Si no estoy mal informado, Memorias de un tramposo fue la única novela que escribió Sacha Guitry y el único libro suyo que ahora mismo podemos adquirir con comodidad y, a continuación, leer con regocijo en castellano. Publicada en 1935, acaba de ser editada por Periférica.
Ya tuve ocasión de decir cuando José María Flotats estrenó su Beaumarchais en el Teatro Español -hace año y medio aproximadamente- que era cosa rara el mal conocimiento que tenemos en España de Sacha Guitry, gloria nacional francesa y creador extraordinariamente prolífico: un centenar larguísimo de piezas teatrales y tres docenas de películas como director, que protagonizó en su totalidad.
Lo suyo era la comedia, y comedia es esta novela, Memorias de un tramposo, que en su sensacional arranque parece que va a ser picaresca, al estilo español o inglés, pues un desgraciado e indigente huérfano comienza a narrar su muy azarosa vida en primera persona, consignando los tristes y divertidos tumbos que jalonaron su llegada a la primera madurez, en la que, ya ducho en las artes de la supervivencia y el timo, pasó a aplicarlas para su mayor beneficio y con desprecio del resultado que sus tretas ocasionaban en los demás.
Hay que decir que el primer capítulo de Memorias de un tramposo -en el que el protagonista pierde de golpe a una docena de familiares y se queda solo en el mundo- es deslumbrante de ingenio. Divertidísimo. La escritura mantiene su concisión y su ingeniosidad, pero, desafortunadamente, se mengua hasta el límite su condición de novela, pasando a ser -sobre el esqueleto cada vez más raquítico de algunos avatares- una sucesión de viñetas, retratos y, sobre todo, opiniones. La narración cómica cede todo su espacio al ensayismo humorístico, cuasiperiodístico, sobre temas como París, los ricos, Mónaco y, especialmente, los juegos de azar. Los juegos de casino y sus triquiñuelas. El desnivel, desde el hilarante comienzo hasta la mitad y la segunda parte, es llamativo y desfavorable. Una pena.
“Bon vivant”, donjuanesco, alegre sinvergüenza, cultísimo, conservador adornado con ideas liberales en su provecho, Sacha Guitry practica un humorismo chispeante y cínico, con herramientas de razonamiento que están entre el sofisma y la aporía, coqueteando todo el rato con el desentendimiento de la moral, el humanismo y la decencia. El libro tiene mucho, como es lógico, de su personalidad y de su modo de vivir.
Sentado esto, es provocador y atendible a la vez lo que su protagonista dice del dinero y de la gente rica. El rufián se queda fascinado con los ricos -y no digamos con las ricas- en cuanto los conoce. Quiere ser uno de ellos, pues son felices sencillamente porque viven bien, con independencia y con comodidad, “siempre en busca de placer y de alegría”.
Guitry, mediante su portavoz, distingue entre los ricos que acaparan dinero y los ricos que gastan su dinero. Los primeros le parecen reprobables, pero admira y elogia a los segundos. Llega a decir: “ser rico no es tener dinero; es gastarlo”. Y, en relación a ello, emite un juicio sobre el dinero mismo: “el dinero sólo tiene valor cuando sale del bolsillo; no cuando entra en él”.
Metido en esta vía entre sofística y cínica que les decía, Guitry no sólo admira a los ricos que gastan y gastan -que derraman, por tanto, su dinero entre quienes les sirven o les venden-, sino que llega a decir: “si no hubiera gente demasiado rica, habría muchos más pobres sobre la faz de la tierra”. Y añade: “y, si yo fuera el gobierno, como dice mi portera, sería sobre los signos exteriores de pobreza fingida sobre los que impondría despiadados impuestos a las personas que no gastan sus ingresos”.
Hay que gastar los ingresos, nos dice Guitry desde su época a nosotros, lectores en tiempos de crisis. Reconoce que los cheques sin fondos deben ser castigados como ya lo son, pero propone castigar “con severidad” a “los fondos sin cheques”. O sea, al dinero estancado.
Y culmina: El hombre que atesora rompe la cadencia de la vida al interrumpir la circulación monetaria. No tiene derecho a ello.
¿Y qué pueden gastar quienes no ingresan?, ¿qué circulación monetaria interrumpen ellos? Ah, Sacha Guitry no era economista o político, era humorista. Son profesiones que tienen en común proporcionar un discurso cómico a partir de una realidad dramática.
Sacha Guitry y el dinero
22 mayo, 2012
02:00