En 1978, científicos del Museo de Antropología de la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas iniciaron unas investigaciones en la cueva de Apidima, al sur de Grecia. Durante esas excavaciones se hallaron los restos fragmentados de dos cráneos fosilizados, denominados Apidima 1 y Apidima 2. Sin embargo, en ese momento, los fósiles no pudieron ser ni analizados ni datados de manera precisa ante la ausencia de un contexto arqueológico asociado.
Han tenido que pasar más de 40 años para que un equipo de investigadores, liderado por la universidad griega, haya logrado reconstruir los dos cráneos y datarlos mediante modernas técnicas de radiometría. Los expertos, según informa Sinc, han realizado también un análisis comparativo de la morfología y anatomía entre ambos restos.
Los resultados revelan que Apidima 1 pertenecía a un Homo sapiens, con una mezcla de rasgos de humanos modernos y primitivos, que vivió hace unos 210.000 años, mientras que Apidima 2 era un neandertal de hace unos 170.000 años. El estudio sugiere que ambos grupos humanos estuvieron presentes durante el Pleistoceno Medio: primero la población temprana de Homo sapiens, seguida de la neandertal.
Hasta ahora, el fósil humano más antiguo que se había hallado fuera de África se encontraba en Israel, donde los científicos descubrieron un fragmento de mandíbula perteneciente a un humano moderno que vivió hace entre 200.000 y 175.000 años.
“Se trata de la presencia más temprana conocida de Homo sapiens en Eurasia, lo que indica que el comienzo de la dispersión de los humanos modernos primitivos fuera de África se produjo mucho antes y llegó mucho más lejos de lo que se pensaba hasta ahora”, precisan los autores, liderados por la investigadora Katerina Harvati de la Eberhard Karls University of Tübingen (Alemania), que apoyan la hipótesis de que se produjeron múltiples dispersiones.
Los científicos revelan, además, que de esta población temprana de Homo sapiens que vivió en Grecia no ha habido descendencia, probablemente porque el grupo no sobrevivió. Aunque no haya evidencias claras, “estos individuos perduraron durante bastante tiempo, durante varios miles de años, pero sospecho que fue una población pequeña y pudo estar sujeta a acontecimientos dramáticos y a la presión de otros grupos que llegaban a la zona. No sabemos cómo pasó exactamente”, ha señalado Harvati en rueda de prensa.
Contacto entre especies
El sureste de Europa no solo es considerado como un importante corredor de dispersión humana desde África, sino también como uno de los principales refugios glaciares de la Europa mediterránea. Es por esta razón que el registro fósil humano en esta región es más diverso que en otras zonas más aisladas y menos hospitalarias del continente, y por eso se explica la mezcla de grupos humanos.
En este sentido, el cráneo Apidima 2 muestra características similares a las de los neandertales, como arcossuperciliares redondeados y gruesos. Estos rasgos no aparecen en Apidima 1, que presenta una combinación de características humanas primitivas y modernas, como un cráneo posterior redondeado, algo único de los humanos modernos.
Las evidencias de ADN antiguo sugieren que el contacto con el linaje neandertal también puede haber ocurrido durante el Pleistoceno Medio. “Fue un escenario complejo de dispersión de poblaciones y posiblemente de contactos”, concluye Harvati.