Si algo le ha enseñado el bosque a Carlos de Hita es paciencia. Son incontables las horas que desde hace más de 30 años este experto registrador de los sonidos de la naturaleza ha pasado agazapado, esperando que una batuta invisible dé la entrada a los distintos instrumentos que componen la sinfonía de cada ecosistema. El mejor ejemplo de ello es su grabación de los maullidos de una esquiva hembra de lince ibérico en celo. La consiguió el invierno pasado, después de pasar al raso todas las noches durante tres semanas en las serranías de la Campiña Sur de Badajoz.
“No es la grabación más bonita que he conseguido, pero sí la más valiosa en términos naturalísticos”, explica De Hita, con una trayectoria que comprende trabajos sonoros independientes y como parte de bandas sonoras de cine, así como guiones de documentales, instalaciones en museos o un programa de radio. Además, en 2016 recibió el Premio Fundación BBVA en la categoría de Difusión del Conocimiento y Sensibilización en Conservación de la Biodiversidad.
El aullido de los lobos contra la noche en Muniellos (Asturias), los testarazos de dos machos de cabra montés en Sierra Nevada, el coro del alba que forman cárabos, petirrojos, zorzales y cornejas en la Selva de Irati (Navarra) y siete decenas más de grabaciones están contenidas en Viaje visual y sonoro por los bosques de España, un libro hecho para leer, contemplar y escuchar que edita Anaya Touring.
El resultado se parece más a una colección de crónicas que a una guía para excursionistas. En cada doble página, De Hita cuenta una historia distinta, ilustrada con fotografías del lugar y sus habitantes y un código QR que, al ser escaneado, dirige al lector a un vídeo de YouTube en el que se oye la grabación con su sonograma correspondiente, una representación gráfica de las frecuencias grabadas sobre una línea de tiempo, cuyas pinceladas se parecen mucho a las notas musicales impresas en una partitura. “Es la única situación en la que está justificado leer un libro con el teléfono en la mano”, bromea el autor.
Fotos, audios y sonogramas vienen acompañados de artículos que no son en absoluto accesorios. De Hita, que durante diez años mantuvo un blog en la web de El Mundo, cuida tanto la prosa como sus preciadas grabaciones. En la tradición de los mejores escritores naturalistas de este país, como Félix Rodríguez de la Fuente, Joaquín Araújo o Miguel Delibes, el autor de Viaje visual y sonoro por los bosques de España describe los paisajes y el acontecer de la vida en ellos con un léxico de gran riqueza que la inmensa mayoría de los hispanohablantes ya no conoce. Especies de árboles y sobre todo de aves que llevan en su nombre la onomatopeya de los sonidos que emiten: totovía, tórtola, zorzal charlo, abubilla o autillos. “Es un lenguaje que describe un mundo en peligro de extinción al que la mayoría de la gente vive de espaldas. Además de ser un vocabulario muy bonito, nos indica que antes la gente estaba más atenta a estas cosas”, opina De Hita.
Los textos del naturalista, al igual que sus grabaciones, sitúan al lector en el centro de cada escena. Es una escritura inmersiva porque nace del oído: como señala al principio de su libro, “la mirada nos coloca como espectadores en el borde del espacio; todo lo que vemos está enfrente y más allá de nuestros ojos. El oído, en cambio, es inmersivo, siempre nos sitúa en el centro del espacio sonoro, envueltos por voces, murmullos, crujidos y silencios. El sonido no respeta los límites, ni las cercas ni los muros”.
Pregunta. ¿Qué nos estamos perdiendo la mayoría de los españoles, y sobre todo los urbanitas, al vivir de espaldas al mundo natural?
"El paisaje sonoro es cada vez más pobre. En los últimos 30 años ha disminuido un 30 % el número de animales de la Tierra"
Respuesta. Por una parte, una gran fuente de satisfacción, algo que te proporciona la naturaleza con todo lo que veas, oigas o huelas. Esa pérdida de contacto está en relación directa la con crisis ambiental: lo que no se conoce no se cuida, no importa que se destroce. Por otra parte, la contemplación de la naturaleza y el paisaje sonoro nos dan suficientes muestras de alarma de la crisis que estamos viviendo. El paisaje sonoro es cada vez más pobre. En los últimos 30 años ha disminuido un 30% el número de animales de la Tierra. Eso significa que por cada diez alondras que había cuando empecé a grabar, hoy quedan siete. Los grillos han caído en picado y el zumbido de las abejas, que antes lo ocupaba todo cuando intentaba grabar en verano, ha dejado de ser un ‘problema’. Todos estos son suficientes indicios para certificar la crisis ambiental galopante que se nos viene encima. Un pueblo culto no puede prescindir de su relación con la naturaleza.
