Ciertamente, el antimadridismo es una corriente que se ha extendido por España en las últimas dos décadas. Mucho. Supongo que influye el crescendo de la dinámica regional centrífuga, ya que la institución blanca tiene, como El Corte Inglés, una gran potencia aglutinadora. Más claro me parece el daño que le han hecho a su imagen algunos de sus más insignes embajadores. Como la altanería pavorrealesca de Cristiano Ronaldo, con momentos cenitales como su patético top less al marcar, en los minutos de la basura, el intrascendente 4-1 al Atleti en la final de la Champions de Lisboa. Luego nos enteramos de que posaba para un documental… Tampoco se puede olvidar el histrionismo quejoso de Mou en las salas de prensa, ni su dedo incrustado en el ojo de Vilanova. Ni a Pepe, enajenado, pisoteando rivales como el caballo de Santiago Matamoros.
Curioso que aparezca tanto portugués en esta lista de figuras poco ejemplares, porque, en general, el pueblo luso tiende a la discreción. Pero es que podría añadirse otro más: Carlos Queiroz, aunque, la verdad, este tuvo poca culpa de la maniobra de Florentino Pérez (ejecutada por Valdano) que le situó al frente de la primera plantilla en detrimento de Vicente Del Bosque. Básicamente, porque el entrenador salmantino, con décadas de servicio abnegado al Madrid, no vestía trajes de Armani y no sabía idiomas. En fin, en el pecado les fue la penitencia de una prolongada sequía de títulos. Aquello fue un desastre del que, entiendo, Florentino debió de arrepentirse. El presidente blanco, por cierto, es otro indudable núcleo generador de antimadridismo. En el inconsciente colectivo encarna el poder económico omnímodo, y eso, claro, no es muy popular. Ahora, además, anda empeñado en lanzar la Superliga europea, uno feo para todos los equipos de nuestra Liga exceptuando los tres grandes.
En el indie nacional, tan futbolero (las canciones con referencias balompédicas se cuentan por decenas), hay notables representantes del antimadridismo. Uno de sus patriarcas, Jota, el líder de Los Planetas, lo enuncia sin tapujos, en entrevistas y en algunos de sus temas, como el icónico Un buen día. El buen día en cuestión arranca desayunándose la noticia impresa en El Marca de que se ha lesionado El Niñato, epíteto con el que camufla su inquina a Raúl, estandarte blanco en el 2000, año del lanzamiento de Unidad de desplazamiento, el disco que lo contiene. Aparte de dejar constancia de su fobia al 7 madridista, también explicita su filia por Mendieta, “mi 10”, ese que marca “un gol realmente increíble” en el partido que ve en casa antes de salir a comerse la noche granadina. Pero Jota va mucho más lejos en la revelación de su desprecio a la entidad merengue con El artista madridista. En la primera estrofa, puyita a Valdano: “Acento argentino y oro en el reloj, en cuanto llegues al área te vas a dejar caer”. En la tercera, más imputaciones: “Los árbitros le pitan casi siempre a favor; cazadores blancos con corazones negros”.
Jota es muy culé, lo que lo explica todo. Lo es desde que se enamoró de la estilizada potencia de Cruyff, al que vio en directo en Los Cármenes, donde acudía de niño con su padre. Culés son también los integrantes de Manel, por lo que el antimadridismo les viene de serie. Aunque su tono, en declaraciones públicas (por lo menos en lo que yo he podido rastrear), no es nada bilioso. Tienden más bien a la ironía y al tocapelotismo; a la manera de Piqué, podría decirse. Guillem Gisbert (físicamente, una versión no repulida del central blaugrana) confesó en la revista Panenka que el único autógrafo que ha pedido en su vida fue a Dertycia. Recuerdan, ¿no? Un jugador determinante en la última jornada de la Liga 92-93, la segunda consecutiva que se le escapó al Madrid en Tenerife para acabar en las vitrinas del Barça. En el bestiario negro del equipo blanco aquel Mr. Proper argentino ocupa un lugar prominente. Añadía Gisbert, vocalista y compositor principal de Manel, que la firma se la trazó con lápiz, lo que le hacía temer una desaparición prematura de tan preciada reliquia.
En aquel Dream Team operaba ya como director de orquesta un jovencísimo Guardiola. Este, siendo entrenador del Barça, en 2010, se acercó a ver un concierto suyo al Palau de la Música, y, allí, en directo y delante de todo el mundo, Manel y algunos espontáneos subidos al escenario le imploraron que renovara con el club blaugrana. El de Santpedor, por entonces, no terminaba de pronunciarse al respecto pero, curiosamente, sólo dos días después firmó la extensión de su contrato. ¿Hasta qué punto influyó aquella muestra de cariño multitudinaria en el Palau orquestada por el grupo catalán más de moda entonces? Eso sólo lo sabrá el propio Guardiola. El caso es que ese año fue cuando le endosó la manita a quien quiso ser su némesis en España: el ya citado Mourinho.
A Gisbert, como a toda figura pública catalana, se le ha obligado a posicionarse en términos de independencia sí/independencia no. Y como tantos, ha preferido esquivar ese jardín. ¿Cuál ha sido su argumento para rehuir el afán entomológico de los medios? Pues que su opinión vale lo mismo que la de cualquiera y que prefiere no arriesgar a acabar diciendo alguna tontería. Razonable. Desde luego, Manel no entra al trapo de la política. El que sí lo hace, significándose sin remilgos, es Nacho Vegas. Desde siempre. También en lo futbolístico. Como gijonés, es natural que el equipo de sus amores sea el Sporting (¡Puxa!). Mamó, pues, el antioviedismo, pero de esto dice estar curado. Lo que no se ha purgado es del antimadridismo. Ve en el Real una institución monolíticamente fascistoide (algo que es cuando menos discutible, como apuntaba Cristóbal Villalobos en Fútbol y fascismo). Su lista de agravios es larga: “Cuando era pequeño vi cómo Hugo Sánchez fingía y provocaba que expulsaran a Ablanedo [el portero]. Vi cómo San José le metía a Joaquín una patada de lo más marrullera... Viví la época de Juanito, que era un fascista tremendo. Y Santillana también, del que decían que incluso tenía carné de la falange. Esa chulería y esa suficiencia del Real Madrid es algo con lo que no puedo”. Corolario: “Soy primero sportinguista y luego antimadridista”. Queda claro.
P. s. 1: No quiero ser injusto con Ronaldo. Su actitud egocéntrica y vanidosa en el campo nunca me gustó. Pero mis amigos portugueses siempre me dicen que es boa pessoa, que pone mucha pasta para proyectos solidarios, y yo no tengo ninguna razón para no creerlo. A Mou, por el contrario, no lo defienden.
P. s. 2: En el indie también hay madridistas confesos, como Diego Ibáñez, front man de Carolina Durante. En El himno titular parece darle un palito a Ronaldo, por cierto, pero fuera del escenario reconoce su admiración hacia él: “Me ha callado la boca tantas veces…”. Incluso lleva tatuado su grito celebratorio: ¡¡¡Siuuuu!!! Aclara en el Sport que porque perdió una apuesta y que no está muy orgulloso de ello.
P. s. 3: Un fenómeno interesante es que mientras el antimadridismo crecía dentro de España, el madridismo, fuera, se ha ido disparando hasta cifras desorbitadas.