Filipo II (Val Kilmer) y Alejandro Magno (Colin Farrell) en la superproducción de Oliver Stone Alejandro Magno (2004).

Durante más de 30 años, el mundo ha confundido los restos de Filipo III Arrideo, rey de Macedonia en el siglo IV a.C. y hermano de Alejandro Magno, con los de su padre, Filipo II. Pero hace casi dos años el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos, y otros compañeros acudieron en ayuda de sus colegas griegos para poner las cosas en su sitio y el resultado de la investigación ha sido publicado recientemente en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.



La confusión se produjo de la siguiente manera. A finales de los 70 se excavaron tres túmulos funerarios de la antigua realeza macedonia hallados en la ciudad griega de Vergina. En un primer momento se pensó que los restos del rey Filipo II eran los de la tumba 2 porque albergaba un mayor tesoro y está decorada con unas excelentes pinturas que representan el rapto de Perséfone, señora del inframundo según la mitología griega. Pero la investigación dirigida por Arsuaga y por el investigador griego de la Universidad de Democritus Antonis Bartsiokas ha determinado, tomando como referencia los datos históricos que atribuyen al monarca una profunda herida de lanza en la rodilla izquierda que le dejó cojo, que los auténticos restos de Filipo II son los de la tumba 1, que había sido saqueada y por eso su importancia pasó desapercibida. La arqueóloga Milagros Algaba Suárez, miembro del equipo de Arsuaga, explica a El Cultural que tras limpiar y examinar los huesos con diferentes técnicas, han podido comprobar que, efectivamente, los huesos de la pierna izquierda que alberga aquella tumba presentan anquilosis en la rodilla y un agujero que coincide con la herida que relata la crónica histórica.



Rodilla izquierda de Filipo II, donde se aprecia anquilosis y un agujero que corresponde con la herida de lanza que sufrió en vida.

A la correcta identificación también ha colaborado la presencia en la tumba de un cadáver de mujer joven y un niño de corta edad, que coinciden también históricamente con el supuesto asesinato de la esposa de Filipo II, Cleopatra, y su hijo, por orden de Olimpia, anterior esposa del rey, que cometió su venganza aprovechando que este acababa de morir. El examen de los dientes y de radiografías han podido determinar la edad aproximada a la que fallecieron madre e hijo, explica la arqueóloga.



¿Cómo es posible que la comunidad científica haya estado equivocada tanto tiempo? Algaba afirma que "ha sido un error comprensible". Los restos de la tumba 1 fueron inhumados, mientras que los de la tumba 2, que fueron cremados meses después de la muerte debido a turbulencias políticas, se quebraron durante la incineración "de forma anómala", dejando unas extrañas marcas en el cráneo que fueron confundidas por estudios anteriores con otra herida que según la historia tenía Filipo II en la cara y que le había dejado tuerto.



Por otra parte, algunos expertos llevaban años diciendo que, estilísticamente, la tumba 2 no se correspondía con la época de Filipo II, sino con la de Filipo III Arrideo, ya que presenta motivos orientales que corresponden a la época de Alejandro Magno, sucesor de Filipo II en el trono. Filipo III Arrideo, que sucedió a su hermano como faraón de Egipto, acompañó a Alejandro en sus viajes a Asia y de allí se trajo un gran botín tras la muerte de su hermano en Babilonia en el año 323 a.C., explica Algaba.