P. ¿Cuál es la mayor lección que le ha dado la naturaleza?
R. La paciencia y el estar a gusto aunque no pase nada. Eso te templa el ánimo. Cuando conseguí grabar al lince, me sentí como un buscador que criba durante días en el río hasta que de pronto encuentra una pepita de oro puro.
P. ¿Llegó a ver al lince que grabó?
R. Sí, pero no en ese momento porque era de noche. Los veía a menudo a lo lejos, pero para grabar los sonidistas tenemos menos recursos que los fotógrafos. Con un teleobjetivo de 1.000 mm puedes capturar una imagen como si estuvieses al lado, pero nosotros tenemos que acercarnos mucho más. La ventaja es que todo eso que aparece en el libro lo he vivido de cerca.
P. ¿Cómo empezó a grabar los sonidos del bosque y cómo acabó especializándose en ello?
R. La mayoría de mis amigos han llegado al sonido por músicos o a través del cine. Yo en cambio llegué a través del canto de los pájaros. Mucho antes de coger un micro, yo ya estaba en el campo con los prismáticos. El salto fue muy natural. Lo más importante de mi trabajo no es aprender a manejar el equipo sino saber estar en la naturaleza.
P. En su libro alerta de una pérdida de biodiversidad, dice que la sinfonía natural es cada vez más monocorde, que unas especies dominan y otras enmudecen. ¿A qué se debe?
"El aumento de las temperaturas y de las sequías va a hacer que acaben extinguiéndose especies como el urogallo"
R. Varía mucho por zonas. En España la gran crisis ambiental de los ecosistemas (no la provocada por el cambio climático) se produce en campo abierto, en las llanuras y estepas, debido a la agricultura intensiva e industrializada. Los bosques en cambio se mantienen mal que bien. En cuanto al cambio climático, el aumento de las temperaturas y de las sequías va a hacer que acaben extinguiéndose especies como el urogallo, mientras que otras más comunes, como los páridos –carboneros y herrerillos– han aumentado.
P. En el artículo “Tormentas de fuego” explica los efectos del cambio climático en la ferocidad de los incendios forestales. ¿Cómo hay que actuar para adaptarse a este nuevo escenario?
R. Ahora los veranos son tres o cuatro semanas más largos y los árboles están sometidos a un estrés hídrico tremendo, llueve de manera irregular, se produce una exfoliación anticipada y los bosques están más predispuestos al fuego. Los técnicos forestales hablan de una sexta generación de incendios, monstruosos. En el de Pedrógão Grande (Portugal, 2017), murieron 66 personas que estaban a 20 o 30 kilómetros de distancia, pero el incendio había cambiado las condiciones climáticas y les cayó literalmente del cielo una bola de fuego. Son condiciones nuevas que están generando un debate tremendo en la comunidad forestal, porque se da la paradoja de que a veces es necesario dejar que arda un incendio para no dejar en el monte la leña que arderá en el siguiente. Además no es lo mismo una masa de pinos repoblados que una joya como el pinar de Valsaín. Los forestales no se preguntan si habrá un megaincendio, sino cuándo va a ser. También se da otra paradoja: los bosques están creciendo debido a la despoblación de las zonas rurales, pero por otra parte están menguando por el aumento de las temperaturas.
"Los forestales no se preguntan si habrá un megaincendio, sino cuándo va a ser"
P. ¿Qué opina de Greta Thunberg?
R. Es lo mejor que le ha pasado al movimiento ecologista en las últimas décadas. Nuestra generación ha demostrado que no va a hacer nada por el medio ambiente. La siguiente es la última esperanza.
P. En la ciudad mucha gente camina con los auriculares puestos. ¿También en ese escenario nos estamos perdiendo el concierto de la naturaleza?
R. En la ciudad también se puede oír ese concierto en muchas vías y calles arboladas, y en verano los vencejos pegando gritos. Yo recomiendo siempre escuchar el entorno que te rodea, sea agradable o no. Hay que tener los oídos abiertos, porque la escucha es una forma de reflexión.