¿Sabías que Shakespeare citó más de sesenta enfermedades y aportó más de setecientas referencias sobre medicina y psiquiatría? O que, gracias a su formación, H. G. Wells planteó en sus novelas algunos de los riesgos de los avances científicos que surgieron más adelante en el siglo XX. Desde los inicios de la literatura hasta hoy, ellos no fueron los únicos que se enriquecieron de esta relación con la ciencia. Las descripciones epilépticas que hizo Dostoyevski en sus obras, por ejemplo, contribuyeron a matizar una variante concreta de la enfermedad. Y más conocido es que Elias Canetti estudió química, Aldous Huxley comenzó a estudiar medicina, y Baroja y Antón Chéjov eran médicos.

En su libro La ciencia en la literatura (Universitat de Barcelona), el periodista y químico Xavier Duran recorre estos y otros datos, en un viaje que va desde Homero hasta nuestros días y que reflexiona sobre la historia de la ciencia vista por los escritores de todos los tiempos. Cervantes, Dickens, Tolstói, Verne, Melville, Kerouac o Mann, son algunos de los nombres que desfilan por estas páginas que abarcan casi treinta siglos de cultura. Duran, que recibe hoy el Premio Nacional de Edición Universitaria como mejor obra de divulgación científica, admite que, por suerte, cada vez más la ciencia va ocupando nuestros intereses. “Prácticamente cada día salen noticias científicas. Lo que sí es cierto es que muchas veces te cuestionan para qué sirve o qué aplicación puede tener pero si se encuentra un escrito medieval no se les ocurre preguntar cómo cambia la vida de la gente”.

Pregunta. En La ciencia en la literatura recorre la influencia del conocimiento científico desde Homero hasta nuestros días, ¿quién diría que es el escritor más riguroso?

Respuesta. Hay bastantes. Yo creo que la sorpresa para mucha gente es que hay muchos autores para los que la ciencia tiene un gran interés. Algunos para criticar ciertos avances y otros con más admiración o más rigor. Pero en el libro salen los grandes autores que cualquiera pondría en la historia de la literatura. No se trata solo de Verne, como siempre que se habla de escritores de ciencia, sino de muchos otros. Y, claro, hay algunos que sorprenden por sus conocimientos como Shakespeare, Proust, Mann, Calvino

P. Comenta que algunos abordan la ciencia con mucho interés mientras otros lo hacen con cierto distanciamiento y hostilidad, ¿quiénes entrarían dentro de este último grupo?

R. Siempre hay personajes antidarwinianos, por ejemplo. Pero yo creo que quizás lo que más se ve es la reacción en el siglo XIX y principios del XX a la industrialización y a la automatización. Estos cambios sociales que además llegan a un desarrollo de las ciudades con muchísimos cambios. Ahora me viene a la cabeza Azorín, por ejemplo, que era muy crítico, y Dostoyevski que pese a ser ingeniero también lo era con los avances tecnológicos y con la ciencia.

Coleridge decía que asistía a las conferencias científicas de su amigo Davy para aumentar su bagaje de metáforas

P. Plantea además que el Romanticismo se entiende de manera errónea como un movimiento anticientífico, ¿no?

R. Es que el Romanticismo es un movimiento muy complejo, no solo literario. Hay mucha diversidad. El mismo Goethe, ejemplo de literato romántico, se consideraba un científico. Y hay muchos románticos que tenían formación científica y que dejaron constancia de ello en algunas obras. Está Shelley o si incluyes entre los románticos a Hoffmann pues sería el caso contrario, una crítica a la ciencia y a los científicos. Pero creo que es interesante destacar que dentro de la gran diversidad no es cierto que hubiera anticiencia en el Romanticismo. Había un poco de todo. Porque el Romanticismo científico también existe.

P. Otro aspecto que llama la atención, es el planteamiento de la ciencia en la poesía, ¿cómo la han abordado los poetas en sus versos?

R. Existe una poesía didáctica que intenta explicar conceptos científicos, particularmente en Francia. Esto sería hacia el siglo XVII o XVIII. Pero más adelante, por ejemplo, Coleridge asiste a conferencias científicas, sobre todo de su amigo Davy, el físico y químico, y él dice que va allí para aumentar su bagaje de metáforas. Era un tiempo en que científicos, literatos y artistas estaban más en contacto, se escuchaban más, y servían unos a otros para enriquecer sus propios campos. Luego ya, en el siglo XX hay poesía específicamente científica. Pero no desde el punto de vista de querer hacer poesía didáctica ni nada parecido sino porque incluye temáticas científicas. El mismo Shelley que tenía formación científica y mucho interés por la ciencia incluye muchas veces metáforas que no se entienden si no vas a ciertos campos del conocimiento científico de su época. La ciencia también ayuda a entender a muchos autores.

