Estamos solos. Estamos perdidos. La crisis económica asociada al estado de alarma para frenar la Covid 19, que no ha hecho más que empezar, va a arruinar a innumerables trabajadores, empresas y organizaciones en el universo de la cultura. Quien pueda, luchará con sus propios medios –y, si le toca, con una propinilla de alguna administración pública– para no hundirse del todo y retomar la actividad. La eterna precariedad nos hizo fuertes: levantaremos cabeza. Pero, en el terreno de las artes visuales y el patrimonio, nos va a lastrar el desaliento, la constatación de que al Gobierno le preocupa muy poco un sector que no solo tiene un peso económico que se conoce pero no se reconoce sino que tanto contribuye a construir la identidad (detesto la expresión “marca”) de territorios y grupos humanos, fortaleciendo la cohesión social en tiempos en que la necesitamos más que nunca.
Los representantes de diversos colectivos vinculados al arte y al patrimonio ya han denunciado en los medios de comunicación el abandono de estos ámbitos por parte del Ministerio de Cultura y Deporte. Ayer, la Mesa Sectorial del Arte Contemporáneo publicó una carta abierta al ministro en la que le acusaban, con toda la razón, de falta de sensibilidad y hasta de respeto, y de desconocimiento de la materia, y reclamaban medidas adicionales, que detallaban. Tras el quiebro que nos hizo José Manuel Rodríguez Uribes en su comparecencia del 7 de abril, las recientemente anunciadas solo comprometen un millón de euros y solo para el arte actual: 500.000 (en realidad 638.000, al sumarse a los 138.000 de la habitual convocatoria anual) en «ayudas para la promoción del arte contemporáneo español» destinadas por determinantes presupuestarios a proyectos de innovación digital, lo que no parece algo muy útil o urgente, y 500.000 para «adquisición de obras de arte contemporáneo español para las Colecciones Públicas del Estado a galerías de arte y a creadores». Para que pongan esta cifra en contexto: es la misma cantidad que va a gastar en compras para el CA2M la Comunidad de Madrid y seis veces menos de lo que el año pasado invirtió el Ministerio en la adquisición de nuevos bienes para las colecciones públicas. Para museos, cero. Para patrimonio histórico, cero. No parece que el merezca el calificativo de “esfuerzo extraordinario”.
Quizá nos consolara eso: el esfuerzo. La seguridad de que hay alguien en el Gobierno dándolo todo por la supervivencia de las artes visuales. Pero, ¡ay!, al mismo tiempo que se publicaba en el BOE el decreto con las escuálidas o inexistentes ayudas, se colaba casi de tapadillo, pues no se dio ninguna publicidad o explicación al respecto, otro Real Decreto, 509/2020, de 5 de mayo, por el que se desarrolla la estructura orgánica básica del Ministerio de Cultura y Deporte. El “desarrollo” está diseñado para afianzar el poder que ya tiene en el Ministerio el Secretario General de Cultura, Javier García Fernández, al que José Guirao repescó cuando estaba a punto de jubilarse y al que Rodríguez Uribes entregó las riendas del área desde el primer momento. Pero además, y esto es lo grave, suprime, atención, la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes. El mensaje que esta decisión nos lanza es bien claro. Y muy negativo.
Justo ahora. Ahora que todo se está derrumbando. La Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes (más conocida como Promoción del Arte), que ha tenido a Begoña Torres González como titular durante varios gobiernos, no contaba con un gran presupuesto pero desarrollaba con un verdadero compromiso con la contemporaneidad el programa expositivo de Tabacalera en Madrid, contribuía a documentar y difundir la creación visual española, y ayudaba mucho a los museos estatales a poder ofrecer actividades expositivas, didácticas y de otros tipos que, con el horizonte de recortes presupuestarios que ya se vislumbra, podrían extinguirse. Vean, por ejemplo, el amplio archivo de las exposiciones organizadas, que incluyen el programa “Nuevas miradas” de intervenciones artísticas en colecciones históricas, y los proyectos La voz de la imagen, Oral Memories o PromoVideo. También coordinaba los Premios Nacionales de Bellas Artes.
Se supone que buena parte de las competencias que tenía pasarán a la Subdirección General de Museos Estatales pero todo es una incógnita porque este Real Decreto no concreta demasiado cuáles serán las funciones de las subdirecciones; sabemos solo que Museos, es decir, Carmen Jiménez Sanz, habrá de hacerse cargo de “La promoción de la creación artística y de las exposiciones y cualesquiera otras actividades de difusión de las bellas artes”. ¿Se le transferirá todo el presupuesto con el que contaba la subdirección extinta?
¿Qué objetivos se marca Rodríguez Uribes o, mejor dicho, García Fernández para la cultura en estos momentos tan críticos? Aparte de la supresión de Promoción del Arte, la reestructuración trae algunos cambios.
–La antigua Subdirección General de Promoción de Industrias Culturales y Mecenazgo ahora será Subdirección General de Promoción de Industrias Culturales, ¿Dónde queda el mecenazgo?
–La Subdirección General de Cooperación y Promoción Internacional de la Cultura se transforma en Subdirección General de Relaciones Internacionales y Unión Europea, dependiente a partir de aquí de la Subsecretaría de Cultura y Deporte. ¿Dónde queda la promoción internacional?
–La Subdirección General de Protección del Patrimonio Históricos e desdobla en Subdirección General de Registros y Documentación del Patrimonio Histórico y Subdirección General de Gestión y Coordinación de los Bienes Culturales.
En este impasse no deberían hacerse nombramientos, por lo que en el organigrama de la Dirección General de Bellas Artes –cuyo titular, Román Fernández-Baca, parece haberse tomado al pie de la letra lo de la incomunicación– abundan los espacios en blanco.
Es Patrimonio –la especialidad del Secretario General– el área más favorecida por la reestructuración y la que parece acaparar la actividad de Cultura. Se ultima una nueva Ley sobre la materia y se habla sobre una nueva categoría de protección (los “súper BIC”). Y, sin embargo, no se ha abordado la afectación de los sitios patrimoniales por la crisis sanitaria y económica más allá de una guía de desinfección publicada por el Instituto de Patrimonio Cultural de España, ni hay, que sepamos, un plan para protegerlos y reactivarlos.
Igual de llamativa es la inacción del Ministerio respecto a los museos. No ya a los estatales y a los organismos autónomos Prado y Reina Sofía, por los que debe velar directamente, sino al conjunto de museos que no son de su competencia pero que precisan en esta coyuntura de orientación y apoyo extraordinario. Ni una sola mención a los museos en el decreto de ayudas. Es del todo inaudito, hasta peregrino, que esté siendo el Instituto para la Calidad Turística Española el organismo que prepara los protocolos para la reapertura de los museos, con el criterio de llevarnos como borregos por pasillos, contando personas en cada sala y sin dejar que nos detengamos ante las obras o que cambiemos de dirección. ¿Dónde está la Subdirección de Museos? Me consta que ese departamento está trabajando sobre el asunto pero ya es hora de dar la cara, con algo más que recomendaciones. ¿Dónde la Junta Superior de Museos?
¿Quién va a incentivar la reactivación de la vida artística, con qué estrategias, con qué instrumentos, con qué medios? ¿Quién va a garantizar que unos y otros no nos hundamos? ¿Hay alguien ahí?