Ha sido -es aún- la polémica artística del verano, aunque no hayamos tenido noticia de ella en la prensa española. No me refiero, claro, al sainete del Ecce Homo de Borja sino al incierto futuro de una de las colecciones de pintura antigua más importantes de Europa: la Gemäldegalerie de Berlín. La Stiftung Preußischer Kulturbesitz (Fundación para la Herencia Cultural Prusiana), que gestiona entre otras instituciones los museos estatales de Berlín, anunció que había obtenido del parlamento alemán una partida de diez millones de euros para remodelar el edificio que alberga dicha colección con el fin de transformarlo en museo de arte moderno. La operación forma parte de un amplio y ambicioso plan que contempla, además del traslado de las obras de la Gemäldegalerie a la Isla de los Museos, la creación de un gran museo de arte de la primera mitad del siglo XX que solventaría una carencia crónica y completaría la deslumbrante oferta museística en la capital alemana.
[caption id="attachment_726" width="450"] Neue National Galerie, de Mies van der Rohe[/caption]
En la actualidad, la Nationalgalerie, que engloba las colecciones de arte de los siglos XIX y XX, se reparte en cinco sedes: Alte Nationalgalerie (siglo XIX), Neue Nationalgalerie (arte moderno), Hamburger Bahnhof (arte contemporáneo), Museum Berggruen, Sammlung Scharf-Gerstenberg y Friedrichswerdersche Kirche. El principal problema en este esquema es que el arte de la primera mitad del siglo XX no tiene suficiente espacio en el edificio diseñado por Mies van der Rohe en el complejo del Kulturforum de la Potsdamer Platz, algo alejado del centro, y esa estrechez se ha visto agravada por la incorporación a la Neue Nationalgalerie de la importante colección de arte surrealista y expresionista abstracto de Ulla y Heiner Pietzsch, que han donado al Estado 150 pinturas, esculturas y dibujos valorados en 120 millones de euros, y exigen que se expongan adecuadamente.
[caption id="attachment_727" width="450"] Obras de la Gemäldegalerie, en Google Art Project[/caption]
El plan tiene sentido pero es, según se ha presentado, inaceptable. Supondría que una gran proporción de la impresionante colección de pintura antigua de la Gemäldegalerie quedara durante años oculta en almacenes. A largo plazo, la idea es adaptar una parte del gigantesco Berliner Stadtschloss, el palacio real en proceso de reconstrucción que ocupa la manzana central de la Isla de los Museos, para instalar allí la colección, pero hasta que esa obra faraónica concluya -2019 según las estimaciones más optimistas- se instalaría sólo una selección, por fuerza pequeña, de los cuadros en el Bode-Museum, que no está vacío sino que alberga la colección de escultura hasta el siglo XVIII. La Gemäldegalerie no es un museo provincial que pueda expurgarse sin gran dolor de abundantes piezas secundarias: la calidad media de las pinturas es elevadísima y en cada sala encontramos obras maestras. Si no la conocen, dense una vuelta por su pobre página web, que no le hace justicia, o, mejor, hagan una visita virtual a través de Google Art Project. Es una colección amplia, con 1.500 obras de los siglos XIII al XVIII expuestas ahora en salas diseñadas para ellas, con cuidadas condiciones lumínicas, e inauguradas hace sólo quince años. Entre sus muchos tesoros: formidables conjuntos de pintura holandesa de los siglos XV y XVI, de la primera gran pintura alemana -Konrad Witz, Durero, Baldung Grien, Cranach, Holbein- y nada menos que dieciséis cuadros de Rembrandt.
[caption id="attachment_730" width="450"] Sala de Rembandt en la Gemäldegalerie[/caption]
La protesta ha sido mayúscula y ha obligado a la Stiftung Preußischer Kulturbesitz a dar explicaciones -insatisfactorias por cuanto no excluyen unos “pocos años” de permanencia de las pinturas en las mazmorras- y a pensar en alternativas. Se ha hablado de hacer itinerar por el mundo la colección y de abrir subsedes en el Kronprinzenpalais, en la Martin Gropius-Bau... Se asegura ahora que no se dará ningún paso hasta que se confirme la financiación de todo el proceso de reordenación de las colecciones pero hasta el momento no se ha ofrecido una solución que sea digna de la calidad y el volumen de la Gemäldegalerie. Muchos temen que, según está la economía y con el antecedente de otros megaproyectos paralizados, se saquen las pinturas de su actual sede y no encuentren acomodo quizá durante décadas. No habría que culpar a los Pietzsch, que han sido, al fin y al cabo, extremadamente generosos, aunque podrían haber mostrado más sensibilidad ante la difícil situación para la Gemäldegalerie que su donación ha desencadenado. En el fondo, subyace una cuestión de “valoración” que es también económica. Resulta que la Gemäldegalerie sólo tiene unos 300.000 visitantes anuales. Las visitas rápidas a Berlín dificultan el salto a la Potsdamer Platz y los gestores han pensado que un museo moderno comparable a un Pompidou, una Tate o un MoMA sí tendría el tirón turístico necesario para rentabilizar la inversión.
[caption id="attachment_731" width="450"] Ulla y Heiner Pietzsch[/caption]
Hay dos vías abiertas para recoger apoyos para la Gemäldegalerie. Una ha sido orquestada en Change.org por el profesor de Cambridge Jeffrey Hamburger; otra está respaldada por la Verbandes Deutscher Kunsthistoriker (asociación de historiadores del arte alemana). Con excepciones, como Thomas P. Campbell, director del Metropolitan Museum of Art, la comunidad artística internacional se opone al proyecto mientras no se concrete y se asegure. Esperemos que sea escuchada.