Siento rechazo a viajar. Sobre todo, a hacer viajes muy largos, a desplazarme a lugares muy alejados. Este sentimiento me separa, al parecer, de la inmensa mayoría de mis contemporáneos, que aman viajar, y viajan todo lo que pueden y mucho menos de lo que desean. A menudo me toca discutir sobre este asunto de los viajes con conocidos y desconocidos hasta aburrirme y aburrirles a ellos. No sé por qué, pero a la gente que le gusta viajar no le cabe en la cabeza que a otros no nos guste. Incluso llegan a enfadarse.



Paradójicamente -o no- me gusta bastante leer libros de viajes. Buenos libros de viajes, de grandes escritores. Tampoco me gusta hacer deporte -ninguno-, y, sin embargo, me gusta mucho ver -varios- deportes a través de la televisión. Ahora seguiré la Eurocopa de fútbol, y desatenderé algunas de mis obligaciones. Paul Theroux es un excelente escritor de viajes. El autor de La costa de los mosquitos es bien conocido también, entre los amantes de la literatura viajera, por títulos como El viejo expreso de la Patagonia y En el Gallo de Hierro.



Alfaguara publica en estos días El Tao del viajero, en el que Theroux reflexiona sobre sus experiencias, da consejos, antologa algunos de sus mejores textos y escribe sobre los buenos escritores de viajes, entre ellos, sobre Evelyn Waugh, uno de mis favoritos. Es un libro delicioso. Theroux escribe de un modo muy grato para cualquier lector.



Uno de los capítulos del libro está dedicado a “La sabiduría viajera de Samuel Johnson”, y recoge un breve diálogo entre el prominente escritor británico del XVIII y su célebre biógrafo y amigo James Boswell.



Boswell pregunta a Johnson sobre un impresionante -como poco- lugar llamado La Calzada de los Gigantes (“The Giant's Causeway”), que, según me he informado, es una sorprendente acumulación de altísimas columnas de basalto -unas cuarenta mil, imagínate-, procedentes de una erupción volcánica sucedida hace sesenta millones de años. A la gente le encanta ir a un sitio así -está en Irlanda del Norte-, hacer fotos y volver corriendo a enseñarlas. El escueto diálogo está recogido en Vida de Samuel Johnson. Pregunta Boswell: “¿No merece la pena ver el Giant's Causeway?”. Responde Johnson: “Verlo sí; pero no ir a verlo”. ¡Magnífico! No se puede decir mejor.