La doctora en etología y activista Jane Goodall, junto a su mascota, Mr. H., durante su visita a España. Foto: Cristóbal García
Cuando murió Derek Bryceson, el segundo marido de Jane Goodall, ella sintió que no habría cura para su pérdida. Él era, recuerda la primatóloga en el documental El viaje de Jane, que repasa su intensa vida y que se estrena hoy, algo más que su alma gemela. Pero Goodall, que con veintipocos dejó Inglaterra para estudiar los chimpancés en Gombe, encontró la forma de superarlo: se perdió en sus bosques y dejó que la naturaleza, simplemente, le fuera sanando "poco a poco". Se aprecia en la película de Lorezn Knauer: la antropóloga se adentra en la maleza para emerger luego en un claro, la cámara se eleva por la pendiente, hay de fondo una cascada, allá abajo queda ella, es una mujer en paz.Goodall, la coleta blanca, el enorme colgante talismán, su mascota Mr. H. en el regazo, es hoy una persona curada de muchas cosas: de los que pensaron que la protagonista de aquel reportaje de National Geographic que le dio fama mundial era sólo una chica guapa retratada entre primates, de los que intentaron frenar su discurso ecologista, de los incrédulos del cambio climático. Ha encontrado en la calma una potente arma para transmitir y crear influencia. Cuando habla de ella misma no pronuncia "yo", dice "Jane Goodall", cuando se refiere a sus últimos descubrimientos con los chimpancés se expresa en plural: "Seguimos aprendiendo mucho de ellos". Es una líder nata y, lejos de la selva, los escenarios son su terreno. Miércoles, Madrid-Barça en el Bernabéu, la ciudad está vacía y, mientras se juega el derby, la primatóloga abarrota la Sala Berlanga. A los presentes les habla sobre su película, un documental biográfico que hace hincapié en sus últimos años, desde que la científica comprendió que debía convertirse en una activista y viajar 300 días al año para difundir su mensaje. En una entrevista durante el estreno, Goodall se explica:
- Supongo que a lo largo de mi vida simplemente me he dedicado a lo que estaba destinada a hacer, no podría haber intentado ser otra cosa.
Tras su aparente ataraxia, esta mujer de 76 años milita y se enfada y repite una y otra vez: "Para mucha gente es difícil pensar en la ecología cuando están sucediendo otras tantas cosas en el mundo. Se sienten indefensos, no actúan y se convierten en seres patéticos. Hay que ayudarles a entender que con cada cosa que haces en cada uno de tus días marcas la diferencia. Simplemente consiste en meditar las decisiones que tomas: ¿Qué comes y de dónde viene esa comida, implica sufrimiento de animales, se utilizan pesticidas químicos para cultivarla? ¿Qué ropa vistes, quién la ha fabricado, estás seguro de que no ha sido mano de obra infantil en China o en la India? ¿Cómo te desplazas, sería posible elegir el transporte público o ir en bicicleta o caminando? Sólo con eso ya hay un cambio, y si pueden cambiar un millón de personas, luego pueden hacerlo dos millones e inspirar a otros muchos más".
Para los desesperanzados, los que dicen que no hay solución para el desastre planetario, Goodall tiene sus argumentos:
- Confío en el cerebro humano, que ha superado dificultades históricamente y que ahora debe dedicarse ahora a pensar en que el cambio climático es una realidad. También les digo que, por ejemplo, un área destruida merece una oportunidad, que puede regenerarse e incluso ver nacer un nuevo ecosistema. Por otra parte, me esperanzo con la energía y la dedicación de los jóvenes, los veo en los institutos Jane Goodall, que están muchos países, desde la guardería a la universidad, y hay esperanza cuando todos me preguntan: 'Doctora Jane, qué podemos hacer para mejorar el planeta?'. Y, por último, tengo fe en el espíritu indomable del ser humano, en la gente que no va a abandonar y que va a seguir intentando convencer a otros incluso cuando no tienen éxito en sus reivindicaciones.
- La fuerza se va cuando suceden cosas como Fukushima.
- Es muy trágico, especialmente porque todavía hay japoneses que sufren las consecuencias de Hiroshima y Nagasaki, pero espero que esta catástrofe ayude a las naciones a pensarlo dos veces antes de construir una central nuclear y dónde situarla, porque no hay forma de saber cuándo algo así puede suceder, pero esa central no debía estar allí, al igual que en Estados Unidos hay multitud de ellas edificadas sobre fallas, es un riesgo absurdo. Hemos dejado de escuchar a la naturaleza, vivimos separados de ella y pensamos arrogantes que podemos controlarla. Bueno, pues no, no podemos. Pero sí podemos reducir nuestro consumo, vivir de una forma más austera".
Incide en la separación del hombre y de la naturaleza, por eso ella, que crió a su único hijo entre monos y que habría matado por una infancia como la que tuvo él, trabaja en devolver a los niños de núcleos urbanos al hábitat natural, porque no conocerlo supone para ellos "un grave daño psicológico". Es una de sus grandes preocupaciones, entre las que figuran también el agua, su escasez y la compra de grandes acuíferos por parte de los gobiernos y, repite, el cambio climático, "que es de verdad y que está volviéndolo todo más y más extremo". ¿Y los políticos que no se lo creen? Goodall vuelve a enfadarse:
- "Si ellos no se lo creen será difícil convencer a los ciudadanos. El papel de los medios es también muy importante.
- Estaba Al Gore...
- Sí, pero ahora se ha esfumado. Hizo un buen trabajo con Una verdad incómoda, llegó a mucha gente. El problema de Al Gore es que habló de ello cuando ya no era político, prefiero pensar en otra mucha gente que hoy lucha por el medio ambiente, como los grupos de indígenas en Latinoamérica, por ejemplo.
- ¿Diría que el ecologismo vive malos tiempos?
- Desgraciadamente sí, porque la economía está muy mal y eso significa menos dinero para proyectos de concienciación. Todo es dos veces más difícil y es mucho más sencillo rendirse. Por eso el gran trabajo está en concienciar a los jóvenes, no hay nada tan poderoso como hablarles. Ellos son los próximos padres, profesores, médicos y los futuros políticos también.
Casi acaba la entrevista, al día siguiente se marcha Jane a hablar a otro punto del planeta, no a Gombe, donde ya sólo puede parar un par de veces al año: "Trato de conservarla dentro de mí", suspira. Tiene razón cuando dice que tras ver su película se le queda a uno una sensación de que no ha estado haciendo lo suficiente por su planeta. Ella ha creado 79 institutos con su nombre y desarrolla programas de todo tipo. En España, desde el reciclaje de móviles a la biodiversidad urbana pasando por condenar el entrenamiento de chimpancés para programas televisivos. Y, sin embargo, el mundo está loco: "El otro día Televisión Española nos llamó para alquilarnos un chimpancé ¡A nosotros! ¿Lo ve? Hay mucho trabajo".