Clark Bremer, el amor y su sombra
Este libro es una joya, un prodigio de delicadeza, inteligencia y belleza al servicio de una sutil, misteriosa y diferente historia de amor. Un melancólico romanticismo, con incrustaciones de decadentismo –me ha hecho pensar en un J.K. Huysmans estilizado-, atraviesa sus breves páginas, que también proclaman la pasión por los libros y la literatura.
Gracias a Periférica, Mary Ann Clark Bremer (1928-1996) está dejando de ser una escritora desconocida. La edición de El librero de París y la princesa rusa se suma a la publicación de Una biblioteca de verano y Cuando acabe el invierno, un ciclo de “nouvelles” de contenido memorialístico que la norteamericana, con varios nombres y en varios idiomas, fue hilvanando para dar cuenta de los fragmentos de una vida viajera y, en gran medida, desarrollada en Francia y en otros países europeos.
En las calles del barrio parisino de Le Marais, en un indeterminado momento de los años 60, la narradora cuenta la peculiar relación amorosa –quizás no consumada sexualmente- entre una madura princesa rusa, exiliada, viuda y convertida al catolicismo, y un elegante y culto librero judío. El amor por los libros y por las obras de arte más bellas crea el nexo y la atmósfera, casi religiosa –y sin casi-, que acogen la contenida y admirativa “liaison” entre ambos personajes.
El cuento La petite maison, de Jean-François de Bastide (1724-1798), que el librero le regala a la princesa, hace de espejo y, a la vez, contrapunto de los lazos tan suaves como firmes que les unen y que, enigmáticamente, les separarán. Un bajorrelieve del escultor Étienne-Maurice Falconet (1716-1791), amigo de Diderot, refuerza el decorado de un amor que se levanta, en conexión con el legado de los ilustrados franceses del XVIII, mediante la creación de un espacio de belleza e inteligencia, de una habitación a compartir sin convivir que será, al mismo tiempo, capilla nupcial y cripta. A tal efecto, Clark Bremer hace comparecer a los dogones –esa etnia de Mali extrañamente vinculada al universo extraterrestre- y a los misterios de sus santuarios y habitáculos, citando a los antropólogos Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, que los estudiaron con asombro.
Libro fino y cultista, sí, con numerosas referencias culturales ofrecidas como menú de degustación para el paladar de un lector que sepa disfrutarlas, pero, antes que nada, libro de luces y, sobre todo, de sombras en torno a la solidez de un enamoramiento evanescente.
Escribe Clark Bremer: “los dos protagonistas de un amor a destiempo, representan, a su manera, todos los demás amores a destiempo y, en cierto modo, imposibles”.
Exacto. El amor en el tiempo, el amor a destiempo. La función del tiempo en la posibilidad o en la imposibilidad del amor, que, como todo lo humano, pugna entre el deseo de permanencia y el horizonte de su incomprensible desaparición.