[caption id="attachment_937" width="200"] Una ilustración de Ed Wood[/caption]
El talento anómalo de Tim Burton rescató del olvido a Ed Wood (1924-1978). Ed Wood (1994), la película, vio implementada su promoción evocando el título con el que el escritor y cineasta fue distinguido años después de su temprana muerte: “el peor director de todos los tiempos”. Sólo en los relativizadores años de la más banal posmodernidad, la categoría de “lo peor” podía suscitar, entre risas nerviosas y cómplices, el interés razonablemente reservado a “lo mejor”.
Hubo, claro, un equívoco. La buena película de Burton se empastó con las malas películas de Wood, prestando a éstas imaginariamente una calidad que nunca tuvieron, como jamás tuvieron el favor ni de la crítica ni del público.
El caso es que Ed Wood resucitó por mediación de Burton, y llegaron a estrenarse algunos de sus viejos filmes, todos ellos pertenecientes a la más subterránea Serie B, siempre en camino hacia la Serie Z. Las antiguas películas fracasadas fueron rebautizadas como míticas, y los amantes de lo extravagante encontraron en ellas motivos suficientes para la diversión. Están accesibles en DVD algunas de ellas. Por ejemplo, La novia del monstruo (1955) y Plan 9 del espacio exterior (1959). En la primera, Bela Lugosi es un científico loco que pretende crear una raza de superhombres. La segunda es la historia de unos extraterrestres que tratan de convertir a los muertos en zombis asesinos. El perturbado Lugosi ya había fallecido, pero Wood –fueron muy amigos- utilizó minutos descartados de sus anteriores filmes juntos para hacerlo reaparecer junto a una caterva de actores frikis y marginales.
Acosado por la indigencia económica, el alcohol, la mala salud y la ausencia de trabajo en el cine, Ed Wood trató de sobrevivir con sus relatos. La editora Rosa Ruocco publicó, en 2002 y en Punto de Lectura, dos novelas cortas de Wood: La drag queen asesina y Muerte de un travesti, su continuación. En ellas aparece Glen, que se traviste en Glenda, un asesino por encargo que tiene, como poco, el mismo nombre del protagonista de Glen o Glenda (1953), una de las películas de Wood, cuyo rodaje Burton recreó con Johnny Depp y un jersey de angora como fetiche del travestido.
Wood, unido a Kathy O´Hara durante más de veinte años, tenía afición a travestirse. El travestismo y los jerseys de angora –y las serpientes- están presentes en varios de los veintiséis cuentos de La sangre se esparce rápidamente, que, con traducción de Matías Battiston, ha puesto a nuestra disposición, por primera vez en castellano, la editorial argentina Caja Negra.
Wood, por necesidades alimenticias –y alcohólicas- y por gusto, escribió estos relatos, entre 1968 y 1974, para una revista pornográfica. Tiró de los subgéneros y de la subcultura para narrar historias en las que el sexo ocupa el centro, un sexo desabrido y explícito tanto en las situaciones como en el lenguaje. Travestis, putas, gays, proxenetas, borrachos, asesinos, lesbianas, maridos y mujeres o actores son los protagonistas de unas narraciones descarnadas, amorales antes que inmorales, fatales, violentas, desesperadas y nihilistas, en las que, en no pocas ocasiones, se cuela una ternura extraña, una comprensión del dolor o una empatía con la vida (y la muerte) al margen, en los márgenes, siempre recurriendo a los arquetipos dramáticos y melodramáticos –así sea para subvertirlos- de los géneros literarios y cinematográficos codificados, sean el “western”, la novela negra o, entre otros, el terror y la fantasía neogótica.
Hay humor –tantas veces, siniestro-, piedad y crueldad, exceso y, por lo general, ausencia total de corrección ideológica, balanceo en el alambre sobre el abismo de lo inaceptable.
En el cuento titulado Una noche de sábado, que Ed Wood firmó con el pseudónimo de Ann Gora –eso parece de Almodóvar, ¿no?-, dos trabajadores de una plantación especulan mientras beben:
“-…¿Por qué no vamos por ahí y matamos a un par de putas?
-¿Dijiste “matamos”?
-Seguro. Es un sábado por la noche. Algo hay que hacer un sábado por la noche que sea aceptable y decente y le parezca bien a todo el mundo.
-Bueno, no creo que a todo el mundo le guste mucho que vayamos por ahí matando putas”.
No se crean, los personajes de Ed Wood se entregan, a su manera, a prolijas discusiones en las que se va abriendo paso una lógica y hasta una moral que no son las comunes. Son otras, como el mundo del autor es otro, aunque sepamos que está en éste, en las zonas de sombra del que compartimos sus lectores. Del mismo modo que la literatura de Wood está en los callejones con cadáveres, cubos de basura y gatos podridos. No en las avenidas por las que discurre la gran literatura. Acaso cerca de la brutalidad, es un decir, de un Jim Thompson.