El catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona demuestra que la divulgación es un ejercicio saludable. Ignacio Morgado (San Vicente de Alcántara, 1951) ha ido multiplicando lectores con Emociones e inteligencia social, Cómo percibimos el mundo y ahora con Aprender, recordar y olvidar, donde analiza los circuitos cerebrales que intervienen en los procesos que absorben la información que nos llega al cerebro.
Uno de estos ejercicios es definir la memoria como los canales que forma el agua de la lluvia en los suelos de los caminos: “Cuanto más llueve, más se profundizan y estabilizan. En las personas y animales la experiencia es como la lluvia, pues es ella la que marca en el cerebro los canales neuronales por donde circulan los recuerdos”. Casi una metáfora para mostrar gráficamente lo que ocurre en nuestro interior en el momento de aprender, recordar y olvidar. Y sigue el ejercicio citando a Borges, con el cuento Funes el memorioso, en el que el protagonista, Ireneo Funes, recordaba cada una de las hojas de los árboles que había visto.
-¿Qué mecanismos se activan cuando aprendemos?
-Con esa actividad en las neuronas del cerebro surgen brotes, llamados espinas dendríticas, que les sirven para formar conexiones (sinapsis) con otras neuronas y formar de ese modo los circuitos nerviosos asociativos que albergan las memorias. Determinadas moléculas químicas podrían mantener esos circuitos, pero es, sobre todo, la activación de esos circuitos cada vez que recordamos lo que los mantiene y potencia a largo plazo. A ello contribuye también la integración de lo nuevamente aprendido en la información ya existente en el cerebro.
Para Morgado, el momento del aprendizaje empieza con el entrenamiento y se prolonga después. “Según el tipo que sea -señala el neurólogo- la formación y consolidación de las memorias pueden durar horas, días e incluso semanas y meses si tenemos en cuenta también la llamada ‘consolidación de sistema', que es el proceso por el que una nueva memoria se integra en las viejas memorias ya almacenadas”.
Así, la mayor o menor información que nos llega puede provocar reacciones, incluida la saturación. “Puede ocurrir -explica-, pero el cerebro ya tiene mecanismos para evitarlo. Consisten en seleccionar para la memoria únicamente aquello que nos emociona o que se repite con mucha frecuencia, todo lo demás no se registra de forma duradera. Y como lo que nos emociona es lo importante para cada uno de nosotros, el cerebro escoge lo importante y olvida lo irrelevante”.
El estrés bueno
-¿Qué papel juega el estrés en este proceso?
-El estrés moderado activa el cerebro y libera hormonas suprarrenales, como la adrenalina o el cortisol, que favorecen la formación de la memoria estimulando estructuras cerebrales como el hipocampo y la neocorteza. Sin embargo, un exceso de estrés puede tener el efecto contrario, pues el exceso y permanencia de cortisol incrementa la muerte de las neuronas en el hipocampo.
-¿Podría definir biológicamente el olvido?
-Es la incapacidad de reactivar, o acceder, a los circuitos neuronales que albergan las memorias.
-Entonces, ¿qué ocurre en el cerebro cuando olvidamos?
-Olvidamos por muchas razones, entre las que podemos citar la pérdida de conexiones o sinapsis entre las neuronas o la interferencia de unas memorias con otras. Por su naturaleza y por la infinidad de circuitos neuronales que se inscriben en el cerebro, la memoria biológica es muy promiscua. No obstante, en muchos casos el olvido no es más que una incapacidad de acceso a las memorias debido a que nos encontramos en un lugar diferente al que estábamos cuando se formaron, o a que nuestro organismo está en una situación también muy diferente.
-¿Qué importancia tiene la epigenética (estímulos ambientales) en los procesos de aprendizaje?
-Es fundamental y puede ser incluso determinante, ya que ciertos estímulos fisiológicos, sin modificar el ADN de las neuronas, pueden determinar el que se expresen o no los genes de ese ADN que llevan la información para sintetizar las proteínas necesarias. Así, las neuronas podrán formar espinas dendríticas y conectarse entre ellas para formar los circuitos que almacenan las memorias.
-Del mismo modo que algunas especies asimilan genéticamente información que luego utilizan en su supervivencia. ¿Es posible pasar información de padres a hijos?
-Los datos más recientes que tenemos de la investigación con animales indican que sí, que es posible que por la línea germinal, es decir, por los gametos, pueda heredarse información epigenéticamente modificada por el comportamiento de los progenitores y capaz de influir o predisponer capacidades de los descendientes, como, por ejemplo, su reactividad emocional. Eso está en línea con los históricos planteamientos evolutivos del naturalista francés Lamarck, y podría complementar la teoría de la selección natural de Darwin.
Otros de los nombres propios que surge en la conversación con el investigador es Ramón y Cajal. Para Morgado fue el primer científico de la historia que se atrevió a postular “los mecanismos por los que el cerebro podría formar las memorias, a saber, las espinas o brotes que surgen en las dendritas de las neuronas cuando aprendemos. Lo sugirió magistralmente en una conferencia, la ‘Croonian lecture', que impartió en la Royal Society de Londres hace ya más de un siglo. Es la capacidad de los genios para descubrir anticipadamente lo que otros muchos no harán hasta mucho tiempo después”.
-¿De qué manera el sueño puede potenciar la memoria?
-Repitiendo la misma actividad de las neuronas que se activaron durante el aprendizaje y aumentando la neurogénesis, es decir, la proliferación de nuevas neuronas en lugares como el hipocampo, neuronas que, una vez formadas, podrían pasar a formar parte de los circuitos que albergan las memorias. Esto último sería algo así como aumentar la capacidad de memoria del sistema cerebral.
La práctica perfecciona
-¿De qué manera podemos nosotros controlar el proceso de aprendizaje del cerebro?
-Si lo que queremos es adquirir hábitos, rutinas (memoria implícita), lo que hay que hacer es repetir y repetir. La práctica perfecciona.
-¿Es posible detener el deterioro de la memoria?
-No podemos evitar la neurodegeneración y el deterioro mental, porque es un proceso biológico natural, pero sí ralentizar esos procesos mediante toda clase de actividad intelectual acompañada con actividad física y sueño, que no sólo son buenos para el cuerpo, lo son también para la mente. El ejercicio genera sustancias neurotróficas, como el BDNF, que aumentan la capacidad de las neuronas para conectarse entre ellas y formar los circuitos asociativos que albergan las memorias. El sueño, además de potenciar la memoria, también produce cambios bioquímicos que sirven para reparar el desgaste funcional de las neuronas y reactualizarlas. De entre las actividades intelectuales con mejor balance costo/beneficio, destaca, como insuperable, la lectura, un tipo de actividad intelectual que, además de aportar nuevo conocimiento, activa casi todas las regiones cerebrales, siendo, por todo ello, un buen gimnasio para la mente.