Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Violencia en el supermercado

2 abril, 2013 02:00

Las crónicas de sucesos de los periódicos cuentan a diario crímenes que responden a una premeditación, a un plan previo. También a una situación sobrecargada, a un odio acumulado, a una tensión creciente o a un enfrentamiento larvado entre personas que, de pronto, encuentran una salida, un cauce de desbordamiento.

Los más trágicos si cabe son otros, de los que también suele haber noticia, que se producen de repente, sin que verdugos y víctimas se hayan visto nunca antes ni tengan relación alguna, sin que medie entre ellos ningún litigio o propósito anteriores. La casualidad parece haber determinado que dos personas crucen sus vidas y que una cabe muerta por ir a parar ahí, ante la otra. Estos crímenes, desde luego, tienen causas también, aunque son menos inmediatas y a esclarecer. Proceden de prejuicios, distancias, atribuciones o mentalidades que están en liza latente y sorda contra los demás, contra el otro, contra otro que aparece en un escenario sacudido por el malestar, el abuso, la injusticia o alguna de las múltiples enfermedades sociales, urbanas, de hoy.

El novelista francés Laurent Mauvignier narra uno de estos crímenes, una de estas explosiones repentinas, localizadas y localizables, en Lo que yo llamo olvido (Anagrama), un breve texto monologante -dirigido en apariencia a un tercero- que opta con éxito por el innecesario, pero significativo "tour de force" de estar escrito -son apenas 50 páginas- en una sola frase, coma tras coma, lo que responde, desde luego, a un concepto de desahogo, de vaciado emocional, de reflexión que sale a chorro, incontenible.

Un tipo entra en un supermercado, roba una lata de cerveza y es detectado por cuatro "seguratas" que se lo llevan a un aparte, y ya le están pegando, y media hora después ese hombre está muerto. Hay una horrible desproporción entre la nimiedad del acto que pone en marcha una reacción y su desenlace. ¿Por qué ese estallido?

El hombre tiene aspecto de vivir en la calle, marginado, pegado al alcohol. ¿Y qué?, ¿cómo entender que tal condición le llevaba a tal destino?

Mauvignier nos habla del asesinado, pero se ocupa mucho de los asesinos. Y eso es interesante. ¿Quiénes son ellos?, ¿qué les pasa?, ¿por qué llegan en cuestión de minutos a esa extrema violencia? Ahora hay un cadáver en el suelo, algo irreparable, y otras cuatro vidas -familias, esposas, hijos- están rotas, quebradas. Han saltado por los aires por el robo de una lata de cerveza. ¿O por algo más?

Escribe Mauvignier de lo que dirán los asesinos: "...no le han golpeado tan fuerte, le han sacudido porque el tipo los insultaba, quien golpeaba y gritaba era él y hablarán de una navaja que no aparecerá nunca, ante sus mujeres dirán que una vez más no han tenido suerte y nunca la han tenido en su puta vida, y ellas los creerán, y los compadecerán, los apoyarán y ellos se inventarán embustes y nadie los creerá, porque a su vez tendrán un sabor a polvo en la boca, a su vez tendrán sed y tendrán miedo por las noches..."

Image: Fran Perea

Fran Perea

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