Gregory Winter en su laboratorio del Medical Research Council.

Los investigadores Gregory Winter y Richard A. Lerner recibirán el próximo viernes el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica por sus investigaciones sobre el sistema inmunitario. El Cultural ha hablado con el profesor Winter, uno de los bioquímicos más destacados en la creación de anticuerpos terapéuticos.

Antes de desarrollar el sistema inmune sintético, el equipo de Gregory Winter (Reino Unido, 1951) de su laboratorio del Medical Research Council (MRC) consiguió otra forma de realizar anticuerpos humanos. De un anticuerpo de ratón tomaron las regiones necesarias para que se adhirieran a una diana y, por medio de ingeniería genética, las insertaron en un anticuerpo humano. Hoy se conocen como "anticuerpos humanizados" y han sido usados en el tratamiento de toda una serie de enfermedades, incluidas cánceres de mama y de colon, la degeneración macular aguda (DMA) o la infección por el virus sincitial respiratorio. Fueron los primeros anticuerpos obtenidos por ingeniería genética de los que se demostró una utilidad clínica y siguen constituyendo la clase más amplia de anticuerpos terapéuticos humanos.



-¿Cuáles son las principales causas de los trastornos del sistema inmunitario?

-Pueden ser hereditarios y deberse a mutaciones genéticas. También adquiridos, como, por por ejemplo, a consecuencia de infecciones víricas o bacterianas. La prevención es difícil. Lo más que podemos hacer es intentar tratar la enfermedad cuando aparecen sus síntomas.



-¿El uso de anticuerpos es la clave?

-Sí, especialmente en aquellos trastornos en los que el cuerpo produce un exceso de moléculas inflamatorias como el TNF (Tumor Necrosis Factor). Los anticuerpos que se adhieren al TNF pueden bloquear su acción inflamatoria y usarse para tratar patologías como la artritis reumatoide, la enfermedad de Chron o la psoriasis.



Al profesor Winter le gusta explicar el funcionamiento de un sistema inmune sintético de forma didáctica. Su analogía favorita es la del ladrón profesional que posee una gran colección de llaves con las que puede abrir cualquier cerradura: "Producimos gran cantidad de anticuerpos diferentes y extraemos aquellos que se adhieren a una diana en particular, como el TNF. Más concretamente, lo que hacemos es crear un repertorio amplio de genes de anticuerpos a partir del ADN de la sangre humana. A continuación empaquetamos el repertorio de anticuerpos en virus, de forma que cada virus sea portador del gen del anticuerpo y exprese el anticuerpo correspondiente en su cubierta. Después, usamos nuestra diana para extraer los anticuerpos adheridos a ella (y los virus a los que van unidos). Finalmente, cortamos los genes de los anticuerpos de los virus recolectados y los insertamos en células animales para producir grandes cantidades del anticuerpo humano".



De hecho, en Cambridge su equipó desarrolló y empleó estos métodos para contribuir al desarrollo del Humira™, el primer anticuerpo humano aprobado por la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos para uso terapéutico.



Buena parte de este conocimiento se lo debe el profesor Winter al químico y premio Nobel César Milstein, con quien dió los primeros pasos en su laboratorio de Cambridge, cuando aspiraba a transformar proteínas mediante ingeniería genética: "Al principio trabajaba con enzimas. César me sugirió que diseñar anticuerpos podría ser más importante. Estaba en lo cierto, y mostró gran interés en mi enfoque para producir anticuerpos humanizados, pues hacía posible la conversión de muchos anticuerpos monoclonales de ratón en anticuerpos humanos terapéuticos". Milstein nunca le dijo lo que tenía que hacer. Consiguió, con sus estudios, despertarle la curiosidad sobre los anticuerpos. Su función fue la de interlocutor de sus ideas y de mentor.



-¿Podría afirmarse que los anticuerpos terapéuticos han revolucionado la medicina?

-Sin duda. Hoy en día se encuentran entre los diez fármacos más vendidos. Se utilizan para tratar muchas enfermedades, desde cánceres a trastornos inmunológicos.



Farmacología necesaria



-¿Diría que son el futuro de la farmacología?

-Bueno, muestran enormes ventajas frente a los medicamentos químicos tradicionales, especialmente por su capacidad para llevar al sistema inmunitario a destruir las células tumorales y sobrevivir durante un tiempo en la sangre. Actualmente, los investigadores están produciendo anticuerpos con una capacidad destructiva mayor, y creo que su importancia en la farmacología va a seguir creciendo.



-¿Tienen desventajas?

-Sí, al contrario de lo que ocurre con los medicamentos químicos, si se ingiriesen por vía oral se digerirían (de ahí que haya que inyectarlos); además, no pueden alcanzar blancos en el interior de las células. En consecuencia, aunque creo que los anticuerpos van a seguir siendo importantes, siempre habrá cuestiones para las que no serán la respuesta. Tampoco me sorprendería que en algún momento, dentro de veinte o más años, otras tecnologías innovadoras, por ejemplo las que se basan en las células madre o en ácidos nucleicos, acaben invadiendo el campo de la farmacología y desplazando a los anticuerpos de su posición privilegiada.



En un momento en el que la investigación se encuentra en una seria encrucijada, Winter apuesta por la ciencia, una actitud clave, en su opinión, para salir airosos de la crisis. ¿Puede tener el patrocinio privado un papel en esta recuperación?

-Si se refiere a que sean las empresas y no los poderes públicos los que financien la ciencia pienso que sí hay un papel para el patrocinio. Yo he desarrollado casi toda mi labor investigadora en un laboratorio universitario, el MRC, financiado por el Gobierno británico, lo que me ha dado libertad para ir por donde mi curiosidad me iba llevando sin consideraciones prácticas o comerciales.



-¿Es importante la relación con otros organismos?

-Claro. La traslación de estos proyectos de investigación a su aplicación clínica y el desarrollo de tratamientos de anticuerpos casi siempre se ha hecho en colaboración con empresas, y es lógico que así sea. Los ensayos clínicos y el desarrollo de fármacos son muy caros, exigen una gran especialización y los laboratorios universitarios carecen de los recursos necesarios.



-¿Puede llegar a mover la ciencia el sistema económico?

-Por supuesto. Nómbreme una economía que no se haya beneficiado de aplicaciones científicas. Hasta Papúa Nueva Guinea ha podido mejorar enormemente su ganadería recurriendo a inseminación artificial con toros australianos de gran calidad. En general, aunque las economías se benefician de la aplicación de la ciencia, en el mejor de los casos esa mejora se produce de manera aleatoria y poco sistemática. En los años de la guerra, hubo una importante financiación y organización de ese tipo de actividad. Es el caso del Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica en EEUU o de Betchley Park en el Reino Unido para descifrar los códigos de las potencias del Eje.



-¿Cómo afrontaría esta época de recesión?

-En estos momentos difíciles en los que los inversores privados y las empresas muestran poca inclinación al riesgo deberíamos aprender de los tiempos de guerra. Lo que sugiero es que el Estado aumente su presupuesto para la educación y la investigación científica, y que dirija y organice la aplicación de la ciencia a elementos esenciales para la economía. Ahora, con la demanda y los costes salariales en niveles bajos, es un buen momento para reestructurar la industria desde el ámbito científico.