P. De hecho, llama la atención que muchos de ellos han estudiado medicina, incluso algunos la han ejercido también…

R. Quizás porque es una carrera científica pero de las más humanistas dentro de la ciencia. Por ello hay escritores con formación como médico. Como Chéjov que sería el caso emblemático. Él decía que la medicina era su esposa y la literatura su amante e iba de una a otra sin que ninguna de las dos tuviera celos. Otros como William Carlos Williams, que era médico, destacaban que el estar en contacto con los enfermos, vivir ese lado tan humano de la medicina, también les hacía mejorar en su poesía o en sus narraciones, les abría los ojos hacia nuevas perspectivas y por eso era enriquecedor.

"Una de las grandes contribuciones de la literatura a la ciencia es que ayuda a reflexionar sobre los grandes temas o crea debates éticos del avance científico"

P. Recuerda que Einstein era un gran lector de Dostoyevski, ¿influye también la literatura a la ciencia?

R. En el libro se ve más la influencia de la ciencia en la literatura pero es una correspondencia que enriquece a las dos por diversas razones. La poesía de Homero, por ejemplo, inspira un avance científico. Cuando Homero explica que se cubre un cadáver por miedo a que se posen en él moscas y gusanos, esto hace reflexionar a Francesco Redi que era un médico y farmacéutico del siglo XVII. Él se plantea que lo que se conocía como generación espontánea en la carne putrefacta, según la cual en los cadáveres aparecían gusanos como si surgieran de pronto desde el mismo cuerpo muerto, quizás sea a causa de organismos que llegan de fuera. Entonces empezó a hacer pruebas a ver si la carne protegida también desarrollaba gusanos y vio que no. Más adelante, en el siglo XIX, Pasteur acabó con la generación espontánea con experimentos mucho más rigurosos y completos. Era una muestra de que pasajes literarios pueden inspirar. Por otra parte, para la historia de la ciencia es muy interesante ver cómo se acogía en países distintos el modelo copernicano. O qué testimonios hay sobre avances médicos y avances sociales o la reacción ante la ciencia y la tecnología. Una de las grandes contribuciones de la literatura a la ciencia es que algunos autores rigurosos, críticos o elogiosos, ayudan a reflexionar sobre temas científicos, debates éticos del avance científico que llegan a mucha gente que no leería nunca un ensayo sobre estos temas.

P. Ya que menciona la actualidad, ¿en la literatura contemporánea cuáles son los grandes temas de ciencia que más se abordan?

R. La bioética, la Inteligencia Artificial y todo el mundo de las conexiones digitales. Aquí destaca McEwan. Ian McEwan es un gran apasionado de la ciencia y ha escrito varias novelas con temática científica, provocando algunos debates que, a menudo, no son fáciles. Por ejemplo, en su último libro, Máquinas como yo, aunque no es de las mejores que ha escrito, aporta al debate sobre las máquinas, la relación con los humanos, la posibilidad de que sientan emociones. Creo que quizás no se aprovecha del todo la posibilidad de elaborar más tramas con trasfondo científico. O, por ejemplo, Ishiguro también, premio Nobel, con el tema de los trasplantes. Desde el punto de vista literario, de la creación de unas tramas originales y sobre todo de un debate que obliga tanto a él como al lector a reflexionar sobre algunas situaciones y sobre las reacciones de los personajes, son aportaciones interesantes.

P. ¿Y cómo ve el panorama nacional en este sentido?

R. Creo que no se aprovecha mucho precisamente. Quizás sea por la distancia no sé si deseada o simple inercia de que ciencia y literatura parecen dos mundos separados. Todo esto dificulta que exista esa conexión y que se aproveche por uno y otro lado. Hay científicos que sí que han hecho narrativa científica, con contenido científico, pero sería interesante que también hubiera más literatos que aprovecharan estos grandes debates científicos y sociales para elaborar algunas tramas. No se trata de que la novela tenga un contenido científico desde el argumento o los personajes pero sí de aprovechar algunas de estas posibilidades que brinda el debate científico. Por lo menos en los medios de comunicación hay debate. Ahora pienso por ejemplo en El viento de la luna, de Muñoz Molina, es una bonita novela de una determinada época. La visión de la llegada a la luna en el mundo rural, en aquel momento muy atrasado. Es un retrato interesante pero creo que habría muchas otras posibilidades. Cómo son actualmente las relaciones entre las personas, las posibilidades de esta paternidad y maternidad que las clínicas de reproducción asistida han transformado, los hijos que tienen varios progenitores, biológicos y legales… podría dar mucho de sí por lo menos introducir parcialmente estos temas.

@mailouti