Discípula de Severo Ochoa e impulsora de la investigación española en el campo de la bioquímica y de la biología molecular, Margarita Salas (Canero, Asturias, 1938) ha fallecido hoy a los 80 años. Trabajadora infatigable hasta el último momento, fue investigadora del CSIC en el Centro de Biología Molecular ‘Severo Ochoa’ y descubrió el ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, que tiene una aplicación crucial en biotecnología: permite amplificar el ADN de manera sencilla, rápida y fiable. Esta tecnología se usa en medicina forense, oncología y arqueología, entre otras áreas y ha sido también una de las patentes más rentables del CSIC.
Referente en la ciencia española, Margarita Salas fue además la primera mujer miembro de la Real Academia de Ciencias de España y una de las primeras académicas de la lengua, así como la primera mujer en dirigir el Instituto de España, que congrega a todas las Reales Academias. En la actualidad, era la presidenta del Patronato de la Fundación Severo Ochoa, y desarrollaba su trabajo como profesora vinculada ad honorem del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid (CSIC-UAM).
En una entrevista ofrecida a El Cultural el pasado mes de noviembre, Salas se mostraba satisfecha de su actividad en los 57 años que habían transcurrido desde sus inicios. En su vida científica, reconocía entonces, había habido tres momentos decisivos: “El primero fue durante la realización de mi tesis doctoral, en la que descubrí una propiedad inédita del enzima con el que trabajaba, la glucosa fosfato isomerasa. El segundo fue descubrir dos nuevas proteínas en la bacteria Escherichia coli que estaban implicadas en la iniciación de la síntesis de proteínas. Y el tercero fue cuando hallamos que el DNA del bacteriófago phi29 tiene una proteína unida covalentemente a los extremos del DNA y demostramos que esta proteína es la que sirve como ‘primer' para la iniciación de la replicación por la DNA polimerasa”.
Optimista con respecto a la incorporación de la mujer a los laboratorios (“en la actualidad inician su tesis un gran número de mujeres, de hecho es superior al número de hombres”), reivindicó hasta el último momento un pacto de Estado por la ciencia: “Hace ya 14 años que un grupo de investigadores lo solicitamos. A pesar de las buenas palabras, nunca se llegó a materializar. Es importante que la financiación de la investigación no esté sometida a los avatares políticos”.
Aunque, Margarita Salas siempre rechazó la comparación con Marie Curie, recuerdan en la agencia Sinc, la casualidad ha querido que haya fallecido el mismo día del nacimiento de la científica polaca. "Yo creo que no hace falta ser un genio para ser buena científica. Yo me considero una persona absolutamente normal", se definía.
Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, Salas fue discípula de Severo Ochoa, con quien trabajó en EEUU después de hacerlo con Alberto Sols en Madrid y con Eladio Viñuela. Junto a este último, con quien estuvo casada, se encargó de impulsar la investigación española en el campo de la bioquímica y de la biología molecular. Además, la bioquímica fundó el primer grupo de investigación en genética molecular de España en 1967 y, a lo largo de su carrera, recibió numerosos premios internacionales y nacionales, entre los que se encuentran la Medalla Mendel, el Premio Rey Jaime I, el Premio Nacional Ramón y Cajal, el Premio L’Oreal UNESCO y la Medalla Echegaray.
El pasado mes de junio, precisamente, Margarita Salas recibió en Viena el Premio Inventor Europeo 2019, concedido por la Oficina Europea de Patentes (OEP), en reconocimiento a su trabajo innovador en genética y biología molecular. "No concibo la vida sin investigación y espero poder seguir trabajando muchos años -afirmaba entonces-. Yo creo que no debe haber jubilación para un científico. Si quiere, que se retire, pero si no quiere y está en buenas condiciones, ¿para qué? Tiene toda la experiencia que dan los años y puede producir mucho”. Científica infatigable, con su fallecimiento la ciencia española pierde a una de sus máximas impulsoras.