Una célebre frase del matemático Johann Bernoulli en la que reconocía el explosivo genio de Newton sirve al físico y académico José Manuel Sánchez Ron para englobar la antología de textos científicos que han dejado huella en el pensamiento universal. El juramento hipocrático (con el que se abre el volumen), el razonamiento matemático de Euclides, las órbitas elípticas de Kepler, el proceso de Galileo, la circulación de la sangre según Harvey, la revolución de Newton, la teoría de la evolución de Darwin, la genética de Mendel, la tabla periódica de Mendeléiev, la literatura científica de Aldus Huxley y Brecht, las vacunas de Pasteur, las “células del pensamiento” de Cajal, el mito de Madame Curie, los reflejos de Pávlov, la física de Max Planck, Heisenberg, Born y, por su puesto, Einstein, son algunas de las cumbres que comenta Sánchez Ron en esta instructiva antología, cuya primera edición se publicó en 1996 y que ahora la encontramos actualizada con artículos nuevos, como el dedicado al químico alemán Liebig y a Erwin Schrödigen, que reproducimos íntegramente.
El recorrido, con algunos estudiados saltos temporales como los de Heisenberg y Pasteur, es cronológico y destila toda una vida de lecturas en torno a la historia de la ciencia. “Siempre, eso sí, teniendo en cuenta al lector interesado”, señala Sánchez Ron a El Cultural. A través de los textos y de sus rigurosos comentarios se aprecia una cierta intención reivindicativa de la ciencia y sus métodos frente a la desbordada era de las “fake news”. Para Sánchez Ron, la ciencia es conocimiento contrastable, no un conjunto sujeto a las preferencias personales: “La naturaleza impone sus reglas, sus leyes, independientemente de lo que los humanos puedan preferir o imaginar”. Quizá por ello es Newton uno de los nombres principales que atraviesan todo el volumen. Sus contribuciones tanto a la física (dinámica, gravitación, óptica…) como a la matemática (junto a Leibniz fuer uno de los inventores del cálculo infinitesimal) le sitúan en un lugar destacadísimo en sus comentarios.
Gracias a los textos seleccionados vemos cómo en los siglos XVI y XVII se van sentando las bases de la ciencia moderna. Asistimos a la Revolución Científica. Observamos también que en el XVIII se refuerza y reivindica esa revolución, la “newtoniana”. Y ya en el XIX y XX la ciencia se proyecta con sus “novedades extraordinarias” a lo que es hoy. No se olvida el autor de El jardín de Newton de Echegaray y Cajal, nobeles españoles con apartado propio no por su nacionalidad sino por sus contribuciones: “No me gusta ‘reivindicar’ nada que tenga que ver con las naciones en lo que se refiere a la ciencia. Otra cosa es tratar de entender por qué floreció más en unos países que en otros. Si he incluido a Echegaray y a Cajal es por el interés que su obra científica (Cajal) o, en el caso del primero, por la forma literaria en la que criticó el pasado científico español: fue el mejor matemático español del XIX pero no aportó nada original a la matemática y tuvo que ganarse la vida como dramaturgo”.
Sánchez Ron realiza también un guiño a la divulgación. Desde el capítulo dedicado a la primera “Philosophical Transactions” de la Royal Society inglesa en 1665 hasta los dedicados a Oliver Sacks, Sagan y Feynman: “Los dos primeros contribuyeron con su gran elegancia literaria y erudición humanística. Feynman divulgó de otra manera, no tan “elegante”, aunque sí profunda y efectiva. También es obligado recordar a Stephen Jay Gould”.