Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Pareja y absurdo

27 mayo, 2014 09:18

Cásate conmigo, del escritor británico Dan Rhodes, impulsado en España por Alfaguara desde hace una década, está compuesto por unos ochenta relatos muy breves, auténticos microrelatos muchos de ellos. Son viñetas, concisas situaciones disparatadas, muy basadas en los diálogos, que, en apariencia, podrían integrarse en comedias cinematográficas o teatrales –o ser el punto de partida de ellas-, pero el autor se las arregla para que constituyan una pequeña historia por sí mismas, una historia que acaba y, a la vez, queda en el aire, sugiriendo unos puntos suspensivos que se ofrecen a la reflexión del lector.

Todas las historias se centran en la pareja, en el amor, en el sexo y en el matrimonio, con especial insistencia en las rupturas y en los abandonos, varias veces al borde mismo de la boda e, incluso, ante el altar.

Rhodes, ciertamente, repasa y comenta muchos requisitos tópicos de las relaciones amorosas, de las mentalidades y comportamientos que se admiten como arquetípicos de hombres y mujeres, pero el libro se aleja del costumbrismo y también del realismo y, por así decirlo, del propósito sociológico.

Esto se debe al omnipresente papel jugado por el humor, un humor en muchas ocasiones negro e incluso cruel, y siempre vinculado a los mecanismos del absurdo: no sólo sucede algo imprevisto y disparatado, sino que, como es propio del absurdo, lo sucedido instaura una nueva lógica –fuera de la lógica cotidiana que reconocemos y practicamos- que los personajes siguen con toda naturalidad. Como suele ocurrir, ese absurdo fuera de lo real sirve, a la larga, para desvelar y comentar el absurdo anidado en lo real. El lector galopa de historia en historia en busca de las sonrisas, risas y sorpresas que el libro le ha prometido desde el principio y que nunca dejará de encontrar.

Uno de los comportamientos arquetípicos que más se repite es, en los casos de buen rollo, el empeño de uno de los miembros de la pareja –el que ha lanzado inopinadamente la bomba de la ruptura- no sólo por hacer ver al otro –el despechado, el engañado, el abandonado- “el lado positivo” del cese de su relación, sino por facilitarle en la práctica su futuro, por ayudarle en su nueva vida.

Cada historia, como se habrá deducido, está protagonizada por una pareja diferente y tiene un narrador distinto. Un tipo, por ejemplo, deja de improviso a su mujer, que se queda muy hundida. “No me gustaba verla tan triste, así que la animé a mirar el lado positivo”, asegura.

El hombre insta a la mujer a que se dedique ahora a componer sus canciones. Ella ni siquiera sabe tocar un instrumento. No importa, ya ha llegado el momento de que aprenda y empiece a componer “y más ahora que tienes tanto en que inspirarte”.

Ella se pone a la faena, y él, comprometido a decirle siempre la verdad, no tiene más remedio que comentarle que la primera balada que ha compuesto –después de comprarse un piano- es una birria. El mismo juicio severo tendrá que transmitirle al ver sus primeras esculturas, a las que ella se ha entregado después –sin tener ni idea- por sugerencia de su exmarido.

Y dice él: “Ahora voy a iniciarla en la pintura al óleo, pero no me hago muchas ilusiones. Con todo ese dolor que la corroe por dentro esperaba que a estas alturas hubiese creado una gran obra de algún tipo, pero no hay manera. Incluso empiezo a preguntarme si realmente está tan disgustada como dice”.

Así acaba el relato. El comentario final es formidable. El exmarido roza el mosqueo, casi los celos: ¿a ver si va a resultar que ella está tan campante? En unas pocas líneas Rhodes se las ingenia para decir muchas cosas. Satiriza ese empeño por ponderar al otro “el lado positivo” de la ruptura y se mofa del frecuente propósito, en hombres y en mujeres, de emprender nuevas e inéditas tareas después de la quiebra de la pareja, propósito implícitamente –sugiere Rhodes- más risible cuando se trata de tareas creativas que antes nunca había habido necesidad de abordar. Y, por supuesto, aún tiene espacio Rhodes para lanzar una andanada a la extendida creencia en que la experiencia del sufrimiento es la gran inspiradora de la creación artística.

 

Image: La larga vida de Freddie Mercury

La larga vida de Freddie Mercury

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