski, Hegel, Siberia, llorar. Irresistible, ¿no? El atractivo de los títulos largos (aunque también de los cortos). Este huele un poco -un mucho- a posmoderno, pero qué le vamos a hacer.
El libro resultó tener una antigüedad de seis años, y qué importará. La antigüedad -si hablamos de fechas- es una noción muy relativa. El libro, una vez leído, es tremendamente actual y, en cualquier caso, tengo recortado, a la vista en mi mesa de trabajo, un chiste del grandísimo Chumy-Chúmez, que reza: "Quien ama la actualidad perece en ella".
Dostoyevski fue condenado a trabajos forzados en Siberia durante cuatro años, en 1849, por haber participado en una conspiración socialista contra el Zar. Dostoyevski, en su estancia siberiana, escribió Recuerdos de la casa de los muertos (1861) y, aunque no existe una documentación precisa, se sabe que leyó a Hegel, pues un amigo -el fiscal del lugar, curiosamente- le proporcionó libros del filósofo alemán. ¿Cuáles? Földényi se permite especular sobre la base de que da lo mismo.
El caso es que Dostoyesvki, a juicio del filósofo húngaro, se libró, en el infierno de Siberia, de otro infierno: el representado, según comprendió, por la lógica que Hegel atribuía y trataba de imprimir tanto a la evolución histórica como al deseable comportamiento humano. Resumo: un sufrimiento derivado de pugnar sin éxito por encontrar explicaciones seculares sobre lo ocurrido y lo que está por ocurrir, lo que no siempre tiene ni tendrá explicación.
Földényi -experto en Goya y Buñuel, a no olvidar- recuerda críticamente una sentencia de Hegel, que es la cita de hoy: A quien mire el mundo de forma racional, el mundo lo mirará de forma racional.
Es difícil estar en contra de la Razón, de la Lógica y, por supuesto, de la Ilustración, compendio de ambas frente al irracionalismo. Pero, si he entendido bien, hay otro peligro inverso: el irracionalismo de la Razón. Poner todos los huevos en el cesto de lo aparentemente comprensible y explicable. Pretender que todas las soluciones a todas las dudas son posibles, y erigir otra divinidad en la que también aguarda el sufrimiento -"El sueño de la Razón produce monstruos"- por la falta de respuestas y por la sumisión -¿supersticiosa?- a tantos dictados de la Ciencia y la Técnica, portaestandartes de la Razón y la Lógica.
¿Vuelta a la Religión? No necesariamente, ni mucho menos es lo que propone Földényi. Lo que él dice -avisa-es que la Ciencia y la Técnica son ya otra forma de Religión con su infierno, quizá derivado de una no aceptación de algunos misterios e incógnitas que forman parte de nuestra esencia y de nuestro lugar en el cosmos.